En el día de ayer tuve de nuevo curso pro ámbitos. Ese curso en el que me he matriculado para intentar “ver la luz” en el agrupamiento de materias y docentes en los primeros cursos de la ESO. Sí, eso que permite que, mientras en un aula está el profesor de Tecnología explicando Biología, en la de al lado esté el de Biología explicando Tecnología. Pero no voy a entrar en el tema porque ya he hablado del mismo en múltiples ocasiones.

Lo que sí que quiero hacer es entrar en el tema de la evaluación LOMLOE, ya que ayer la ponente del curso, nos habló de herramientas y de cómo debíamos hacer, tanto la evaluación cuantitativa como la cualitativa. Y, más allá de la aberración que supone en mi Comunidad que las materias agrupadas por ámbitos deban fusionarse en una sola calificación, me gustaría hablar de lo imposible que es evaluar con la LOMLOE. No, no se puede.

En primer lugar permitidme un inciso acerca de la fusión de materias a nivel de calificación. Pues bien, por ejemplo en mi centro educativo, al igual que en todos los que integran ámbitos, podemos tener alumnado que tenga un ámbito que incluya Lengua Castellana, Lengua Valenciana y Geografía e Historia, que no supere Lengua Valenciana y que en su boletín de notas le aparezcan suspendidas tanto Lengua Castellana, Valenciana y Geografía e Historia. Los ámbitos se evalúan conjuntamente, así que ya veis el percal.

Pero vayamos a la clave del surrealismo. A la necesidad legal de evaluar tanto cualitativa como cuantitativamente a todo el alumnado. En mi caso doy clase a 263 alumnos este curso, de los cuales estarían incorporados al modelo LOMLOE la práctica totalidad (ya que imparto ocho primeros de ESO, una optativa en cuarto de académicas y un primero de Bachillerato). Algo que implica, con el número de competencias específicas que se tienen que evaluar, junto con sus conexiones, la necesidad de poner entre 20 y 30 mil calificaciones. Incluyendo los informes individualizados cualitativos para cada uno de ellos, le sumaremos, si queremos hacerlo bien y no usar frases absurdas como las que nos da la administración o las editoriales, le deberíamos sumar, en mi caso, más de 200 informes. Estoy hablando de cosas que deberíamos hacer trimestralmente. Y, no nos olvidemos, coordinarnos con el resto de profesorado de ese curso para hablar de cómo influyen nuestras competencias específicas a los perfiles de salida. Estoy hablando para cada una de las evaluaciones.

Y recordad que estoy yendo solo a la parte legal y sin tener en cuenta al alumnado al que se le ha de adaptar la materia (que tiene más informes añadidos). Parte legal que, para llegar a ella, deberían realizarse comunicaciones con todo el alumnado a lo largo del curso para hablar de la evolución de sus hijos, proceder a explicarles cómo se les está evaluando en cada momento y atender, según normativa, todas las relaciones que se den en espacios comunes del centro porque estamos obligados por la LOMLOE a recabar evaluaciones en todos los espacios. Incluyendo en su momento de asueto (léase patios), que también deberíamos incluir en la evaluación.

Evaluación formativa a lo largo del proceso. Evaluación final. Calificaciones. Informes preceptivos. Reuniones con familias. Observación de procesos,… la verdad es que, para los que tenemos suerte de llegar a conocer el nombre de la mayoría de nuestro alumnado a estas alturas de curso (algo que, por edad, cada vez me cuesta más), es misión imposible.

Tom Cruise no necesita guionistas para hacer una nueva película de Misión Imposible. Simplemente necesita dar clase en nuestro país y proceder a evaluar al alumnado bajo la LOMLOE.

Como estoy haciendo en los últimos artículos, os recomiendo mi nuevo libro sobre educación para mayores de dieciocho, “Educación 6.9: fábrica de gurús”. Lo podéis adquirir aquí (en versión digital o papel). Y sí, me haría mucha ilusión que fuera uno de los diez libros más vendidos sobre educación este curso. Además, adquiriéndolo ayudáis a mantener este blog.


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