A las personas que reparten carnets

Puedo entender que uno compre el abono de temporada del Barcelona, del Madrid o incluso del Valencia. Puedo entender que uno se saque el carnet de la biblioteca escolar de su pueblo, de alguna asociación en defensa de algo o, incluso ponga su nombre y apellidos para que le envíen el carnet de un determinado partido político. Es muy lícito comprar carnets. Es sinónimo de libertad. Y también es libertad no querer comprar ningún carnet o, incluso, romper uno que hubiéramos adquirido porque, o bien no me representa, o bien ha dejado de representarme.

También hay personas que reparten carnets. Carnets de feministas, carnets de fachas, carnets de comunistas, carnets de racistas, carnets de buenas y malas personas. Hay carnets para dar y vender. Y repito, gente que le encanta, repartir cual flyers de discoteca, carnets de pureza ideológica. Porque, tengámoslo claro, los que reparten carnets siempre son puros, saben qué nos conviene y, por qué no decirlo, se hallan en esa posición autoerigida que les permite hacer lo anterior.

Nadie llega a repartir carnets sin que haya gente que le haya dado ese permiso. Son permisos que se ganan a base de repetir ciertos mantras, señalar a los díscolos y mucha mediatización del asunto. Además habitualmente estos que reparten carnets, cuando las cosas salen mal, le echan las culpas al que se lo han repartido por no “ser suficientemente merecedor del mismo”. Sí, el mismo discurso que sucede en educación con ciertas metodologías. No funcionan porque no has sabido aplicarlo. No porque la metodología sea un fiasco. La culpa, siempre, del que se halla frente al alumnado heterogéneo.

Yo les pediría a las personas que reparten carnets que, por favor, intenten comprender que, por mucho que lo intenten, en ocasiones esos carnets representan lo contrario de lo que certifican. La corrección no es lo que crea yo ni lo que creas tú. Ni lo que crean esos que reparten carnets. Lo correcto es lo que, en cada momento permita, dentro de la libertad individual de uno, proceder a la mejora individual o colectiva sin menoscabo de libertades de terceros. Es así de simple. Tan sencillo como vivir y dejar vivir.

El problema de los que reparten carnets es que ni viven ni dejan vivir. Dejad de preocuparos por si yo como carne el lunes, pescado el martes, decido hacer ayuno el miércoles o voy a misa el domingo. Es todo mucho más sencillo. Podéis cuestionar que uno coma carne los lunes. Por comer carne y por ser lunes. Incluso por ambas cosas. Otrora sería que aprovechéis esa casuística para decir que, al comer carne los lunes, te niego el carnet de creyente en el cambio climático. Y por ahí no paso.

Los carnets que se reparten, al igual que la pureza ideológica, son igual de falsos. Solo existen en la imaginación o creencias de quien los otorga o quien dice que los posee. Es así de simple.

Perdonadme esta reflexión en voz alta. Ya, pido disculpas de antemano por si alguien se ofende con lo que digo porque, a ver si uno no va a poder seguir disfrutando de su parada de carnets. Y, como bien saben los que me conocen de cerca, yo solo quiero el bien para todo el mundo. Incluso para los que reparten carnets.

Publicaciones Similares

2 comentarios

    1. Creo que de esos no tengo. Ni de ninguno. Pero bueno, seguramente alguien te está vendiendo el carnet de comentarista manipulador. Que sí, que publico igual estos comentarios. No te preocupes.

Deja un comentario