Hay gente que escribe, o escribimos, por encima de nuestras posibilidades. El problema fundamental es que algunos sabemos cuáles son son límites de lo que decimos, mientras que otros quieren dotar de academicismo a un truño, tanto a nivel de redactado, como a invención de la puta bibliografía que acompaña a ese producto fecal. Y sí, por desgracia, es algo demasiado habitual en el ámbito educativo. Ya sabéis que, como he dicho siempre, ser docente no te hace más inteligente, más capaz y, salvo mi caso concreto, más guapo.
En el día de ayer leí otro de esos panfletos que publica un personaje, de esos que nunca sabes muy bien por qué están en todos los saraos, en muchos cobrando del erario público, acerca de la repetición de curso. Un panfleto que lo tenía todo: mala redacción, mala ortografía y, lo que es más surrealista (no es un caso aislado), una invención de la revisión bibliográfica utilizada digna del chatGPT o de cualquiera de esos productos de inteligencia artificial.
El problema no es que este personaje, junto con otros cientos, hagan lo anterior. El problema es que hay algunos que dicen que les gusta lo que escribe. Incluso otros, profesores de Universidad (lo sé, si los de etapas obligatorias tenemos nuestras limitaciones, ellos también), aplauden lo bien fundamentado que está ese artículo. Y tú ya no sabes si descojonarte o preocuparte por el nivel que pueden tener algunos cuando dan clase. Lo mío es cortar cuatro maderas, hacer algunas simulaciones de electricidad o neumática y, si me pongo estupendo, jugar con Arduinos o hacer ciertas prácticas con una impresora 3D. Pero es que cuando alguien habla de investigaciones desde determinados púlpitos, sin haberse leído las investigaciones que menciona, tenemos un problema. Bueno, por lo visto no. Hay una gran parva de indigentes mentales que aplauden con las orejas. Supongo que, al igual que sucede en otros ámbitos, sus líderes espirituales, como esos que pretenden mojar la lengua con menores, son lo más y son incuestionables.
Me lo paso muy bien leyendo ciertas gilipolleces educativas que publican algunos. Me río muchísimo cuando, de forma aislada, cojo algún párrafo sin sentido y me cisco en lo que dice. Es que, si me tuviera que tomar en serio lo que dicen determinados personajes en las redes sociales o lo que publican en determinados medios, me pondría a llorar al ver lo ineptos que son algunos. Bueno, me preocupan más los ineptos que creen lo que dicen sus líderes ineptos porque, al final los primeros son los que acaban haciendo caja de lo limitados intelectualmetne que son los segundos.
Por mucho que vistas la mona de seda, mona se queda. Pues lo mismo con ciertas fábulas educativas o disparates que dicen algunos. Pero qué cohóne. Aquí hemos venido a jugar. Al menos los que tenemos claro que, cuando un economista pontifica sobre educación, sin saber interpretar qué dicen las gráficas que publica, es que ya hace mucho tiempo que lo de que un título universitario demostrara algo dejó de demostrar nada. O quizás, a lo mejor, es que los títulos ya llevan comprándose y devaluándose desde hace más tiempo de lo que pensamos. Será eso.
Sigo de vacaciones. Recordad que esto tiene implicaciones muy positivas para mi salud mental. Eso y la nómina. Porque, vamos a ser sinceros, soy docente vacacional a tiempo completo y vocacional en el momento en que me llega el mensaje del banco diciendo que han ingresado mi nómina. Algo que, por cierto, no me hace ni mejor ni peor docente que uno vocacional. Abrazos y bendiciones. Bendiciones de las buenas, claro está.
Como estoy haciendo en los últimos artículos, os recomiendo mi nuevo libro sobre educación para mayores de dieciocho, “Educación 6.9: fábrica de gurús”. Lo podéis adquirir aquí (en versión digital o papel). Y sí, me haría mucha ilusión que fuera uno de los diez libros más vendidos sobre educación este curso. Además, adquiriéndolo ayudáis a mantener este blog.
Descubre más desde XarxaTIC
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.