Ya sabéis que, aunque siga trabajando, he puesto el blog en período estival y, aparte de reducir el número de entradas que estoy publicando, también hay muchas de ellas que se alejan radicalmente de hablar acerca de temas educativos. Esta es una más. Es por ello que, a los interesados en temas educativos a los que quizás no les interese mis reflexiones personales, es un buen momento para dejar de leer y ponerse a hacer otras cosas. Eso sí, si tenéis curiosidad por leer lo que publico en mi bitácora, compartida en abierto con todos vosotros, ningún problema en que sigáis haciéndome compañía.

Hoy me apetece escribir un listado de diez cosas que, al menos para mí, hacen que un dia sea casi perfecto. Digo lo de casi porque siempre, haciendo arqueología del asunto, podemos hacer algún hallazgo que matice ese decálogo. Pero bueno, más allá de buscarle pegas, voy a intentar explicaros cuáles son las cosas más maravillosas que te pueden suceder.

La primera está clara. Tener a tu lado a gente que te quiere y a la que quieres. Eso es la clave de todo. Ver a tu familia y poder hablar con la que no tienes tan cerca a diario, como si estuvieran a tu lado, hace que el día ya empiece muy bien. Pero mucho.

Otra cuestión clave, en este caso muy relacionada con cuestiones personales, tiene que ver con mi estado de salud. Me encuentro bastante bien en la actualidad y, aunque tenga siempre y permanentemente esa espada de Damocles en la cabeza, puedo decir que estos momentos de interludio entre dos «crisis» hace que sea muy feliz. Feliz por mí y por no preocupar a quienes tengo a mi lado. Si yo estoy bien y la gente que me rodea también, ya es otro punto más para tener un día fantástico.

Siempre es importante también, para que todo sea un día maravilloso, que empiece con las vistas al mar que estoy teniendo mientras me estoy tomando un café. Despertarse así no se paga con dinero. Bueno, puede pagarse con dinero pero, para aquellos que, simplemente tenemos una nómina y que tenemos la suerte de poder hacerlo, es algo que ya indica que el día pinta muy bien. Y lo sé. Seguramente después de publicar esto en las redes sociales alguno va a decir que «el café no es de marca», «las vistas no son tan buenas como las que tienen ellos» o, simplemente, va a buscar cuatro pies a mis afirmaciones. Hay gente que vive muy triste y debe demostrarlo tras un teclado. Yo, en cambio, soy de los que me alegro si a los demás les va bien.

Es importante también poder no tener nada planificado y que te salgan planes muy interesantes. Es mucho más interesante los planes sobrevenidos que los planes hechos con antelación. Siempre, los segundos, acaban defraudándote. A ver, que no estoy diciendo que no debáis planificar nada. Estoy diciendo que es mucho mejor que te salga una comida improvisada con amigos que una totalmente planificada que, curiosamente, siempre acaba teniendo menos quórum que el inicial porque hay algunos que se descuelgan a última hora.

Sonreír. Sonreír y sonreírse es fantástico. Afrontar el día con la mejor sonrisa y pensando que va a salir bien ya te hace, al menos en mi caso (particular e intransferible) que el día vaya a ir mejor. Si la gente que tienes a tu lado, tanto en la parte más social como en la parte más profesional de tu vida te ven sonreír, ellos van a sonreír más. Ir enfadado o con cara avinagrada por la vida no aporta nada. Bueno, te aporta malestar. Y eso se traslada a las personas que tienes más cerca, a tu profesión y a tu manera de vivir ese día.

Ya sabéis que para mí hay dos productos fantásticos de mi tierra de acogida: la horchata y la paella. Poder comer o beber una de las dos cosas ya aumenta el porcentaje de maravilla de ese día. Así que imaginaos los días que hago el duplo. Quién dice horchata y paella, puede hablar de los que se regocijan con un fantástico almuerzo. El esmorzaret ya sería, complementado por los dos productos anteriormente mencionados, el éxtasis más absoluto.

¿Os gusta leer? A mí me encanta. Poder tener tiempo para leer un libro, sentado en un lugar cómodo, disfrutando del mismo, es algo que, para los que nos gusta leer es impagable. Bueno, lo sé. Se paga comprando el libro, pero no me digáis que no hay veces en las que os ha absorbido tanto el libro que os ha causado un placer inenarrable su lectura. Pasa. No todos los libros nos aportan a todos lo mismo, pero cuando encontramos uno y procedemos a leerlo, ese tiempo de lectura mejora nuestro día.

Que no lleguen facturas imprevistas. No hay nada peor para desmontarte la felicidad que una factura o un cargo en tu tarjeta con el que no contabas. O con el que contabas y que, por desgracia, sabes que te tiene que llegar cada ciertos días. Cuando no estamos en esos días de pago, todo se ve muchísimo mejor. El dinero no da la felicidad, pero poder tener unos ciertos caprichos (los míos son muy sencillos) siempre ayudan a que el día salga mejor. Ya no digamos aquellos que no deben preocuparse por el dinero lo felices que deben ser. No por el dinero. Simplemente por eliminar esa preocupación de su vida.

Y, finalmente, aunque no sea la opción número diez, que os la dejo para los que hayáis llegado hasta aquí, en los comentarios o respondiendo en las redes sociales donde voy a compartir este post (¡como hago con todos!), para ser feliz debéis alejaros de las personas que os hacen sentir infelices, desprenden toxicidad y son incapaces de gestionar sus frustraciones como no sea culpando siempre a otros de ellas.

Ser feliz no es sencillo pero, como mínimo es igual de sencillo que hacer lo posible por no serlo. Salvo, claro está, situaciones sobrevenidas contra las que es imposible prepararse. Un abrazo a todos y que seáis (no solo hoy) tan felices como soy yo en muchos de mis días. Algo que indicará que vuestro día ha sido (casi) perfecto.


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