Uno de los eternos dilemas de la modernidad, amén de numerosos debates sesudos por parte, entre otros, de futuros ocupantes de aviones con dirección a Turquía, es responder a la pregunta acerca de si algo debería hacerse a mano, con lápiz o boli, o en Word? Lo sé. He puesto Word y, seguramente para los puristas de lo libre, debería haber puesto LibreOffice. O, para los viejunos, FrameWork o Lotus AmiPro. Espero que me disculpéis, pero Word era mucho más corto.

La pregunta anterior, que es lo realmente importante, es una de las más críticas de la humanidad. Al mismo nivel de si va antes la leche o los cereales. Pero, antes de que os posicionéis, dejadme hablaros de Juanito. Un héroe de las aulas. Un alumno comme il faut. Un líder entre los líderes, mientras gestiona sabiamente su clase de Primaria como delegado de la misma.

Tenemos a Juanito atrapado entre dos mundos: el de su abuelo, que cree que nada supera el encanto de una hoja de papel y un lápiz o bolígrafo; y el de su tía, que no puede vivir sin su MacBook (lo siento, Steve Jobs ha hecho mucho daño en nuestros cerebros), en el cual tiene instalada una suite pirata de Microsoft Office. Sí, Office también funciona en Mac.

Por tanto, Juanito con tanta presión por parte de sus dos familiares favoritos, se encuentra en una encrucijada tecnológica que lo hace dudar incluso de su existencia. Es lo que tiene haber visto Matrix en repetidas ocasiones en alguna de esas plataformas que ofrecen vídeos pirata. Lo de TikTok se lo deja al Kevin y a la Noe siendo, claro está, esos nombres anonimizados frente a nombres reales.

La tía de Juanito está convencida de que cada problema puede resolverse con la última aplicación, gadget o software. Su mantra es: «Si puedes escribirlo en el ordenador, ¿por qué molestarte en hacerlo a mano?». La tecnofilia tiene sus beneficios, claro. La velocidad, la eficiencia y la capacidad de editar con facilidad son solo algunas ventajas. Además, ¿quién no ama el botón de deshacer? Pensadlo en vuestro día a día. Lo interesante que sería deshacer la ingesta dominical de la paella para volver a empezar de nuevo a comerla. El orgasmo gastronómico más absoluto.

Por otro lado, tenemos al abuelo de Juanito, uno de los guardianes de lo tradicional. Para ellos, la tecnología es una amenaza a la autenticidad y el pensamiento crítico. Prefieren el tacto del papel y el sonido del bolígrafo rasgando la página. «Las letras manuscritas tienen alma», dicen.

Entonces, ¿qué hacemos, Juanito? ¿Está condenado a elegir entre dos extremos igualmente problemáticos? La respuesta es un rotundo no. La clave está en encontrar un equilibrio, un terreno común donde la tecnología y lo tradicional puedan coexistir en armonía.

Vamos a verlo así: hay tareas que, sin duda, se benefician de la tecnología. Escribir un ensayo en Word te permite revisar, editar y perfeccionar tu trabajo de manera eficiente. Pero, al mismo tiempo, tomar apuntes a mano puede ayudarte a retener mejor la información. Y no lo digo yo. Lo dicen las investigaciones y toda esa evidencia que, para algunos, solo sirve cuando dice lo que les gustaría que dijera. Cada método tiene su lugar y momento.

Eso sí, ¿sabéis cuál era el verdadero problema de Juanito? Que se estaba meando y necesitaba saber cuál de los baños estaba libre. Y, mientras el abuelo y la tía, se dedicaban a disertar y discutir acerca de chorradas, posicionándose en extremos antagónicos, el pobre Juanito, inmerso en dicho debate, se ha meado encima porque NADIE ha querido escucharle y entender cuáles eran sus necesidades.

Antes de poneros furibundamente a defender ciertas cosas, pensad en escuchar a quiénes os están hablando. A lo mejor hay cuestiones que nada tienen que ver con la necesidad, en todo momento, de jugar a los bandos (no solo) educativos.


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