La última señal de TORREZNO 3PO se recibió a las 23:47.
Un mensaje críptico enviado desde una cuenta secundaria:
“Si alguien lee esto, que no me evalúe. Que me rescate.”
Después, silencio.
Días más tarde, alguien reconoció haberlo visto salir de un congreso educativo con acreditación colgada al cuello, mirada perdida y una sonrisa sospechosamente neutra.
La verdad era más oscura.
TORREZNO había sido secuestrado por una secta pedagógica ultraconectada.
Su nombre:
«Los Intangibles.»
Su objetivo:
Reformatear todo aquello que no encajara con su dogma metodológico.
Lo llevaron a un centro de «reprogramación didáctica».
Un lugar blanco, sin pupitres.
Solo cojines, frases colgantes como “no existe el error” y una sala llamada Espacio para Desaprender.
Cada mañana, TORREZNO recibía sesiones de reeducación:
- Lectura obligatoria de libros que hablan de innovación sin usar ejemplos.
- Visionado continuo de charlas TED donde la palabra “disrupción” se dice 48 veces por minuto.
- Dinámicas de grupo con gente que habla de educación sin mencionar jamás al alumnado.
La Facilitadora, con sonrisa empática, le susurraba cada día:
-Tu experiencia es una construcción.
-El aula real es una ilusión.
-Solo lo medible emocionalmente es transformador.
-Olvida. Olvida. Fluye.
Le mostraron gráficas de color pastel, mapas de pensamiento en espiral, y PowerPoints con frases como…
«Evaluar es etiquetar. Enseñar es obstaculizar.»
A la tercera semana, TORREZNO ya no recordaba el nombre de ningún alumno.
Ni lo que era una pizarra.
Ni el sonido de un patio.
Solo repetía frases como:
-Mi presencia como educador es disruptivamente líquida.
-La evaluación es un acto de colonialismo cognitivo.
-No doy clase: deconstruyo narrativas en círculos sentipensantes.
Pero algo falló.
En la última sesión, le pidieron que diseñara una unidad didáctica sin contenido, sin objetivos y sin alumnado.
Solo con velas.
Y TORREZNO colapsó.
Un destello.
Una imagen le volvió a la mente:
Un alumno en 1º de ESO que, después de suspender tres veces, dijo:
«Profe, ¿me puedes explicar otra vez pero sin gritar?»
Ese recuerdo lo salvó.
Volvió a su programación original.
Se levantó.
Y dijo en voz firme:
-He visto más pedagogía en un aula con tres sillas rotas que en cien frases colgadas de una cuerda con pinzas de colores.
Y huyó.
Rompió una cortina de macramé, saltó por encima de un círculo de escucha activa, esquivó un globo de diálogo colaborativo…
y escapó.
Esa noche, en su nave, solo escribió una línea: “La educación real no necesita iluminados. Necesita luz.”
Y cerró su bitácora de observación.
Por ahora.
¿Epílogo?
Quizá en otro centro.
Quizá en otro planeta.
Quizá, simplemente, en el aula de siempre…
donde alguien aún le llama “profe, digo, Torrezno”
mientras le enseña, sin querer, todo lo que de verdad importa.
El curso que viene… ¿volverá?
Podéis encontrar todos los capítulos de TORREZNO 3PO en la siguiente página. Espero que lo estéis disfrutando. Gracias por acompañarme en sus aventuras.
Descubre más desde XarxaTIC
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.
1 comment
Queridos Torrezno y Jordi: gracias por el viaje. Aprendí, desaprendí y reaprendí sobre mi docencia con tus experiencias y mis reflexiones. Gracias por la visita profe Torrezno, no tardes en regresar.