Hay Comunidades en las que han impuesto, al margen de lo que dicen las evidencias y las investigaciones, los ámbitos. Otras, también por decreto carajillero o para ver quién la tiene más larga, han copiado lo anterior para el curso que viene e incluyen, de forma nada sibilina, otros desmanes pedagógicos como el DUA, los objetivos sostenibles (que no se sabe qué sostienen) y una perspectiva de género al aprendizaje. Algún día supongo que alguien me explicará en qué consiste todo lo anterior porque, sinceramente, lo de dar objetivos sostenibles en Filosofía de segundo de Bachillerato no lo veo. Bueno, eso siempre y cuando sigan dando Filosofía en el futuro. Que el objetivo de la educación no es éste.

Las administraciones educativas de nuestro país quieren presentar resultados «solventes» a Europa. Esos resultados solo pueden presentarse en aspectos que se evalúen. ¿Y qué se evalúa? ¿El aprendizaje del alumnado? No. Se evalúa el número de alumnado que titula, el que repite y el que abandona. Los demás datos no importan. No son relevantes para recibir más o menos pasta de Europa. Europa es un gigante al que le interesan solo los datos. Algo que sería una ventaja si no se fuera tan cazurro de actuar a corto plazo y no hacer propuestas a medio o largo plazo. Claro que podemos falsificar datos ahora pero, ¿costaría mucho realizar esa falsificación haciendo intervenciones relevantes en el aula?

Luchar contra los desmanes pedagógicos que impone el Gobierno es harto difícil. Más que nada porque son decisiones políticas y, como bien sabéis a menos que viváis en otro país, aquí somos muy poco de reconocer errores. Si hasta se intenta justificar que uno sea un paleto confundiendo en una votación clave el sí con el no. Y ese señor representa a todos los miles de personas que le han votado. Bueno, aquí se vota a los partidos. Nunca veremos votar a las personas en listas abiertas. Es que, si así fuera, habría más de uno que perderían su salario vitalicio para ir a jugar al Candy Crush. Bueno, ahora al Wordle. Y lo repite cien veces porque, incluso sabiendo la solución, se equivoca.

Por tanto, si ya sabemos que no podemos esperar nada de la clase política que gestiona la educación (como matiz, deciros que a mí todavía me queda una ligera esperanza), hemos de intentar «hacer trampas» para beneficiar al alumnado. Eso salvo que nos hayamos vendido a alguna de esas sectas como la del mindfulness, los neuropringados, los del ABP con mucha P pero poco A, los flipados del flipped, los que se inventan conceptos religiosos como el DUA, los defensores de las inteligencias múltiples y de los unicornios multicolores o, simplemente, de esos que creen que dedicando veinticinco horas al día a su alumnado y menos una a su familia van a conseguir, sin ningún tipo de actuación extra, que su alumnado aprenda mucho más. A ver, que quién dice secta dice estafa piramidal. Para el caso…

¿Cómo podemos hacer trampas en los ámbitos? Pues simplemente cogiendo el ámbito científico (que engloba Matemáticas, Ciencias y, en ocasiones Tecnología) y haciendo que tres profesores (uno de Matemáticas, uno de Ciencias y uno de Tecnología) impartan ese ámbito, cada uno con sus horas previas a la conformación de esa barbaridad pedagógica. Sí, esto ya lo hacen varios centros concertados valencianos. Y triunfan en el período de matrícula. Toca coger lo bueno. Lo del DUA, tres cuartos de lo mismo… se hace inclusión como toda la vida, se busca recursos, se pide ayuda al orientador y, siempre que se pueda, se lucha para no dejar a nadie atrás. A ver, que siempre se va a quedar alguien atrás (por motivos extraeducativos), pero procuremos que sean los menos posible. Y si se pide a la administración recursos porque no se puede hacer el DUA con lo que hay, chapeau. Negocio redondo.

Hay cosas con las que no se puede luchar. Te tienen cogido por la entrepierna con el tema de deber hacer unas horas de formación y tener que chuparte esas formaciones que dan, en muchos casos, a los que se han sabido mover. Pues a disfrutarla. Buscar a alguien de quien copiar y suplir ese truño que te obligan a hacer para reconocerte los sexenios. Ofrecida la formación, nadie dice que debas convertirte a la religión de los magufos. La pena es gastar dinero público en esas cosas pero, sinceramente, gastando más en carteles de obras que en las propias obras, ya lo dice todo.

No hay esperanza de tener un número de docentes y familias que luchen contra ciertos desmanes pedagógicos. No hay esperanza de tener políticos que gestionen la educación basándose en evidencias y no en lo que les vendan cuatro chamanes. No hay solución ante la irrupción de determinadas modas educativas sin ninguna validez científica. Como no hay esperanza, intentemos hacer lo mejor para los chavales. Y lo mejor para nosotros es envidar con el juego que tenemos. Los contrarios juegan muy mal a las cartas y, por eso, posiblemente ganemos en más ocasiones de las que nos creemos.

Finalmente me gustaría decir que ojalá surgiera, desde el Ministerio o desde cada Comunidad, un equipo de trabajo y asesoramiento que se basara en lo que dicen las investigaciones educativas. Que probaran, antes de que algo se expandiera a todos los centros, en unos pilotajes bien diseñados lo que se quiere implantar. Que lucharan contra ciertas cosas que se están vendiendo en educación. Y que, en definitiva, fueran los que dijeran a los políticos que gestionan la educación qué puede y qué no puede ponerse en negro sobre blanco. Pero bueno, esto más que realidad es ilusión. Ilusión que viendo la deriva educativa, donde cada vez los más vulnerables lo tienen peor y muchos de los que no lo eran van a acabar siéndolo, debería no tener. Pero ese resquicio de optimismo es el que me permite seguir escribiendo o diciendo lo que digo…

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