No me gusta la LOMLOE. No me gusta el DUA y considero que la idea de inclusión que tienen algunos personajes, intentando a toda costa diluir al profesorado especialista de AL y PT, para que hagan algo que no les es propio en aulas masificadas, es un error. Tampoco creo en las inteligencias múltiples, en los estilos de aprendizaje ni en la necesidad de la existencia de las Facultades de Pedagogía tal y como están planteadas hoy en día.
Va, tampoco creo en que el máster de formación del profesorado sirva de nada más allá de sacarse algunos unos euros. Bueno, muchos. Y yendo al modelo formativo, quizás os diría que sin el 90% (y he sido buenista en los porcentajes) de formación inútil que se da por parte de la administración haríamos igual de bien o mal nuestras clases. Ya no entro en la necesidad de cursos de competencia digital que lo único que demuestran es que están diseñados por incompetentes. Lo sé. Soy raro. Bueno, raro, rojipardo, trasnochado y un poco facha. Es que lo de facha algunos, cuando les cuestionas ciertas cosas, es lo único que se les ocurre. A falta de argumentos es lo que hay.
Hay cosas en el ámbito educativo que no quiero comprar. No quiero comprar tampoco determinados manifiestos ni el discurso de mamporreros que personalizan lo peor de la educación. Bueno, repito, lo peor para mí. Como os he dicho anteriormente soy muy raro. No creo en la codocencia porque me gustan más dos clases con quince alumnos que una con treinta y dos profesores. Soy, a estas alturas de la película, de ideas fijas. Al igual que con mis años de experiencia tengo claro que si me metieran en un ámbito, de esos en los que el de Historia da Lengua Castellana y el de Matemáticas, Biología, sé que no es lo correcto para mejorar la educación de los chavales.
Debo reconocer que no soy nada vocacional. Entré por casualidad en la docencia. Me gusta. Eso sí, reconozco que si tuviera dinero dejaría de dar clase. Y también me gusta acabar pronto los viernes. Cuando suena el último timbre del viernes soy más feliz que cuando suena el primero del lunes. Es que soy así. Alguien que intenta hacerlo lo mejor posible en sus horas de clase. Y al que le gustaría cobrar más y trabajar menos. Qué le voy a hacer. A algunos lo anterior y no querer estar pendiente 24/7/365 del trabajo, les sirve para darte carnet de buen o mal docente.
Lo que está pasando con la educación mediática, plagada de tipos y tipas con ganas de trinque o con ideas unicornianas, que solo existen en su cabeza, me disgusta profundamente. A lo mejor es que no sé ver la luz pedagógica. Será eso. Será culpa mía el no ver la calidad de determinadas publicaciones educativas que, al menos después de leerlas, parecen escritas y argumentadas por un niño de Primaria. También será culpa mía no ver la mejora del nivel del alumnado cuando me llega a primero de ESO una parte importante del alumnado sin saber comprender un texto largo. Será eso.
No pienso comprar la mierda de cuatro sectarios que se agrupan en colectivos inclusivos. No pienso comprar determinadas ideas que salen de frases chorras de algunos que, por lo visto, provocan orgasmos cada vez que se pronuncian. No pienso comprar, aunque sea cada vez más extendido, una determinada visión acerca de una educación emocionante, cuyo objetivo dista mucho de ser interesante. Tampoco compro lo de la tecnología a cualquier precio ni las posiciones monolíticas. Y ya no digamos el discurso de aquellos que cuestionan todos los datos porque, según dicen, las evidencias educativas solo benefician al capital. No. Al capital lo benefician ellos con sus ensoñaciones pedagógicas.
¿Me hace peor docente no creer en ciertas cosas? No lo sé, pero ya os digo yo que, por escribir esto en el blog y compartirlo en las redes sociales, no soy mejor ni peor docente que nadie. Eso sí, a diferencia de algunos, yo sí que doy clase en etapas obligatorias. Bueno, a veces.
Como estoy haciendo en los últimos artículos, os recomiendo mi nuevo libro sobre educación para mayores de dieciocho, “Educación 6.9: fábrica de gurús”. Lo podéis adquirir aquí (en versión digital o papel) o en ese pop-up tan molesto que os sale. Y sí, me haría mucha ilusión que fuera uno de los diez libros más vendidos sobre educación este curso. 😉
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