En el ámbito educativo, por desgracia, nos encontramos atrapados en un círculo vicioso. En veinticinco años como docente he visto como modas educativas y herramientas, supuestamente innovadoras, que iban a cambiarlo todo, nos han devuelto al punto de partida. Este fenómeno tiene bastante parecido al significado del símbolo del uróboros. Una serpiente que se muerde la cola, representando el infinito y la eterna repetición.
Queremos inmediatez. La misma inmediatez por la que abogan las redes sociales y potencian los medios. Algo intrínseco al modelo de sociedad ¿moderna? que nos han querido vender. Y que, reconozcámoslo, nos han vendido muy bien. Queremos resultados rápidos, soluciones inmediatas y resultados a muy corto plazo. Las herramientas y enfoques pedagógicos, basados en metodologías que acaban siendo más de lo mismo en versión cutre, acaban siendo efímeras y no perduran en el tiempo. La mayoría, por cierto, tampoco se sustentan a poco que alguien pise el aula.
Nos gustan promesas tipo la vida eterna. La seducción que supone la última tecnología educativa o las metodologías de moda, vendidas por algunos a los que se ha encumbrado como gurús, es muy alta. Si te bombardean diciendo «que esto va a mejorar tu aula» o, en el caso de las familias, «que este centro trabaja de forma muy innovadora, aunque escriba en tablillas de arcilla», es muy fácil caer en la tentación. Es que estamos comprando dispositivos electrónicos de última generación (tabletas, pantallas digitales, etc.), pensando que serán la solución a todos los problemas del aula pero, ¿os habéis puesto a pensar en el poco lapso temporal que transcurre antes de que estos dispositivos queden obsoletos reemplazados por la nueva «herramienta milagro»? Yo sí. Y, sinceramente, me marea ver los números de lo que se invierte en cosas que, solo salir de la caja, ya dejan de ser útiles por obsoletos. Bueno, en caso de que la obsolescencia tarde unos años en llegar, seguro que llega antes que la formación «de calidad» para los docentes que deben usarlas.
Lo mismo ocurre con las metodologías educativas. Cada pocos años surge una nueva moda: el aprendizaje basado en proyectos, el flipped classroom, el trabajo colaborativo (de una determinada manera), el DUA, la gamificación, etc., por mencionar solo algunos. Estas modas ganan popularidad rápidamente, pero su impacto real en el aprendizaje a medio y largo plazo es muchas veces cuestionable. Es por lo anterior, si tenemos respeto por nuestro alumnado y su aprendizaje, por lo que terminamos volviendo a los enfoques más tradicionales, cayendo de nuevo en el punto de partida. Un inciso… ¿es más tradicional una metodología basada en lo que decían tipos y tipas del siglo XVIII y XIX o una del siglo XX? Lo sé. Estoy haciéndome trampas al solitario. Pero supongo que entenderéis a qué me estoy refiriendo.
La pregunta que deberíamos hacernos es por qué ocurre esto. En parte, podríamos decir que es debido a nuestra obsesión por la inmediatez y la búsqueda del cambio constante. Queremos ver resultados rápidos y nos deslumbramos por las nuevas promesas de éxito. También se añade a lo anterior un modelo económico basado en la venta de ciertas cosas. El tema de los libros de texto, la mayoría de los cuales cambian cada año sin cambiar nada, es un ejemplo muy claro. Lo que sucede es que la educación es un proceso largo y complejo, que requiere tiempo y paciencia para generar verdaderas transformaciones.
En lugar de caer en esta trampa del uróboros, deberíamos tomarnos el tiempo para reflexionar sobre nuestras prácticas educativas y evaluar, de manera crítica, las herramientas y enfoques que utilizamos. En lugar de buscar soluciones instantáneas, deberíamos centrarnos en métodos pedagógicos con fundamentos sólidos y basados en la investigación. Aislarnos, en definitiva, de la vorágine temporal que nos rodea.
Además, es esencial recordar que el aprendizaje no ocurre únicamente en el aula. La educación va más allá de las modas y las herramientas tecnológicas. Debemos fomentar el conocimiento y aprendizajes que son fundamentales para enfrentar los desafíos del mundo actual. Estos aprendizajes no se adquieren ni dependen, simplemente, comprando una herramienta nueva o abrazando esa nueva metodología que va a solucionarlo todo, sino a través de la interacción real entre estudiantes y profesores.
En definitiva y concluyendo, el uróboros en educación nos recuerda que debemos evitar caer en el ciclo de la repetición de modas y herramientas educativas que en el pasado, en muchas ocasiones, ya demostraron ser un fiasco y que, en lugar de buscar resultados inmediatos y soluciones efímeras, debemos enfocarnos en prácticas metodológicas sólidas y basadas en la investigación.
Lo sé. Es más fácil comprar un Kahoot, un Genially, el iPhone 15 (que hace lo mismo que el 14, para el 99,9% de usuarios, a un precio mayor) o la metodología X que ponernos a leer qué funciona (o puede funcionar) en el aula, aplicarlo e irlo adaptando a nuestro contexto. Ya no digamos si lo que compramos nos lo venden reiteradamente como «el no va más en educación». Quién puede resistirse a comprar un boleto para esa rifa, aun sabiendo que lo que acabes gastando en boletos va a dar, si tienes muchísima suerte, un regalo de precio muy inferior al dinero que te has gastado.
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