En nuestro país nunca se había hablado tanto de temas educativos como últimamente. No es raro ver cómo, día sí y al otro también, los medios de comunicación nos “alegran” el día con alguna noticia relacionada con la educación. Entre hablar de currículo, deberes escolares, calendarios, escuelas de élite, conciertos educativos, concursos de méritos y, un largo etcétera de prácticas educativas maravillosas, amén de numerosos artículos de opinión o entrevistas a algunos de esos gurús del ramo, parece que seamos el no va más en este aspecto. Sí, a uno le da la sensación de que, tanto los poderes políticos como la sociedad, solo están por la labor de mejorar la educación.

El problema es que nunca se había hablado tanto de educación y había habido tan poca afección en las aulas. No estoy hablando de que, en ciertos centros y dentro de ciertas aulas muy concretas se estén aplicando experimentos más que cuestionables. Estoy hablando de que la concepción global de la educación no cambia. No es necesario que cambie todo pero, como mínimo, si lo que se observa mediáticamente tuviera una mínima traslación a las aulas, otro gallo nos cantaría. Lo que pasa es que, como todos sabemos, lo mediático no quita la necesidad de actuar. Los chavales son el objetivo básico de todas las formulaciones magistrales. Y, por desgracia, seguimos jugando a quién innova más o dice la chorrada más grande. Eso sí, desde un púlpito, no sea que la alergia por el contacto con los alumnos obligue a inyectarse a uno una alta dosis de histamínico.

La verdad es que es muy bonito hablar y llenar hojas -tanto en papel como digitales- acerca de lo que podríamos hacer en las aulas. Es fantástico abrir melones y cajas de pandora a partes iguales. Siempre resulta interesante fabular y seguir fabulando acerca de los eones que llevamos poblando la tierra y después jugar al creacionismo más rancio. Que hablar sale gratis. Discutir en determinados ámbitos siempre resulta vigorizante y, cómo no, siempre es divertido ver que lo que sucede ahora en educación a nivel mediático cada vez se parece más a una de esos realities tan poco educativos. Sustituyamos al Jorge Javier de turno por otros nombres más o menos conocidos y, voilà, ya tenemos nuestro debate guay acerca del tema que nos interese. Y ya, con las redes sociales, podemos hacer incluso viral alguno de esos temas tan chulis.

Mañana, cuando vuelva a mi centro educativo que se cae a trozos, masificado a más no poder y me dirija a mi aula, plagada de hormonas, sudando por los poros (aquí todavía hace «caloret» durante el día) de lugares de mi cuerpo que no sabía ni que existían, entraré de lleno en la realidad. Cuando intente arrancar el ordenador del aula, limpie por enésima vez el proyector del que salen miles de puntitos sospechosos, rece para que funcione internet o, simplemente, pretenda que mi alumnado aprenda, me entrará una risa floja. Y algunos ya sabéis el porqué.

Mucho hablar de educación, pero muy poca afección de tanta «charreta» a la realidad. Como dice el refrán, mucho larala pero poco lerele. Eso sí, algunos seguirán jugando al larala porque, al final, siempre es mucho más fácil el hablar que el hacer. No vaya a ser que se hernien. Y ya sabéis a quiénes me estoy refiriendo.

Día de paella y reflexiones en voz alta. Lo que siempre os digo. No pretendáis encontrar nada más en este blog que las reflexiones en voz alta de un docente, ya de vuelta de muchas cosas, que lo único que intenta es vivir fuera del Matrix educativo en el que tanto gusta moverse.

Como estoy haciendo en los últimos artículos, os recomiendo mi nuevo libro sobre educación para mayores de dieciocho, “Educación 6.9: fábrica de gurús”. Lo podéis adquirir aquí (en versión digital o papel) o en ese pop-up tan molesto que os sale. Y sí, me haría mucha ilusión que fuera uno de los diez libros más vendidos sobre educación este curso. 😉


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