Ahora que existe el boom por incorporar temas de competencia digital, tanto en la capacitación de docentes, como en las aulas y en la relación con las familias, creo que, por desgracia, nos olvidamos de un aspecto básico previo a lo anterior. Sí, me estoy refiriendo a la necesidad de incorporar los aspectos culturales y éticos de lo que representa dicha revolución tecnológica. Obviar lo anterior hace que el uso acrítico de la tecnología se priorice por delante de aspectos que, a la postre, son los más importantes.

Los que conocemos algo lo que sucede en el mundillo de la tecnología educativa (sí, un mundo complejo con sus intereses y reglas de juego demasiado condicionadas por intereses alejados de lo que debería ser el ámbito educativo) sabemos que falta mucha formación en cultura y ética digital. No es sólo la necesidad de incorporar una visión global y temporal de la implantación de la tecnología, es también la necesidad de analizar las implicaciones éticas de usar una determinada herramienta en nuestras aulas o usarla de una determinada manera. Que algo sea lícito, no implica que sea ético y, en el uso de herramientas educativas, hay mucho de falta de ética en su aplicación.

Coger materiales de la red y usarlos sin ser citados correctamente es incurrir en delito. Lo mismo sucede cuando algunos, dentro de la necesidad de buscar y usar recursos, cogen lo primero que ven para ser usado en las aulas. Algo que, no por habitual, deja de ser falto de ética. Igual que lo que supone el coste de determinada tecnología habiendo alternativas libres. ¿Es ético usar en el ámbito educativo programas privativos cuando existen alternativas cuyo uso es más ético? ¿Hasta qué punto comprar licencias de forma indiscriminada por la administración educativa o subvencionar libros de texto bajo copyright no es incurrir en una falta de ética en el uso de recursos públicos? Y si lo anterior es ejecutado de forma repetitiva por la administración, ¿no deberíamos incorporar algún mecanismo para que lo anterior pudiera ser cuestionado masivamente por la comunidad educativa? ¿No valdría para lo anterior unos aprendizajes acerca de lo qué es y no es ético en el contexto digital en el que nos movemos. Sí, ya sé que los libros de texto que he usado anteriormente no vale como ejemplo de una supuesta falta de ética en su adquisición por parte de la administración, pero sí como ejemplo de lo que debería cuestionar esa ética tan minusvalorada a la hora de incorporarla dentro de las aulas. Un detalle, no todas las alternativas libres son éticas porque, en muchas ocasiones, ponen más en riesgo los datos del alumnado y su privacidad, que las aplicaciones/herramientas privativas.

¿Y la cultura? ¿Puede ser que a estas alturas de la película nos encontremos con que haya docentes, alumnado y familias que desconozcan qué se está haciendo en tecnología educativa? No es sólo la necesidad de usar la herramienta y usarla bien, es saber lo que ha llevado a la aparición de dicha herramienta. La cultura tecnológica y su evolución ha quedado reducido a unos párrafos donde el alumnado memoriza las fechas y no lo que supone esa tecnología que en un determinado momento se incorporó a determinadas profesiones. Lo mismo con los docentes… uso acrítico y sin base cultural de herramientas tan extendidas como, por ejemplo, Moodle. Sería interesante preguntar a los docentes que usan Moodle qué significan las siglas, quién lo creo o la ética que subyace tras su uso. Veríamos que el porcentaje de docentes que responden correctamente a las tres cuestiones planteadas sería muy bajo en proporción de los que lo usan. Y eso significaría que no tienen la competencia digital asumida correctamente porque, a pesar que nos lo vendan de forma diferente, la competencia digital no sólo debe darse en el uso de una herramienta, debe darse en los aspectos culturales y éticos que llevan a usarla en el aula.

Reconozco que es mucho más cómodo usar la herramienta que entender de dónde viene la misma, el interés que subyace tras su uso y las implicaciones éticas del mismo. Eso sí, que reconozca que es más cómodo, no obvia la necesidad de que tanto alumnado, como docentes y familias, sean capaces de conocer el valor cultural de la tecnología que están usando y analizar qué supone su utilización para no hacerlo por el simple hecho de usarlo.

El uso de herramientas digitales y saber usarlas para mejorar el aprendizaje de nuestro alumnado es importante pero no lo es más que saber de dónde proceden esas herramientas y comprender, a nivel ético, lo que implica que se usen. ¿Por qué antes de empezar a introducir la robótica de forma indiscriminada, los lenguajes de programación o cualquier otra herramienta tecnológica no establecemos unas bases para entender el porqué de su uso y establecer un modelo ético asociado a esa introducción? Quizás hacer lo anterior nos evitaría, en el futuro, muchos problemas.

Me pido ser Director General de Ética y Cultura Digital de mi administración educativa. Ahora en serio. Lo que pido es que las administraciones educativas tengan algún tipo de figura en su organización que se encargue específicamente de estas cosas porque, para mí, es mucho más importante lo anterior que el reparto de tecnología, el uso de determinadas herramientas o el modelo de competencia digital que, de forma muy torticera, se está planteando con determinadas acreditaciones.

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