Haber encumbrado a determinados personajes a los altares educativos es algo que, a día de hoy, sigo sin comprender. No entiendo que gente, tan falta de capacidad como de habilidad, hayan sido posicionados en un ranking muy sórdido a iluminadores de la oscuridad. Más aún cuando no han hecho, ni van a hacer nada, por vosotros o por vuestro alumnado.

Miles de seguidores en las redes sociales. Millones de me gustas y retuits a cada una de sus miserables publicaciones. La punta de una pirámide que, construida por estúpidos y necesitados de héroes, se ha poblado de personajillos que nadie sabe muy bien qué pintan hablando de educación. Pero ahí están. Ahí están y van a seguir estando. Algunos con un proyecto colaborativo realizado hace más de una década que, en ocasiones les permitió huir rápidamente del aula. Otros con un modelo de captación y lametonismo máximo que les permitieron medrar en un mercado, quizás antaño menos consolidado que ahora.

Preguntaos de una vez qué hacen esas personas, que habéis ungido, por vosotros. Preguntaos si es relevante lo que dicen acerca de temas educativos. Y, por favor, cuestionadlos a todos. Cuestionarse la profesionalidad de la gente es sano. Revisar sus currículums, también. No os creáis lo que os dice un tipo del Banco Mundial, uno que escribe según los dictados de la OCDE o tipos y tipas que se creen poseedores de la fórmula magistral de la inclusión. Todo es mucho más complejo. Mucho más que un simple discurso edulcorado, motivador o plagado de palabras raras.

Llevo más de veinte años viendo medrar a crápulas. Viendo que a la gente que vale se la mantiene en el anonimato más absoluto. Viendo como los que están diciendo cómo se debe dar clase son los más ineptos. Y, curiosamente, son a ellos a quienes escuchan. Son a los que se aplaude en tarimas cuestionando la existencia de las tarimas. Subiéndose al carro de inteligencias artificiales y a todo lo que puedan sacar tajada o aumentar su ego.

Quizás se trate de un reflejo de la sociedad. Quizás queremos una sociedad de estúpidos gestionada por estúpidos. Quizás lo que hacen esos gurús es ser tuertos en un mundo plagado de ciegos. Quizás sea eso. O quizás, tal y como me ha dicho últimamente alguien a quien quiero mucho, son los que saben meter la cabeza mientras dan empujones a todos los que les pueden hacer sombra. Será eso.

Si alguien no puede solucionarme un problema no me sirve. Y mis problemas, al menos a nivel educativo, distan mucho de poderse solucionar con esos nombres que, un día sí y al otra también, salen en los medios o tienen tropocientos seguidores en las redes sociales.

Conseguir me gustas es fácil. Lo difícil es que me sirvas para algo. Y voy a deciros una cosa… en las sombras es donde se hacen más cosas. Cosas que son las que, en definitiva, sirven a toda la comunidad educativa. Os lo digo por experiencia.

Hay profesionales que valen la pena. Buscadlos donde toca (no solo en las redes sociales y en los medios). Cuando los encontréis, guardadlos como oro en paño. Hacedme caso.

Como estoy haciendo en los últimos artículos, os recomiendo mi nuevo libro sobre educación para mayores de dieciocho, “Educación 6.9: fábrica de gurús”. Lo podéis adquirir aquí (en versión digital o papel). Y sí, me haría mucha ilusión que fuera uno de los diez libros más vendidos sobre educación este curso. Además, adquiriéndolo ayudáis a mantener este blog.


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