Llegó puntual.
Con mochila nueva, cuaderno nuevo, ilusiones sin abrir y cuatro cafés ya digeridos.

Lucía.
Veintisiete años.
Su primera vez en el sistema.

Había pasado las oposiciones.
Es su año de prácticas.
Había leído libros sobre gestión de aula, neuroeducación y mil formas de evaluar sin traumatizar.

Pero nada la preparó para la semana cero.

TORREZNO 3PO la vio entrar al centro, con paso firme pero mirada temblorosa.
La jefa de estudios la recibió con un «¡Bienvenida!» tan sonoro como la impresora atascada de fondo.
Luego le dio un horario que aún olía a borrador.

—¿Esto es provisional, verdad? —preguntó Lucía.
—Todo es provisional —respondió alguien desde la fotocopiadora, sin girarse.

En la sala de profesores había gente reencontrándose, profesores imprimiendo a gritos, y un mapa de aulas con una leyenda más compleja que una novela rusa.

Lucía se sentó.
Nadie le dijo nada.
Pero TORREZNO lo notó… ese brillo en los ojos de quien aún cree que va a poder hacerlo todo bien.

La primera reunión fue un impacto.

—¿Podéis abrir el documento compartido en el drive del Claustro?
Lucía abrió otro.
Luego otro.
Luego 27.
Y acabó tomando notas en su cuaderno, como en la Universidad.

Se hablaba de UD, PAT, PEC, ROF, situaciones de aprendizaje, instrumentos de evaluación, criterios de calificación y, cómo no… reuniones.

Muchas.
En plural.
Siempre en plural.

A mediodía, preguntó:

—¿Esto es normal?

TORREZNO se le acercó, con su voz modulada, como si fuera un viejo robot de cocina que ahora sirve café y consejo.

—Es peor cuando ya sabes lo que viene.
—¿No debería estar preparando clases?
—Técnicamente sí. Administrativamente no.
—¿Y cuándo se empieza a enseñar?
—Buena pregunta.

Lucía volvió a su sitio.
Alguien le había dejado en la mesa un documento titulado:
“Plan de Acción Tutorial 2023-24. Versión 8.1”
Lo leyó hasta la mitad de la primera frase.
Y lo guardó.

Por la tarde hubo otra reunión.
Esta vez para programar las sesiones de coordinación de los equipos docentes de cada curso para calendarizar las evaluaciones trimestrales.

Lucía ya no tomaba apuntes.
Solo escribía frases como:

“No sé si estoy aprendiendo o descomponiéndome.”

TORREZNO la observó al final del día, sentada sola, comiéndose una manzana en la escalera del patio.
Nadie la veía.
Nadie le hablaba.
Pero estaba allí, decidida a volver mañana.

Y eso, pensó TORREZNO, era más valioso que cualquier innovación metodológica.

En su bitácora escribió: “El primer curso nunca empieza el primer día de clase. Empieza en ese momento en que te das cuenta de que no sabes nada, pero vas a intentarlo igual. Una semana sin alumnado puede enseñarte más sobre educación que un máster entero.”

Y cerró con una frase que vio garabateada con lápiz en el borde de la mesa de reuniones: “No tengo ni idea, pero estoy aquí. Que no es poco.”

Todos los capítulos de TORREZNO 3PO se irán incorporando en la siguiente página y el libro, en formato digital, de la primera temporada de TORREZNO 3PO: un alien en educación, os lo podéis descargar desde aquí.

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