Al igual que no debemos hacer caso cuando ese pariente, sacerdote virgen y al que le gustan solo las personas de su mismo sexo, nos explica la mejor manera de hacer un cunnilingus a una mujer en plena comida de Navidad, también hay personas y personajes a las que no deberíamos hacer caso cuando hablen sobre temas educativos. Salvo, claro está, las que por desgracia algún político, de esos del montón, ha dado la batuta mágica para firmar determinadas cosas que afectan, como siempre, negativamente al aprendizaje del alumnado.

Hoy os voy a presentar esa lista de cuñados educativos a los que, al menos en etapas obligatorias, no deberíamos hacer jamás caso.

En primer lugar la mayoría de periodistas que escriben sobre educación. Escriben, por desgracia, sometidos a la presión ideológica del medio en el que escriben y por ello, aparte de escribir muchas cosas que no tienen ningún valor, dotan a las mismas de un valor que no tienen. O, simplemente manipulan la realidad según el amo al que se deben. Muy triste, pero reconocido en pequeño comité por la mayoría de ellos. Siempre me acordaré de aquel periodista que escribía sobre unas determinadas cuestiones que cambió de medio de comunicación y, al hacerlo, cambio totalmente su manera de enfocar ciertas cosas. Además es muy conocido. Y no, no me refiero al Ferreras ni a la Pastor.

También son cuñados top los políticos cuando hablan de temas educativos. No tienen ni pajolera idea de lo que sucede en los centros educativos. Ni tan solo saben nada de los centros educativos y personal que gestionan. Lo sorprendente es que algunos han abandonado el aula hace ya un tiempo y, al poco de aterrizar a gestionar la educación en ciertos despachos, se les ha olvidado la realidad. Qué fácil es acostumbrarse a la buena vida. Por eso hay muy pocos políticos que, habiendo trabajado antes de entrar a la política de docentes, que vuelven al aula. Lo mismo con algunos asesores que nunca nadie sabe de qué asesoran. Y seamos sinceros, uno si esta semana es Ministro de Educación y al siguiente es Ministro de Interior o, incluso Presidente del Gobierno, ¿realmente pensáis que sabe algo de lo que está gestionando? No, no hace falta que me respondáis.

Aquel que dio clase cuando los dinosaurios poblaban la Tierra tampoco es que sea poco cuñado cuando opina sobre temas educativos. La misma idea tiene de lo que sucede en las aulas de nuestro país, especialmente si su andadura fue escasa por las aulas, que lo que sé yo de poner stents. Y eso que llevo un par. Aprovecho para decir que haber recibido clases no te hace experto en saber cómo debe impartirse una clase. Es que solo faltaría que por haber pasado uno por quirófano, fuera experto en la operación que le han realizado. Bueno, si dice que sabe, es que va de cuñado. Por cierto, tener hijos tampoco te hace menos cuñado al opinar sobre temas educativos.

Sí, lo sé. También existen los cuñados pedagogos. Bueno, los malos pedagogos. Que, curiosamente, son los que más salen en los medios y más seguidores tienen en las redes sociales. Yo siempre hago la pregunta de «cuántos pedagogos hacen falta para mejorar la educación en nuestro país». Y siempre tengo la respuesta a mano… «para algo se inventaron los números negativos». Es muy triste que los que deberían asesorar para mejorar la educación solo la compliquen. Si añadimos los cuñados inspectores a los pedagogos, nos sale un ente top del cuñadismo educativo.

Si queréis añado a los influencers cuando hablan de educación. De los cambios que deben hacerse en el sistema educativo para ser mejores que Finlandia. Por cierto, los que hablan y comparan con Finlandia, normalmente son también un poco cuñados. Ser docente, en ocasiones, tampoco te excluye de tener un porcentaje de gen cuñaderil. No se puede ser perfecto. Y he de reconocer que, en ocasiones, yo también he pecado de un cierto efluvio a cuñadez en ciertas cosas que he dicho. Es inevitable. Todos hemos nacido cotillas y cuñados. Lo importante es, gracias a la educación recibida, serlo cada vez menos. O disimularlo cada vez más.

Los que dan nombre a los centros educativos también serían cuñados hablando sobre educación. La Belén Esteban, esa que canta lo del Salchipapa con poca ropa, Messi o, incluso Iker Jiménez, cuando hablan de temas educativos son cuñados de pata negra. Bueno, algunos de la lista anterior lo son cuando hablan de cualquier cosa.

Las redes sociales permiten que la opinión de los cuñados valga lo mismo que la de los expertos. Esa horizontalidad tan maravillosa, en la que un astrónomo que lleva investigando el cielo desde hace décadas esté valorado, por algunos, igual o menos que un astrólogo o alguien que echa cartas porque sale más en los medios o tiene más seguidores en las redes sociales, tiene mucho de preocupante.

Que los cuñados hablen sobre temas educativos no tiene ningún problema. El problema es cuando esos cuñados deciden cosas o, escuchan a otros cuñados, para decidir ciertas cosas en nuestro sistema educativo.

No os enfadéis los aludidos. La verdad es que, como he dicho, todos tenemos parte de cuñados. El problema es no sentir en ocasiones vergüenza por serlo o intentar evitarlo lo máximo posible.

Estos meses voy a ir haciendo un poco de publicidad, si me permitís (bueno, y si no da igual, porque esto es mi blog), de mi nuevo libro sobre educación para mayores de dieciocho, “Educación 6.9: fábrica de gurús”. Lo podéis adquirir aquí (en versión digital o papel). Y sí, me haría mucha ilusión que fuera uno de los diez libros más vendidos este curso que viene sobre educación. 😉


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