No tengo opiniones monolíticas. Menos aún acerca de temas educativos. Puedo ir modelando mi visión acerca de ciertas cosas en función de experiencias, lecturas o, simplemente, porque, en ocasiones -también en educación-, toca poner los pies en el suelo y dejarnos de fabular acerca de ficciones que, por más o menos agradables que puedan ser, chocan con la realidad y la necesidad.

Una de las cuestiones en las que he variado mi posición, excesivamente extremista previamente acerca del asunto, es en lo que hace referencia al uso de los libros de texto. He pasado de considerarlos un elemento diabólico que debía ser desterrado del aula por mi creencia, totalmente absurda conforme pasa el tiempo y conozco más ese mundillo editorial, acerca de la desprofesionalización que suponía ese elemento en nuestras aulas. Pues va a ser que no es así. Los libros de texto son un elemento de apoyo fundamental tanto para docentes como para el alumnado. Bueno, matizo, los buenos libros de texto. Al igual que sucede en las novelas, hay libros de texto buenos, malos y nefastos.

Estoy convencido de que los libros de texto, configurables y ampliables mediante diferentes herramientas, deberían ser suministrados por parte del Ministerio de Educación. Traducidos, adaptados y realizados por un equipo de trabajo interdisciplinar de docentes que, mediante diferentes comisiones de servicio, se encargaran de su confección y actualización. Sé que es algo utópico y, por eso, aunque crea en lo anterior, debo hablar de lo que hay en la actualidad: libros de texto de determinadas editoriales y materiales en red publicados altruistamente por docentes. Y, aunque me parezca fantástica la iniciativa de esos docentes que comparten materiales que hacen en su aula, no tiene nada que ver ese material «de aficionados» con un material realizado por un equipo técnico que incluye, desde al/a los autores pedagógicos del material hasta los técnicos que le dan forma.

Pero entrando al meollo del asunto, ¿cuál es el motivo por el que es necesario disponer de guías o libros de texto? Pues porque, a menos que seas un docente que trabaje en otra galaxia, vas a pasar por todas las asignaturas que incluye tu especialidad (bueno, ahora con los ámbitos, se te amplia el abanico en unas cuantas más). Y, por ejemplo, si eres docente de Geografía e Historia, podrás dar, como mínimo, docencia en las siguientes:

  • Geografía e Historia 1º ESO
  • Geografía e Historia 2º ESO
  • Geografía e Historia 3º ESO
  • Geografía e Historia 4º ESO
  • Actividad emprendedora y empresarial (varios cursos, en función de la Comunidad Autónoma)
  • Historia de España Bachillerato
  • Historia del Arte Bachillerato
  • Historia del Mundo Contemporáneo Bachillerato
  • Historia Troncal Bachillerato
  • Geografía Bachillerato

Y, seguro que me estoy dejando alguna. Además no cuento los ámbitos que se dan en PMAR ni las asignaturas de ámbito que pueden dar actualmente en algunas Comunidades Autónomas. Así pues, tirando por lo bajo, más de 10 asignaturas en las posibilidades de impartir. Más de 10 asignaturas para preparar materiales. Pues va a ser que, salvo que no tengas vida o tengas más de siete vidas, es imposible montar todas las asignaturas desde cero. Menos aún cuando, como todos los que hemos trabajado dando clase sabemos, un curso te toca dar un curso y al siguiente otro. Eso sin contar la aparición de nuevas asignaturas que, por decreto, te asignan a tu especialidad. Imposible. Bueno, salvo que hagas churromateriales.

Lo anterior es una de las claves del asunto. Por cierto, aprovecho para hacer un inciso y comentar que, por mucho que algunos insistan en su discurso de los Reyes Godos, los Reyes Godos no se han dado, como mínimo, desde que empecé a estudiar. Ya no digo desde que empecé a dar clase. Y añado, tampoco conozco a casi ningún compañero que haya usado el libro de texto como una Biblia que repitan como loros. Salvo, claro está, esas excepciones que algunos se empeñan en sacar en las redes sociales. Redes sociales que, cada vez más, no aportan nada más allá de debates estériles, más o menos encarnizados, sobre la conversión de la educación en una mala película, con poco presupuesto, de ciencia ficción.

Ya si eso vuelvo al domingo en el que me convierto, por necesidad y creer en la higiene doméstica, en chacha. Pero es que, esperando que se secaran las habitaciones después de haber pasado el mocho, he preferido pasarme unos minutos por aquí y escribir unas líneas. No me lo tengáis en cuenta.


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