Lo siento. La maravillosa frase, vertida de forma recurrente en la mayoría de jornadas educativas y, más aún si en las mismas habla gente alejada del aula, acerca de la necesidad de preparar a nuestros alumnos para trabajos que no existen, me parece una soberana memez. Sí, seguramente habrá alguien que se crea que “ocho de cada diez de nuestros jóvenes trabajarán en algo que aún no existe” pero, lamento informarles de que dicha afirmación ya la realizaban algunos en mi época de estudiante. Y, ahora, más de treinta años después de haber abandonado la enseñanza obligatoria y postobligatoria, me encuentro con una realidad laboral muy parecida a la que, en su momento viví.
No voy a discutir acerca de la evolución de determinadas herramientas que facilitan el trabajo. Tampoco voy a negar la proliferación de medios de comunicación más rápidos, ni de la aparición de determinados nichos laborales que, en esa época, ni se barruntaban pero, resulta que, curiosamente, los que ejercen dichos trabajos son producto de esa formación que, por desgracia, no vislumbraba el futuro. Que alguien compruebe el currículum de los profesionales de hoy en día y, más que formación, lo que han hecho ha sido adaptar la formación recibida a las necesidades laborales que se encuentran en su día a día.
Los docentes no hemos desaparecido siendo sustituidos por robots ni por videoconferencias. La mayoría de docentes siguen haciendo lo mismo que antes, adaptándose al alumnado, con viejas o nuevas herramientas, y otros, por exceso de ganas de experimentar, se suman a determinadas prácticas de chamanismo educativo. No debemos olvidar que, curiosamente, los que más prácticas raras hacen en el ámbito educativo son los que estudiaron esa EGB que, según ellos, no les ha servido para nada. Lo sé, es totalmente contradictorio, pero bueno, dejemos que cada uno se contradiga con lo que le dé la gana.
Con formación de calidad, uno se adapta a los nuevos tiempos. Una capacidad que depende menos de lo que enseñamos y más de las habilidades con las que se doten nuestros alumnos. Habilidades, basadas en conocimientos profundos y exhaustivos, que deben prepararles para el presente porque, nos guste más o menos, preparar para una profesión que no existe con unas herramientas que desconocemos es harto complicado. Bueno, no tan complicado a la vista de artículos y ponentes que nos venden lo anterior.
Resulta sorprendente asociar profesiones de futuro con modas puntuales. También me preocupa que, dichos fenómenos sean considerados tendencia de futuro. No, no tengo nada claro que la formación para ser influencers presente un valor añadido para nuestros alumnos porque, por desgracia, la realidad indica que las nuevas profesiones van a ser ocupadas por dos tipos de personas: las que, con independencia de su formación, han entrado primero en ellas y arramblado una determinada parcela del pastel o los que, con una buena formación, han sabido adaptarse a realidades diferentes con una sólida base del presente.
No compro lo de preparar para un futuro incierto. Compro lo de ofrecer la mejor preparación posible a nuestro alumnado y, en las etapas obligatorias de aprendizaje, centrarnos para que sepan mucho de muchas cosas que, incluso que no vayan a usarlas en un futuro, es el bagaje que les va a permitir adaptarse a todo lo que vaya surgiendo.
Finalmente, permitidme preguntaros, a aquellos defensores de enseñar para un futuro, una cosa. Bueno, un par de cosas que son ejemplos de lo que estoy diciendo en este artículo. ¿Quién ha enseñado a lidiar con la inteligencia artificial y quién la está desarrollando? Pues profesionales que se han educado con un sistema educativo que les ha permitido tener una base sólida y movilizar esos conocimientos que tenían aprendidos porque, aunque no os lo creáis, nadie en las últimas décadas, ha recibido inteligencia artificial como asignatura, salvo algún seminario de pocas horas que se daba en algunas Universidades. Y ya no entro en lo de enseñar a pilotar drones. Es que hay ejemplos para aburrir.
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El futuro no se predice, se hace cada día y no hay garantías de que salga bien. Pretender que la educación sea una garantía es exigir mucho de los docentes. Gracias por el artículo y la reflexión.
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El futuro es incierto, pero la educación es una realidad.