Hoy, día de la salud para nadie y día del lamento por no habernos tocado la lotería para muchos, después de una conversación telefónica con Javier, he decidido revivir mis antiguas cuentas en las redes sociales. Existen motivos para hacerlo y, aunque no pueda aún desvelaros el secreto ni haceros spoiler de ellos, sí que puedo contaros que es por algo que me apetece mucho. Y no, no es porque me hayan nombrado -o vayan a nombrarme- Conseller de mi Comunidad, ni me hayan ascendido a Director General de Asuntos Catalanes para la Conselleria de Educación Valenciana. Es algo que me apetece bastante más.

No he vuelto para enzarzarme en peleas estériles y, por eso voy a pasar de contestar a nadie que solo busque gresca (salvo, claro está que me haya despertado con ganas de juerga). Tampoco lo he hecho para buscar pareja, aunque si alguien necesita una fotografía para encontrar cacho, no tengo ningún reparo en prestarle mi, más que agraciada, faz. Ni siquiera lo he hecho para aumentar mi ego. Es todo mucho más simple aunque, como os he dicho al principio, es un secreto que Javier y yo tenemos, por ahora, a buen recaudo. Seguro que más de uno pensará que no puede salir nada bueno de la mente calenturienta de estos dos pero él es una de las mentes más lúcidas del panorama educativo. Al menos más lúcida que la mía, aunque sé que esto no es ningún mérito.

Nunca me he arrepentido de lo que he escrito en el blog ni en las redes sociales. No voy a arrepentirme de lo que escriba a partir de ahora, ni de lo que he escrito en el impasse entre volver a mis antiguas cuentas y la creación de la nueva que me ha acompañado estos meses. Mi identidad real sigue siendo la misma porque, al final tras las redes sociales lo único que hay son personas que, al final, se expresan de forma más o menos entumecida.

Creo que me tocará devolver las monedas de los tres meses que llevo sin horchata porque, al final sin droga uno no aguanta el ritmo que le exige tener un determinado perfil en las redes sociales. Eso sí, vengo a pasármelo bien porque, al final, o uno se lo pasa bien o hacer determinadas cosas no tiene ningún sentido. Follar por follar va a ser que, al menos a una cierta edad, ya no apetece. Es lo que tiene hacerse mayor. Y saber que, por suerte, ya no toca ejecutar posiciones circenses porque, el cuerpo que es sabio y la razón que se impone, sabe que van a tener sus consecuencias.

Así que nada… simplemente deciros que he vuelto por Navidad (para el turrón y los polvorones) y que, al menos por un tiempo, voy a estar de nuevo por aquí.


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