Queridos Reyes Magos,
He sido muy, pero que muy bueno este año. Así que me imagino que esta noche me traeréis un camión de regalos. Si son una flotilla, tampoco voy a deciros que os habéis pasado. Pero no penséis que soy un egoísta materialista. No, no. Este año, mis propuestas de bondad y mis propósitos para el 2025 están orientados a convertirme en el defensor número uno de todo lo políticamente correcto y pedagógicamente cuestionable. ¡Venga, que hay que ser inclusivo y moderno!
Para empezar, voy a ser la persona más amable y dulce del planeta. Tanto, que me apuntaré a todas las jornadas de pedagogías truchas que se celebren. Sí, habéis leído bien. Esas pedagogías que, aunque no se sostienen ni con pinzas, tienen nombres tan rimbombantes y bonitos que (casi) nadie se atreve a criticar. Qué sería de nuestro sistema educativo sin un buen aderezo de teorías vacías y charlatanes con carisma. Pues ahí estaré yo, aplaudiendo con las orejas y defendiendo lo indefendible.
Además, he decidido que me uniré a un colectivo educativo inclusivo. Pero no a cualquiera, claro. Elegiré aquel que más se ajuste a mis ideales (o a la ausencia de ellos). Prometo ser el abanderado de todas las causas justas y nobles, aunque no tenga ni idea de lo que estoy defendiendo. La inclusión es lo más importante, aunque implique que tenga que tragarme sapos pedagógicos.
Y, por supuesto, no puedo olvidarme de mi gran defensa del mindfulness, el DUA y, por qué no, la paella con chorizo. Sí, amigos, porque si algo hemos aprendido estos últimos años, con la proliferación de gurús y la expansión del pedagogismo (des)ilustrado, es que cualquier moda educativa es bienvenida, aunque sea ridícula.
Prometo hacer sesiones diarias de mindfulness con mis compañeros de curro, aunque seguramente prefieran estar en cualquier otro lugar. Además, el Diseño Universal para el Aprendizaje (DUA) será mi mantra. Lo aplicaré a rajatabla, aunque implique rellenar formularios infinitos y organizar actividades que nadie entiende. Y… qué decir de la paella con chorizo. La defenderé con uñas y dientes. Porque si hay algo más español que una buena paella, es una paella adulterada con ingredientes discutibles.
Pero eso no es todo. Este año, me comprometo a ser el azote de los escépticos. Aquellos que osen cuestionar las maravillas de las pedagogías truchas, el mindfulness, el DUA o la paella con chorizo recibirán mi crítica mordaz y nada fundamentada. El pensamiento crítico está sobrevalorado. Es mejor seguir ciegamente lo que dicen los gurús de la educación, que seguramente saben más que nosotros, simples mortales.
Así que, queridos Reyes Magos, espero con ansias vuestros regalos. Prometo ser tan bueno y políticamente correcto que ni los unicornios podrán igualar mi nivel de bondad. Y quién sabe, quizás este año me traigáis un poco de sentido común envuelto en papel brillante. Aunque, pensándolo bien, eso sí que sería un milagro.
Espero que seáis suscriptores de este blog o me sigáis en las redes sociales porque, por desgracia, no llego a tiempo para enviárosla por medios más tradicionales.
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