Me encantan los discursos de vocacionalidad docente, al igual que aquellos que aíslan la educación de un contexto capitalista. Vivimos, nos guste más o menos, en un mundo en el que el “valor dinero” es lo que permite ser intercambiado por bienes y servicios. Es por ello que acudir al discurso trasnochado de un modelo socioeconómico que no existe en nuestro país, es un error en el que algunos hemos caído en algún momento de nuestra vida. Eso sí, vivir en un contexto en el que el dinero es la clave de muchas cosas (entre ellas mejor educación, sanidad e, incluso justicia -mejores abogados, más posibilidad de salir absuelto), no debe impedirnos, una vez cubiertos nuestros objetivos vitales de supervivencia o de extras que deseamos, poder dedicarnos a otras cosas más o menos relacionadas con el procomún.

Yo estoy en docencia por la pasta. Si no cobrara lo suficiente para mis gastos o mis expectativas, me dedicaría a otra cosa. Claro que me gustaría cobrar más pero, volviéndome a repetir, aunque en mi caso no tuviera problemas para montar modelos de negocio paralelos, sí que me falta tiempo. No tendría problemas porque, por suerte o desgracia, se me dan bien ciertas cosas y desde hace tiempo he recibido y sigo recibiendo ofertas laborales de diferente calado. Pero, como os he dicho al principio de este post, me conformo con lo que tengo. Algo que me hace reflexionar acerca del discurso vacío de gente que “está en educación por que llena sus aspiraciones vocacionales”. Con el estómago vacío no hay vocación que valga. Incluso los curas están trabajando de lo suyo porque se les da de comer, una vivienda y cobran por ello. Los curas cobran un sueldo, ¿no lo sabíais? Es que nadie trabaja por amor al arte si no tiene lo suyo ya satisfecho. No seamos hipócritas.

Me parece perfecto que haya docentes que hayan dejado el aula si creen que la misma no les aportaba suficientes emolumentos. No me parece mal que uno gane 1500 euros por una charla de hora y media que abone una empresa privada. Tampoco que haya docentes que creen libros de texto para una determinada editorial ni que, para sacarse un extra (por tener necesidades pecuniarias o gustos más caros que los míos en este momento) se monten academias online o cualquier otro modelo de negocio. Incluso voy a ir más lejos… no me parece mal que un grupo de personas monten un centro privado y, dentro de los agujeros que tienen los conciertos, pidan ser concertados. La culpa no es suya. Querer hacer negocio con la educación no es malo. Todos los que estamos en educación estamos por la pasta. El que diga lo contrario, o bien miente o bien tiene un concepto muy extraño en su cabeza que le impide ver la realidad.

El problema no es que haya docentes que vendan cosas o que quieran ganar dinero “además de”. El problema fundamental es que uno llega a lo que llega y, por desgracia, muchas horas y mucho curro, implica acabar haciendo las cosas mal. No puede pretenderse hacer bien ocho cosas a la vez. ¿A alguno de vosotros os gustaría meteros en manos de un cirujano sabiendo que la vuestra es la décima operación que realiza el mismo día y que lleva una semana durmiendo poco porque, entre dar clases en Medicina, atender a su consulta privada y operar en la pública no ha tenido tiempo de dormir más? Pues eso. En educación uno no puede explotarse. Bueno, puede, pero sabiendo que el producto que va a vender va a tener muy mala calidad.

Cada vez estoy entendiendo más una concepción empresarial de la educación. Además, seamos sinceros, ¿uno que hace negocio con la educación, directa o indirectamente, no creéis que intenta hacerlo lo mejor posible para ganar aún más dinero? En mi caso, al igual que la inmensa mayoría de profesionales, tanto trabajadores pagados por el Estado como por empresas privadas, que he conocido que trabajan en la educación, lo intentan hacer lo mejor posible. O se venden muy bien. Algo que también requiere su tiempo y su esfuerzo. No es tan fácil estar las veinticuatro horas en las redes para vender y/o venderse.

Finalmente deciros que el problema no es vender ni ganar dinero. El problema es la calidad de lo que se vende y a cambio de qué.


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