En el fascinante y a veces surrealista mundo de las redes sociales, hemos llegado a un punto donde la notoriedad parece ser el objetivo final, sin importar los medios para alcanzarla. La reciente noticia de una mujer que se acostó con 100 hombres en 24 horas para ganar fama me hace reflexionar sobre hasta dónde están dispuestos a llegar algunos para convertirse en influencers.

Barriendo para casa, me pregunto hoy, qué pasa cuando trasladamos la lógica anterior al ámbito educativo. ¿Qué están dispuestos a hacer algunos para convertirse en influencers educativos? ¿Qué estarías dispuesto a hacer tú para convertirte en uno de ellos?

En el mundo educativo, la figura del influencer ha cobrado una relevancia inesperada. Ya no basta con ser un buen docente, investigador o gestor educativo. Ahora, parece que la clave del éxito radica en tener miles de seguidores en X, likes en Instagram y suscriptores en TikTok. Pero, ¿a qué precio?

Primero, tenemos a los que se dedican a lanzar opiniones incendiarias sobre cualquier tema educativo. No importa si tienen conocimiento o experiencia en el asunto; lo importante es generar polémica y atraer la atención. Estos personajes se convierten en expertos en todo, desde la metodología Montessori hasta la última tecnología educativa, sin haber pisado un aula en años. O, en caso de hacerlo o haberlo hecho, falsificando hasta el infinito sus experiencias personales. Su objetivo no es mejorar la educación, sino acumular seguidores y, con suerte, monetizar su influencia.

Luego están los que se suben a cualquier tendencia educativa sin cuestionarla. Si mañana alguien dice que enseñar matemáticas con malabares es la última innovación pedagógica, ahí estarán ellos, con un tutorial en TikTok y un hilo en X explicando los beneficios de esta técnica revolucionaria. La autenticidad y la reflexión crítica quedan relegadas a un segundo plano. Lo importante es estar en la cresta de la ola, aunque sea una ola de espuma.

No podemos olvidar a los que se dedican a criticar todo lo que no encaje con su visión del mundo. Estos influencers educativos se especializan en despotricar contra cualquier iniciativa que no hayan propuesto ellos mismos. Su estrategia es simple: destruir para destacar. Y cuando se les pide que propongan soluciones, se esconden detrás de su teclado, incapaces de ofrecer algo constructivo. Además, en ocasiones, estos tipos y tipas, se agrupan en determinadas jaurías pedagógicas para atacar y, a su vez, victimizarse.

La triste realidad es que, en muchos casos, estos supuestos influencers educativos saben poco o nada sobre la realidad del aula o la administración educativa. Su conocimiento se basa en artículos de opinión y tendencias de redes sociales, no en la experiencia directa. Pero eso no importa, porque en el mundo de las redes, la percepción es más importante que la realidad.

Tú, que me estás leyendo, ¿qué estarías dispuesto a hacer para convertirte en un influencer educativo? ¿Renunciarías a tus principios y a tu integridad profesional por unos cuantos likes y seguidores? ¿Te convertirías en un experto en todo y en nada, solo para estar en el centro de la atención? ¿Destruirías el trabajo de otros solo para destacar?

La reflexión es inevitablemente mordaz y triste. En un mundo donde la educación debería ser un pilar de la sociedad, hemos permitido que la búsqueda de fama y notoriedad eclipse el verdadero propósito de nuestra labor. Ser un influencer educativo no debería ser el objetivo. El objetivo debería ser mejorar la educación, apoyar al alumnado y contribuir al desarrollo de una sociedad más justa y equitativa.

Así que, la próxima vez que te encuentres tentado a seguir el camino fácil hacia la fama educativa, pregúntate: ¿qué estoy dispuesto a sacrificar? Porque, al final del día, la verdadera influencia no se mide en seguidores, sino en el impacto positivo que dejamos en la vida del alumnado. Salvo, claro está, que nunca hayas tenido ese alumnado, te interese más vender tu libro que estar en tu centro educativo o, simplemente, seas capaz de vender hasta tu propia familia en tus vídeos de TikTok donde, aparte de opinar sobre educación, publicas vídeos bailando con tu familia, haciendo retos virales o enseñando todo el cacho que puedas. Y no, no estoy hablando de casos ficticios.

Cada uno que juegue a lo que le interesa. Mientras unos juegan a las métricas, por suerte la inmensa mayoría de personas relacionadas con la educación están, dentro de sus ámbitos profesionales, dando lo mejor de ellos mismos con muy poco tiempo para publicar, de forma ilegal, fotos de su alumnado y sus aulas en sus perfiles personales. Yo tengo claro de que equipo soy, ¿y tú?


Descubre más desde XarxaTIC

Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.