En educación no todo son evidencias científicas. En los últimos tiempos son muchas las empresas, fundaciones y multinacionales, incluso algunos personajes que trabajan en determinadas Facultades relacionadas con la Educación, que os quieren vender determinadas evidencias. Incluso hay entidades bancarias que han montado un espacio web para ayudarte a «elegir lo mejor para dar clase». El problema es que esto no funciona así. Las evidencias educativas, que las hay, deben ser sometidas a una evaluación previa antes de ser admitidas como algo válido. Y no lo olvidemos, las evidencias lo son hasta que hay otra evidencia que sustituye o refuta a la primera.

Tenemos muy pocas evidencias acerca de qué funciona en educación. La mayoría de evidencias que tenemos son las que refutan determinadas afirmaciones, muy extendidas (estilos de aprendizaje, mejora del aprendizaje con las TIC, capacidad de atención de quince minutos, etc.). Es por ello que sorprende ver la alegría de algunos cuando encuentran, rebuscando entre la basura, un artículo publicado por alguien que, o bien tiene una mala base en investigación o simplemente tiene necesidad de decir ciertas cosas porque le pagan para ello, que reafirme sus creencias. La educación es una cuestión de fe. Y la mayoría de los debates se dan, al igual que en una religión, por creencias de unos y otros. Repito, hay mucha investigación que desmonta ciertas cosas pero muy poca que diga qué funciona.

Además, no olvidemos que los límites de la investigación educativa, al tratar sobre seres humanos, se trata de algo sometido a determinados parámetros para ser caracterizado al milímetro. Hay tantos factores que es imposible afirmar tajantemente ciertas cosas. Estoy hablando por aquellos que, curiosamente, tienen verdades absolutas porque, con ese artículo de la Tanned Balls University y su percepción subjetiva muy marcada por lo que creen que ha de ser, ya hablan de verdades absolutas. Verdades que, al no ser perennes en el ámbito de las ciencias experimentales, menos todavía lo son en el ámbito social.

No todo lo que os venden en educación son evidencias científicas. Lo que os diga alguien en las redes sociales no es evidencia ni investigación. Es su opinión acerca de algo que se ha leído. Lecturas que, en numerosas ocasiones, se han realizado con un sesgo previo. Y ahí es donde está el problema. No se busca saber más de, se busca encontrar investigación educativa que valide que mis creencias son las correctas.

Hay gente que sigue buscando la transmutación de plomo en oro. Y, a pesar de que la práctica totalidad de las investigaciones científicas, salvo las de sus cuatro amiguetes que fuman cosas raras, digan que es imposible, todavía siguen creyendo en esa posibilidad. En ocasiones incluso son capaces de hacer trampas para demostrar que lo anterior funciona. Es que, como ya sabemos, hay muchos que viven de vender ciertas cosas. Mientras haya estúpidos que las compren…

Finalmente una recomendación: leed investigación educativa. No leáis libros de pedagogía en la que cuatro dicen cómo debería ser la educación desde miles de kilómetros del aula más cercana, ni hagáis caso a los que, mediante palabrería, intentan convertiros en mirlos blancos. Leed buena investigación y, por favor, no deis por bueno nada que se diga en un solo tuit o solo tenga de fuente algo escrito por los mismos que trincan con lo que dicen «que funciona».

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