Ayer me llegó un mail de una compañera de Primaria en el que me explicaba que le han enviado un correo desde el equipo directivo obligándola a que, en sus clases, use el ABP (aprendizaje basado en proyectos). En el mail se dice que, por decisión de centro, se va a optar por eliminar los libros de texto en los primeros cuatro cursos de Primaria y se van a realizar reuniones en julio para planificar los proyectos, junto con el diseño de los materiales, que van a llevarse a cabo en los diferentes cursos.

Ella me comenta que no se ha hecho ningún Claustro para debatir el tema y que todo es producto de las personas del equipo directivo y de un par de maestras que, por lo visto, llevan unos años trabajando haciendo esas cosas. Además añade que, curiosamente, ella siempre se encuentra con déficits importantes de lectoescritura y habilidades matemáticas del alumnado que le llega. Algo que le obliga a hacer esfuerzos ingentes para que aprendan lo que no han aprendido antes. Pero bueno, eso es su opinión y ahí, como no trabajo en ese centro ni conozco la casuística exacta, no puedo afirmar o denegar esa apreciación.

Lo que sí que me preocupa es que cada vez hay más centros educativos en los que se imponen determinadas pedagogías. Especialmente sucede lo anterior en Primaria aunque, por lo visto, cada vez se está trasladando a Secundaria. Podría hablar de centros que usan metodologías Montessori, Waldorf, imponen las inteligencias múltiples, el ABN, el ABP o cualquiera de las otras modas, sin ningún tipo de evidencia científica ni validez en su funcionamiento. Son cada vez más como he dicho al principio. Y va in crescendo…

¿Os imagináis que un centro educativo impusiera la clase magistral? ¿Os imagináis que dijera que debe prescindirse de cualquier proyecto para trabajar siguiendo en exclusiva lo que dice el libro de texto de la editorial con la que ha negociado el equipo directivo? ¿Os imagináis que se obligara al alumnado a recitar en voz alta capítulos de determinados libros o se impusiera desde un director, al que le gustan determinadas lecturas pero que es de Tecnología, los libros que han de leer el alumnado en los diferentes cursos? ¿Os imagináis que los docentes de castellano dijeran a los de sociales cómo deben explicar su asignatura? Seguro que a más de uno os chirriaría lo anterior. Estoy convencido de ello.

Entonces, ¿por qué se acepta acríticamente que se impongan determinadas metodologías o pedagogías en los centros educativos? ¿Por qué se permite esa injerencia por parte de equipos directivos, en la mayoría de ocasiones sin pasar por Claustro, de ciertas prácticas que distan mucho de estar validadas y que nadie sabe si mejoran el aprendizaje? Sí, vale para ambos casos. Tan malo es imponer una clase magistral como imponer una «metodología activa» (¡qué poco me gusta el falso concepto!). Pero da la sensación que no haya nada más democrático que imponer una determinada manera de dar clase. Especialmente si se puede denominar, aunque sea más vieja que la del visillo, como «innovadora».

No a la imposición pedagógica. Los profesionales, que saben el tipo de alumnado que tienen y que saben cómo adaptarse a ellos, son los que deben decidir cómo dar clase, qué recursos son los mejores o, simplemente, qué necesidades tienen los que tienen delante suyo. Otro tema es que haya cosas que deban erradicarse de las aulas pero, para eso no vale la opinión de un iluminado. Para eso se necesita una agencia de evaluación que funcione porque, como bien sabemos, las encuestas internas, la subjetividad o los sesgos interesados manipulando la evaluación para que dé lo que uno quiere que dé, son algo muy perverso.

Finalmente no me gustaría cerrar este post sin decir que es ser muy (…) pedir a los docentes que no comulguen con un determinado proyecto educativo que abandonen el centro. En la diversidad y heterogeneidad está la riqueza de la educación. El fascismo no debe tener cabida en nuestras aulas bajo ninguna de sus formas.


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