Todo es STEM. Bueno, STEM (Ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas) o su innovación en el neologismo, STEAM, a la que simplemente se la añade la sigla de la parte artística. Un desprecio absoluto por las humanidades. En definitiva, un desprecio por todo aquello que no tenga una práctica inmediata, pueda estar sometido a los designios del mercado y esté relacionado directamente con la producción empresarial. Da la sensación que la Filosofía, la Historia, el Derecho, la Educación o, incluso cualquier servicio no relacionado directamente con lo científico o tecnológico, sea algo «para los que no puedan hacer otra cosa». Ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas. Es el todo designado por alguien. Un todo que no modifica la sociedad. Un todo necesario pero no único. Un todo que excluye a gran parte de la sociedad que, libremente, ha decidido no enamorarse de lo STEM.
En el día de ayer salió de nuevo la noticia en la que un alto cargo político, en este caso «la Consejera de Innovación, Universidades, Ciencia y Sociedad Digital de la Generalitat Valenciana, pedía a las familias que animaran a sus hijas a estudiar carreras STEM para lograr una sociedad más inclusiva» (fuente). Tuve que releer tanto el titular como el cuerpo de la noticia en varias ocasiones y pellizcarme en varias partes del cuerpo, antes de creerme que de verdad lo hubiera dicho. ¿Realmente ha dicho que una sociedad inclusiva se logra porque más mujeres estudien carreras científicas o tecnológicas? ¿Realmente que una mujer escriba, sea jurista, maestra, filósofa, arqueóloga o se dedique puntualmente al servicio público, ocupando un cargo político como ella, hace que la sociedad sea menos inclusiva? Con esto del STEM nos están intentando colar ciertas cosas que claman al cielo.
Los países más igualitarios e inclusivos, donde existe menor brecha entre hombres y mujeres, son curiosamente en los que menos se decantan las mujeres por estudiar una carrera STEM. Es lo que se conoce como «paradoja tecnológica de la igualdad de género». Los estudios lo dicen claro: países donde la mujer es menos libre y está más explotada, son los países en los que más porcentaje de mujeres deciden estudiar algo relacionado con la ciencia o la tecnología (enlace). Así que, a poco que alguien quiera entender, entiende que esta campaña de promoción de las carreras STEM tiene poco que ver con la inclusión y trata a las mujeres como seres incapaces de pensar y decidir por su cuenta, mediante una imposición «de que deben estudiar algo científico o tecnológico» porque lo dicen «los que saben del tema». Este paternalismo ante la mujer me cabrea. Y todavía más cuando viene desde otras mujeres.
La presión para que las mujeres estudien una carrera tecnológica es debida a dos motivos: necesidad del mercado y desprecio a las humanidades. Sin olvidarnos, como he dicho antes, del paternalismo que tienen algunos que las consideran inferiores y por eso deben decirles qué deben estudiar. Es alucinante que las políticas de igualdad de género solo aumenten la desigualdad. Y para eso tan solo ver el descenso de alumnas estudiando en carreras científicas y tecnológicas en las últimas décadas en nuestro país (incluso en medicina y ramas científicas donde, hasta hace unos años eran más del 60%), además de la reducción en porcentaje de mujeres que van a la Universidad (fuente).
Lo de potenciar las STEM, generando una Universidad al servicio de la economía, tiene muchos claroscuros. No solo en lo que se refiere a la falsa igualdad de género que se plantea en ciertas políticas de promoción de la mujer para estudiar carreras técnicas (mediante campus científicos desde la más tierna infancia y campañas de publicidad brutales). Especialmente en lo que se refiere a la consideración de determinados ámbitos del saber como algo irrelevante. Y eso es algo que nos debería preocupar a todos.
Por cierto, no me gustaría dejar de comentar el detalle tan curioso de que, en el caso de la Comunidad Valenciana se esté diciendo estas cosas por parte de los responsables de diferentes Consejerías relacionadas con la administración y que, curiosamente, en el borrador del currículo de la ESO que nos ha llegado, se hayan cargado la asignatura de Tecnología en primero de ESO, amén de dejar solo una asignatura optativa en ese curso denominada «Taller de relaciones digitales saludables» con un contenido que no sé muy bien cómo denominarlo. Bueno, sí. Esperpéntico porque no se sabe muy bien qué es lo que debe hacer un docente en la misma.
No al desprecio de las humanidades. No al paternalismo con las mujeres. No a la gestión de la educación para satisfacer al mercado. Es que lo que están haciendo con ciertas cosas no tiene ni pies ni cabeza. Bueno, para algunos seguro que sí.
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