Los resultados educativos en determinadas pruebas son el reflejo de muchos factores, como los recursos disponibles, el propio sistema educativo, la cultura, el contexto socioeconómico, etc. Sin embargo, a veces se recurre, como está sucediendo en los últimos días, a algunas excusas para intentar explicar o minimizar los malos resultados o las diferencias con otros países. Seguro que os sonará, a los que leéis determinados medios de comunicación, escucháis determinadas emisoras o seguís en las redes sociales a determinados personajes, alguna de ellas.

Así pues, permitidme enumeraros cuáles son las excusas más comunes que algunos están usando para justificar lo injustificable.

En primer lugar, una de las excusas más habituales es la de considerar que la prueba no es adecuada para nuestro país. Se argumenta que la prueba se usa para medir determinados resultados educativos y que los mismos no se adaptan a las características, los contenidos o los objetivos de nuestro sistema educativo. Y que, por lo anterior, los resultados no son válidos ni deben tener ninguna consecuencia en la toma de decisiones.

También hemos leído estos días que los alumnos no se toman la prueba en serio. Se dice que los alumnos que participan en la prueba no se esfuerzan porque no les afecta a su nota ni a su futuro y que, por eso, esas pruebas no reflejan su verdadero nivel y/o potencial. Bueno, si fuera así, como no afecta a ningún alumno de ningún país, todos tendrían unos resultados similares a los nuestros. No es así, pero algunos seguirán usando esto para justificar la debacle.

Ahora también se busca justificar los resultados en función de la muestra tomada. Se intenta usar el comodín de la pobreza cuando, teniendo importancia el mismo en los resultados de cualquier sistema, es un factor que se tiene en cuenta a la hora de mostrar los resultados. La selección del alumnado se hace de forma homogénea en todos los países y hay países con un mayor índice de pobreza que han sacado mucho mejores resultados que nosotros. Por cierto, que solo tengamos un 5% de alumnado brillante, ¿cómo lo justificamos? ¿Alegamos que el 95% de alumnos en nuestras aulas son pobres? Seamos serios.

Y desde algunos púlpitos universitarios se está usando algo tan surrealista como decir que los resultados son relativos, diciendo que esos resultados no pueden interpretarse de forma absoluta y aislada. Claro que no. Se interpretan comparativamente con otros resultados obtenidos por otros países. Por cierto, si cruzamos datos y no os da pereza, veréis que esos resultados que consideráis relativos porque no tienen en cuenta el nivel de desarrollo, la inversión, la equidad, la diversidad, etc. son menos relativos de lo que parece. Correlación no implica causalidad, aunque si esas correlaciones son continuas, a lo mejor sí que deberíais dejar de justificar esa traslación.

Muy parecido al argumento anterior está el de que los resultados son injustos, porque dicen que no son equitativos ni representativos, y que hay sesgos o discriminaciones que afectan a algunos grupos de alumnos, como los de origen extranjero, los de entornos desfavorecidos, los de necesidades educativas especiales, etc. A ver si ahora va a resultar que uno de los países de Europa con menos porcentaje de inmigrantes vamos a  achacar tener peores resultados que otros países de nuestro entorno a esos inmigrantes. No cuela.

Bueno, después hay los del kafkianismo absoluto, diciendo que los resultados no abarcan todas las dimensiones ni competencias que se deben evaluar en la educación y que hay otros aspectos que son más importantes y relevantes, como la creatividad, la ciudadanía, la competencia, la felicidad, etc. El problema es que estamos midiendo aprendizajes. Además estoy convencido de que tener un mejor sistema educativo, con mejores resultados y con alumnado más formado, implicaría tener una mejor sociedad a todos los niveles. A menos, claro está, que alguien me diga que es mejor tener gente inculta porque así tendremos una sociedad más feliz y menos reivindicativa. ¿Os suena?

Sigo con otra de esas cosa que vais a escuchar o leer estos días. Es la de considerar esos resultados como poco fiables o faltos de transparencia. Las teorías de la conspiración funcionan muy bien en todos los ámbitos y, seguramente, ya os habréis topado con los que dicen que hay países que manipulan o inflan los resultados, usando estrategias y trucos para obtener mejores resultados. El otro día en una emisora de radio escuché a uno que decía que hay países que compran las preguntas.

Finalmente, no los últimos argumentos para justificar la debacle, pero sí dos de los más manidos. El primero es considerar los resultados poco coherentes porque hay otras fuentes o indicadores que muestran datos diferentes, como las tasas de abandono, de titulación, etc. Lo sé, este primero se puede desmontar fácilmente porque nada tienen que ver los aprendizajes con lo anterior. No puedes sumar peras y manzanas para obtener el total de peras que tienes en un cesto. Este añadido a la crítica a que los resultados se magnifiquen o dramaticen porque, en verdad estamos muy bien, es para mí el que se lleva la palma.

Entiendo que algunos deban justificar los malos resultados. Entiendo que se alegue para justificarlos cosas como las anteriores o, como dicen determinados personajes de rostro de cemento armado, achaquen los malos resultados a la falta de formación del profesorado, a que los docentes no saben trabajar competencialmente o a la falta de vocación de los que estamos en el aula. Pero la verdad es que estamos muy mal a nivel educativo. Y no querer verlo o tirar balones fuera es una mala política porque nos jugamos mucho. Muchísimo.

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