No se va a cambiar la política educativa desde una tira, supuestamente cómica, ni desde una crítica, más o menos fundamentada contra ciertas prácticas y discursos, en las redes sociales. Lo anterior sirve para que algunos puedan vender libros, largarse del aula o conseguir palmaditas en la espalda. Unas charlas semanales tampoco van a cambiar la educación. Por mucho interés que tengan los participantes a las mismas para hacerlo.
La educación, o más bien el sistema educativo, solo puede cambiarse desde cuatro lugares: el propio centro educativo, las asociaciones con propuestas y presión en los medios, los sindicatos o los partidos políticos. No hay otra opción. Seguro que os gustaría que fuera diferente y que, por tener tropocientos mil seguidores en alguna red social, se os hiciera caso, pero las cosas no funcionan así. Los ámbitos en la Comunidad Valenciana, por ejemplo, solo los ha frenado una sentencia judicial, interpuesta gracias a una determinada asociación. Es muy difícil intentar ir de francotirador para cambiar las cosas. Puedes lucrarte o sacar tajada. Incluso pueden invitarte a que expongas tus ideas en el Ministerio o en la administración educativa de turno. El problema es que ahí te quedas. Algo que está muy bien para algunos. A otros se nos queda corto.
Los docentes deberíamos asociarnos. Deberíamos tener un espacio, al igual que sucede con otros colectivos, para difundir ideas, plantear de forma coordinada medidas y realizar propuestas. La asociación propone. Un ente superior, denominado por ejemplo sindicatos o partidos políticos, dispone. Y realiza esa parte tan importante que es la defensa de los trabajadores. Recordad que defender a los trabajadores implica, de rebote, que se mejore el servicio que ofrecen.
Los cargos políticos son los que rubrican finalmente qué se hace en las aulas. Quizás sea un lugar inhóspito para la mayoría de nosotros pero, al final, como profesionales de la educación e interesados en la mejora educativa, debemos ser capaces de poder influir sobre ellos. Y repito que la única manera de influir sobre ellos es mediante asociaciones y organizaciones sindicales porque, al final, la única manera de hacer presión es con un grupo de profesionales e interesados en la educación, que luchen de forma coordinada por mejorar las cosas.
Eso sí, por favor, no confundamos asociaciones ni sindicatos con partidos políticos ni sectas porque no es lo mismo. Los criterios técnicos deben primar. Los derechos de los trabajadores, con independencia de su ideología, por el simple hecho de ser docentes, también.
Hay lugares para cambiar la educación. En otros, simplemente, lo que hacemos es pasar el tiempo, lanzar soflamas para conseguir réditos personales o que aplaudan los nuestros o, simplemente, enzarzarnos en debates muy interesantes que no llegan a ninguna parte y que, al poco, son sustituidos por otros.
Toca asociarse. Toca sindicarse. Toca hablar en los centros donde se trabaja. Toca, en definitiva, hacer lo único que puede llevar a cambiar las cosas. Y no estoy hablando solo de educación aunque, por desgracia, en otros ámbitos laborales hace mucho tiempo que lo tienen claro.
¿Qué pasa si no existe esa asociación o sindicato que nos represente? Pues los creamos.
Como estoy haciendo en los últimos artículos, os recomiendo mi nuevo libro sobre educación para mayores de dieciocho, “Educación 6.9: fábrica de gurús”. Lo podéis adquirir aquí (en versión digital o papel). Y sí, me haría mucha ilusión que fuera uno de los diez libros más vendidos sobre educación este curso. Además, adquiriéndolo ayudáis a mantener este blog.
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