Hoy os prometo que tenía en la recámara un artículo para hablar, técnicamente, de lo que se denomina «instrucción directa», de sus beneficios, sus inconvenientes y relacionarlo, de forma más o menos exhaustiva, con otro tipo de metodologías para abordar el proceso de enseñanza en las aulas. La verdad es que lo tenía, incluso apuntado, en esa libreta en la que voy escribiendo temas, conforme surge la idea (por lectura de ciertas cosas o, simplemente, mensajes que me enviáis) acerca de los cuales voy a ir escribiendo.
El problema es que hay una cuestión que me está rondando por la cabeza desde que me he levantado (duermo demasiado poco) y que me apetece plasmar, en negro sobre blanco, hoy. Se trata de ciertas cosas que están sucediendo actualmente, relacionadas con la educación, que generan determinadas posturas en las redes sociales. Sí, lo sé. Las redes sociales tienen un interés limitado para el debate educativo pero, por desgracia, se trata también del lugar en el que se bebe antes de tomar determinadas decisiones educativas o, simplemente, se trata de cuestiones que permiten ser altamente viralizadas, pudiendo llegar a manipular al receptor de esos mensajes rápidos, inmediatos y, en ocasiones, muy bien decorados y falsamente justificados.
Ayer se publicó un reportaje que hicieron a dos docentes, a las que tengo el placer de conocer, al igual que me sucede con mucha gente relacionada con la docencia. Incluso conozco a aquellos que llevan mucho tiempo haciéndome la vida imposible, insultándome en privado o, simplemente, actuando como auténticas manadas con sus hordas de acólitos, haciendo bullying de manual. Es lo que tiene llevar años en las redes y haber hecho, alguna vez, alguna excursión fuera de ellas, siempre en formato «escuchante». A algunos les gustan los tablados. A mí me gustan más las reuniones de bar o pasillos en las que, normalmente, se habla de cosas mucho más interesantes. Pero bueno, voy a intentar seguir con el argumento…
Tal y como os decía, ayer leí el reportaje/entrevista, que me facilitaron porque no estoy suscrito a ese medio de comunicación, de Olga García y Enrique Galindo, titulado «Los profesores de instituto que denuncian que el aprendizaje por proyectos es la gran mentira de la escuela» (enlace). Tengo mis matices a ciertas cosas que se dijeron en la entrevista, al igual que al titular. No son los profesores de instituto los que denuncian el ABP. Son algunos profesores los que cuestionan ese método de aprendizaje, especialmente en etapas obligatorias. Entiendo que el titular lo pone el diario y está pensado para vender ejemplares pero es que, al menos en este caso (no es el único y, menos aún cuando se habla de educación) no es el único que se manipula así. Por cierto, yo hablé del ABP ya hace un tiempo aquí. Y sí, soy de los que creen que ese modelo, establecido de forma masiva en el articulado legislativo actual y promocionado, hasta la saciedad por muchas administraciones y ponentes en los cursos de formación, es un modelo que debería ser muy puntual en etapas de enseñanza obligatoria. Por cierto, el discurso de que no funciona el ABP por culpa del profesorado que no sabe aplicarlo, por desgracia, ya chirría para cualquiera que dé o haya dado clase.
Pues lo que os decía en el título de este post. Me parece muy interesante que desde los medios de comunicación se estén dando determinadas ideas diferentes para abordar la educación. Sé que a algunos les gustaría que todo fuera purpurina y unicornios. Sé que a otros les gustaría que fuera todo lo contrario. Que todo fuera la defensa de sus planteamientos pero, por suerte, hablar de educación es poder hacerlo desde todas las ópticas y poder cuestionarlo todo.
La censura que pretenden algunos de los medios, pidiendo que censuren a determinados docentes porque no comulgan con ellos o son de su cuerda, no hace ningún favor a la educación. El hablar desde posiciones maximalistas de ser «berdadera» izquierda, cuando sus planteamientos están muy a la derecha, es totalmente kafkiano. Es que ayer, sin ir más lejos, uno que cuestiona la entrevista que he mencionado antes, en la que se critica el ABP, dice que solo lo hacen para vender libros y promocionar un partido político de «falsa» izquierda. Igual que la nata que no era en la mayoría de roscones que se comieron, hace ya unos días, en Reyes. El problema es que este señor que criticaba la entrevista, lo hacía desde una reunión en la que había la máxima responsable de una de las organizaciones más privatizadoras de Cataluña, amparada por un partido que tiene «izquierda/esquerra» en su nombre. Lo sé. A algunos no les interesa el debate porque va en contra de su chiringuito o de los que publican los suyos, pero es que este debate abierto y plural enriquece. Al menos a mí.
A mí me parece perfecto que surgiera hace un tiempo un colectivo para hablar de inclusión desde un punto de vista. Me parece perfecto que haya una asociación, en la que, de forma exhaustiva y técnica, se hable de soluciones para el problema educativo. Me interesa saber que puedo leer noticias educativas en los medios y que, las visiones que se van a dar de la educación, son plurales. Soy así de raro. Eso sí, lo que no voy a hacer es cuestionar ni censurar la opinión de nadie porque no piense como yo. Algo que nada tiene que ver con poder criticar u opinar, de forma más o menos argumentada, ciertas cosas que algunos dicen. Y me da igual quién lo diga. Me da igual que sean personas a las que aprecio más o menos. Mi crítica siempre va a ser profesional y acerca de lo que dicen o promueven. Es tan simple como eso. Tan simple y complicado a la vez porque, al final, eso te obliga a seguir un camino de mucha soledad. Pero bueno, mejor solo que ir siguiendo un camino educativo sin cuestionarte nada, en el que te ponen una venda en los ojos y te llevan de la mano al lugar que otros deciden por ti.
Es muy importante que empiecen a surgir familias que cuestionen la irrupción de determinadas pedagogías en la escuela. Es muy importante que se empiecen a difundir estudios que cuestionan el mainstream educativo que nos ha sido impuesto, desde hace años, por una determinada administración educativa cuyo único argumento para justificarlo todo es que ellos son de una determinada ideología política. No me sirve. No me sirven las ideologías. Para educación es importante la ideología pero, al final, lo que es más importante y lo que afecta al día a día de los centros educativos y al aprendizaje de nuestro alumnado es qué y cómo se hacen las cosas. Lo demás se lo dejo a los tertulianos que viven de enrarecer el ambiente, hacerse la foto recogiendo pellets con una bolsa de plástico de Mercadona o, simplemente, a ponerse estupendos diciendo que el demonio son todos los demás menos ellos. Esos tienen su trabajo. El mío es el de intentar mejorar las cosas, hablar de lo que sé a quien quiera oírme o, simplemente, poner sobre el tapete cuestiones que considero relevantes para el aprendizaje del alumnado. No dedicarme a ver quién comparte los tuits de quién, ni buscar relaciones para intentar justificar mi postura.
Lo siento. Empiezo la semana con un artículo con muy poca chicha y muy incoherente pero, al final, es que hay cosas que tienen que decirse. Y una de ellas es la suerte que tenemos, en la actualidad, de disponer de visiones diferentes, aunque a algunos no les guste, de lo que debe hacerse en la escuela. Algo muy interesante porque nos permite ver diferentes puntos de vista y poder ahondar un poco en cada uno de ellos, descartando todo aquello que veamos como negocio y quedándonos con aquello que, en nuestro contexto educativo y situación profesional, puede ser de utilidad para nosotros.
Finalmente, y esto va dirigido a alguien que mira al milímetro todo lo que escribo y todo lo que hago, debo decirle que, para hablar de Gramsci, es importante haber leído a Gramsci y no buscar una cita de ese autor en Google para publicarla en tus redes sociales porque, a veces ni la cita es de Gramsci ni, en ocasiones representa su postura al estar totalmente descontextualizada.
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«la gran mentira de la escuela» es para mí la idea de la enseñanza «personalizada». Enseñanza personalizada son las clases particulares.
Debe de haber una enseñanza básica, completa y rica, para todos. Después, conforme salen de la enseñanza obligatoria, una personalización que ya se irá eligiendo por parte del alumnado y que, debemos facilitar que elijan con independencia de la situación sociofamiliar u otros factores de contexto.