Aunque algunos no se lo crean, entre ellos una gran cantidad de docentes, hay dos cuestiones que no están obligadas por ley: el uso de libros de texto, y la necesidad de evaluar mediante exámenes o pruebas escritas. No hay ningún articulado legislativo que exija ni el uso de una determinada herramienta, ni la evaluación mediante un determinado instrumento. Por cierto, aprovecho para recordaros que el modelo de porcentajes (contenidos, procedimientos y actitudes) no aplica, ni a la LOMLOE, ni tenía cabida en la LOMCE.
No estar obligado a usar una determinada metodología ni herramienta para dar clase permite, en muchas ocasiones, a docentes díscolos como yo, experimentar basándome en la experiencia. Por desgracia, como he dicho múltiples ocasiones, las evidencias científicas en educación son muy pocas y, la mayoría son solo para descartar el hacer ciertas cosas. Y eso deja mucho margen de maniobra. Margen de maniobra que también, especialmente a los que se dedican a programar las clases sin conocer al alumnado, hace cometer multitud de errores.
Este curso voy a probar (bueno, voy a retomar) el procedimiento de los “diarios de clase” para el alumnado de cuarto y de primero de Bachillerato. Tengo la gran suerte, en el segundo caso, de compartir docencia con excelentes profesionales. Y también, como he dicho siempre, hay cosas que solo puedes hacer conociendo al alumnado previamente. Algo que, al menos en mi caso, son datos que tengo disponibles. Salvo, claro está, que alguno haya tenido un verano salvaje y haya cambiado mucho. Bueno, espero que no. Sí que espero que haya cambiado pero que, como en la mayoría de ocasiones sucede a partir de ciertas edades, sea para mejor.
¿En qué consiste el “diario de clase”? Pues en nada más y nada menos que en rellenar semanalmente, en un bloc de notas digital que tiene mi alumnado (herramienta suministrada por mi Conselleria, con todo el tema de protección de datos revisado por la misma), un diario personal académico acerca de qué han aprendido a lo largo de esa semana. Un diario que va a complementar en cuarto de la ESO a los ejercicios y proyectos realizados y, en el caso de Bachillerato, al Proyecto de Investigación que tengan que presentar. Así se consiguen varios objetivos: que el alumnado reflexione acerca de su aprendizaje y que escriba. Escribir, al igual que el tema de exposiciones orales, es algo a lo que voy a prestar muchísima atención porque es algo muy importante. Repito como hago siempre: importante para mi concepción acerca de la educación y la mejora educativa. Puedo estar equivocado.
Las leyes educativas aprietan, pero no ahogan. Nos quejamos en muchas ocasiones de lo que nos imponen pero, en demasiadas ocasiones, dejamos que nos impongan porque no nos hemos leído esa legislación educativa que nos afecta. Ojalá en algún momento alguna administración educativa se planteara, en lugar de liberar a tropocientos mentores digitales para hacer no se sabe qué, asesores que jamás saben qué están asesorando o, simplemente, personajes que pululan en cargos que nadie sabe por qué se han creado, a asistir a los centros educativos para ayudar a los Claustros a mejorar el aprendizaje que pueden conseguir de su alumnado. Pero bueno, seguiré soñando. Hasta entonces haré lo imposible aprendiendo de mis compañeros de profesión y probando cosas, hasta que dé con la tecla mágica de lo que funciona con mi alumnado. Bueno, con la tecla de lo que funciona este curso porque, a pesar de que os vendan lo contrario y os lo creáis, trabajamos con personas y no con tornillos.
Una primera semana con alumnado finiquitada en la que sigo aprendiendo, después de muchos años de profesión, del mismo. Eso sí, sigo siendo el mismo mercenario de la tiza vacacional de la semana pasada. Alguien que es docente por el sueldo y los trece meses de vacaciones. Eso sí, como la inmensa mayoría de mis compañeros, intentando hacerlo lo mejor posible una vez estamos en el aula frente a multitud de ojos observadores y críticos.
Tened un buen fin de semana. Estoy convencido de que os lo habéis merecido.
Como estoy haciendo en los últimos artículos, os recomiendo mi nuevo libro sobre educación para mayores de dieciocho, “Educación 6.9: fábrica de gurús”. Lo podéis adquirir aquí (en versión digital o papel) o en ese pop-up tan molesto que os sale. Y sí, me haría mucha ilusión que fuera uno de los diez libros más vendidos sobre educación este curso. 😉
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