Lo reconozco. Soy un infiel confeso a las herramientas educativas. He amado y odiado tanto, a la vez que he cometido el pecado de tríos e incluso orgías masivas que, reconozco que no entiendo el cariño, llevado hasta el extremo, de algunos por determinadas herramientas educativas. Ya no es solo el enamoramiento más clásico de algunos docentes por los libros de texto. Hay una modernización de ese cariño por determinadas herramientas TIC, que hacen que dicho cariño se convierta en una obsesión enfermiza por una determinada multinacional o modelo económico que subyace tras el uso de algunas de ellas. Y además, ni tan solo te pagan por meterlas en el aula ni promocionarlas en las redes sociales. Sinceramente, no lo entiendo.
En los últimos tiempos han saltado a la palestra gravísimos problemas de seguridad que han tenido algunas de ellas y otras, después de haber dejado que te enamoraras completamente de ellas, han restringido las condiciones de servicio para decirte que, o pasas por caja o no atendemos a mindundis sin recursos. Y, aún así, hay docentes que siguen adorándolas y que son incapaces de usar otra cosa. Es que es SU herramienta y, por eso, siempre van a encontrar la justificación para seguir usándola con su alumnado. Incluso que no encuentren esa justificación, van a justificarlo bajo cualquier argumento que su mente “enamorada” sea capaz de encontrar. No van a ser capaces de ver ni un solo defecto en la receptora de todo su amor.
Algunos pasan de pies juntillas todos los problemas que supone su uso, se creen a lo que les dice la empresa o sus “vendedores” e, incluso, acuden como moscas a certificarse por esa multinacional a la cual le tienen un apego increíble. ¿Os acordáis de las colas para comprarse un nuevo iPhone que, al final solo se diferenciaba de lo anterior, en ser más caro y ser una novedad? Pues lo mismo en el ámbito educativo. Los docentes no son menos fans de la herramienta que esos “descerebrados” que acuden, como moscas, a poseer su objeto de deseo. Eso sí, la fidelidad a lo largo del matrimonio va a ser incuestionable. Fieles hasta la muerte.
Quién dice por ejemplo adoración infinita por Google, también puede decir Apple, Microsoft e, incluso cualquiera de esas aplicaciones de software libre que, curiosamente, también tienen a sus amantes. Amantes obsesionados con lo libre y que, incluso que la aplicación sea un auténtico truño (a nivel de usabilidad y características) van a ser capaces de argumentar un discurso monolítico en defensa de su amante. Y no les toques a su amor. Defenderlo será su objetivo vital básico.
La verdad es que yo no entiendo tanto apego TIC de algunos. Más que nada porque, al menos en mi caso, hui de Moodle en su momento, abracé Edmodo, le di plantón para irme a Schoology amén de múltiples escarceos con otras y, ahora que ha mejorado (además de ser yo más consciente del tema de privacidad del alumnado), he vuelto a creer en Moodle. Eso sí, sin necesidad de enmascarar nada. Moodle es tedioso en su configuración inicial y tiene demasiadas opciones. Algo que, a su vez es bueno y es malo. Pero bueno, ¿cuál es el objetivo de una herramienta? Que nos sirva y sea lo más respetuosa posible con los datos del alumnado.
No sé si es por mi faceta de infidelidad absoluta ante marcas, modelos y herramientas pero, sinceramente, sigo sin entender a aquellos que hacen de SU herramienta un sayo. Y que, además, son capaces de encontrarle todas las virtudes, inventarse algunas que no tiene y, curiosamente, ser capaces de defenderla hasta la muerte. A algunos nos preocupa cada vez menos la herramienta. Eso sí, reconozco que si alguien no recibe cariño por otro tipo de inputs mejor enamorarse de su herramienta TIC aunque, quizás le iría mejor enamorarse de algún producto gastronómico como, por ejemplo, la tortilla, la paella o la horchata. Sin TIC se puede vivir pero, sin lo anterior…
Del amor tóxico se puede salir. Ánimo. La infidelidad solo es mala bajo los cánones de una doctrina sectaria y basada en el miedo a algo que no existe o a lo desconocido 😉
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