Nos hemos equivocado en el debate educativo. Yo, uno de los primeros. He asumido que los discursos pedagógicos de algunos, basados en manipulaciones fáciles y búsqueda de enemigos, tenían que ser contestados. Y, además, estaba convencido de que dichos relatos discursivos eran totalmente inocentes e inofensivos para la realidad del aula. Pero, como le dije ayer a alguien… tengo la mala suerte de equivocarme y creer en la bondad innata de las personas. Algo que, aunque la experiencia personal me diga que no es así, cada cierto tiempo, por errores que pensaba que no cometería jamás, me hace volver a tener que pisar de nuevo la realidad.
No podemos, tal y como dijo ayer alguien en las redes sociales (siento no acordarme de quién, pero por cansancio estaba leyendo en diagonal) renunciar a determinadas cuestiones clave. No podemos renunciar a que todo el mundo aprenda. No podemos renunciar a que alguien, por el hecho de haber nacido en una determinada familia, tenga menos posibilidades que otra. No podemos renunciar a la inclusión en mayúsculas, al bienestar emocional y a la salud mental de nuestro alumnado. No podemos mirar a otro lado cuando pasan ciertas cosas en el aula. Y lo que es más importante: no debemos renunciar a que TODO nuestro alumnado aprenda.
Por culpa de algunos que cuestionan a todos los docentes que no piensan como ellos, nos hemos enzarzado en una lucha de guerrillas. Ellos son cuatro, pero con mucho poder mediático. Algo que hace que un discurso irrelevante que aporta pocas soluciones, se convierta en un discurso al que se debe uno oponer frontalmente, haciendo un viraje que, para los que creemos en la educación y en el alumnado en mayúsculas, demasiado peligroso porque implica renunciar a ciertos aspectos que jamás deberían ser cuestionados.
No podemos hablar de aulas de reeducación. No podemos defender la exclusión del alumnado. No podemos, en ningún momento, aislar el tema humano de una profesión muy compleja, tanto en su faceta de dar clase como de administrar toda la gestión que hace que pueda haber alumnado y profesorado en un determinado lugar al mismo tiempo. Y algunos hemos cometido el error, en algún momento, de renunciar a ello en nuestros alegatos.
Los milagros no existen. Las soluciones únicas, tampoco. Lo que sí que tengo claro es que, lo único que estamos haciendo con el posicionamiento «en contra de» es hacer un flaco favor al alumnado. Especialmente a ese alumnado más vulnerable. E insisto, no es fácil saber qué hacer. No es fácil saber qué solución será la mejor. No es fácil dejar de pensar en aquel alumnado al que un modelo como el actual está perjudicando. No tengo una varita mágica. Lo que sí que sé es que hay mucho trabajo.
Yo podría en este momento escribir un libro, tanto desde la perspectiva de la ensoñación pedagógica como desde la perspectiva del todo va mal. Seguramente, uno y otro tendrían sus lectores, vendiéndose muy bien entre ellos. El problema es que, al final y por mucho que en ocasiones me haya posicionado en uno de los dos sectores (que quizás se imbrica más con lo que he vivido profesionalmente), no creo en esa necesidad de que todo sea blanco o negro. Y mis tiempos son los que son. Demasiado cortos para centrarme en una carta concreta de una baraja pedagógica que, según quién, el valor de las cartas varía en el juego.
El debate educativo actual me causa mucha tristeza. Y también tengo mi parte de culpa en ello.
Descubre más desde XarxaTIC
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.