Llevo mucho tiempo analizando qué están publicando algunos docentes, de todas las etapas educativas, en sus redes sociales PERSONALES. Son cientos, por no decir miles, de imágenes tomadas en el aula, de actividades que están haciendo su alumnado y opiniones, siempre de forma sesgada, acerca de su aula, su alumnado, sus compañeros y su centro educativo. Y ello me lleva a pensar en la cantidad de tiempo que supone lo anterior. Ya no es solo que la publicación de estas cosas, salvo por canales oficiales (léase web o redes sociales autorizadas del centro educativo o administración educativa) sea ilegal hacerla. Es que me preocupa el objetivo final de todo ello porque, ¿qué le aporta a un padre saber que en la red social que usa el profe de su hijo se ha publicado una actividad que ha hecho el mismo? ¿Se va a obligar a los padres a seguirles en X, Instagram o TikTok? ¿No veis que no es el lugar para hacer difusión de ciertas cosas?
Pero, más allá de lo anterior, me sorprende ver a algunos quejándose de la gran cantidad de burocracia que tienen y, curiosamente, alardear en las redes sociales de que han participado, entregando cientos de documentos, en los premios PERSONALES que otorga una entidad bancaria, una empresa armamentística o la tienda de comestibles de la esquina. Da igual quién los otorgue. Lo importante es que para unas cosas dicen que no tienen tiempo y les sobra para otra. Otro tema sería que dedicaran su tiempo a hablar de cómo mejorar la educación, criticaran lo que no funciona o, simplemente, lanzarse ladrillazos a la cabeza entre quienes piensan diferente, pero… ¿hacer burocracia a tope para participar en ciertas cosas, en las que participan por ser docentes, para después, criticar en una publicación de X, la burocracia que les exige la administración? No lo entiendo. Bueno, a estas alturas de mi vida puedo entender cualquier cosa.
Yo he escrito libros sobre educación. Malos libros, por cierto. He trabajado en el lado blanco, gris y negro. Leo cosas y voy publicándolas en este blog. Incluso, en muchas ocasiones, reflexiono acerca de temas educativos. Y también he publicado materiales que he elaborado para mi asignatura. Pero, al menos desde hace muchos años, no he publicado NADA relacionado con lo que he hecho PARA LO QUE ME PAGAN. No difundía fotos de mi aula, con los maravillosos trabajos hechos por mi alumnado ni tampoco he hablado ni bien ni mal de mis compañeros de centro. A veces he mencionado, con permiso, alguna conversación sobre temas educativos que he tenido con ellos. Pero no he montado jamás un teatrillo para publicar un proyecto en MIS redes sociales, darme jabón por haber hecho no sé qué o, simplemente, pasar más tiempo ideando cómo puedo quedar bien que intentando hacer las cosas bien. Por eso me preocupa ver a tanto docente farandulero que, curiosamente, vive en las redes sociales de decir SUBJETIVAMENTE lo mucho que hace, lo bonito que es todo lo que está haciendo y participando en miles de cosas relacionadas DIRECTAMENTE con su trabajo docente que, ya de por sí, está siendo remunerado.
A vueltas con la pregunta que he intentado responder SIN ÉXITO en el post de hoy me sigo preguntando… si alguien VIVE DE PUBLICITARSE, ¿cuándo tiene tiempo de hacer algo útil en su profesión? Vale no solo para la docencia. Y repito, no se trata de tener más o menos visibilidad en las redes sociales; se trata de tener esa visibilidad por cosas que no se consigan o vayan en detrimento de una profesión para la que le pagan para otras cosas. Ahora creo que me he explicado un poco mejor.
Siempre que hago una pregunta espero vuestras respuestas. Y, por favor, no vayáis al típico ad hominem porque, en mi caso ya os he dicho que cuando escribo en este blog lo hago porque me apetece hacerlo, no uso mi trabajo para promocionarme ni decir LO BUENO Y MARAVILLOSO que soy y, en ningún momento, ni quito ni una hora de trabajo a mi profesión ni lo hago en mi horario laboral.
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