Una década y media de vida de este blog. Más de veinte desde que empecé a escribir en otros que, por determinados motivos, ya han desaparecido. El mismo tiempo de actividad en las redes sociales. Un tiempo en el que no he modificado ni una coma de ningún post, ni eliminado ningún tuit o publicación en Facebook. Tampoco he censurado ningún comentario de los que me han ido llegando. Tiempo en el que he pasado de tecnófilo practicante a prepuber peteriano. Años en los que todo ha evolucionado, la interacción ha cambiado y, a veces, siempre según mi óptica, no para mejor.

Nunca he escondido nada de lo que digo. Jamás intento darle la vuelta a nada para que, curiosamente, parezca que acabe diciendo una cosa. Lo de manipular conversaciones es un juego al que no me gusta jugar por mucho que, algunos más interesados en esconder sus manipulaciones que en debatir, intenten acusarme de ello en más de una ocasión. Me declaro, por cierto, culpable en ocasiones de seguirles en juego. Siempre he dicho que en las redes uno ahorra en psicólogos. No lo digo solo por aquí. Lo he dicho en más de una conversación de café, sin alcohol y horchata. Es lo que tiene no tener nada que esconder ni tener, como principal objetivo, sacar tajada de nada. Es difícil de entender pero, al menos en mi caso, no hago determinadas cosas para obtener réditos personales o profesionales. Bueno, para réditos personales ya tenemos otro tipo de aplicaciones. Seguro que se me entiende.

Hay personas a las que apreciaba como “maestros” o “referentes” y he dejado de apreciar por determinadas decisiones profesionales que han tomado. No es bueno ni malo. Es, simplemente, evolución profesional. Ahora hay cosas que antes quizás toleraba mejor. Como he dicho en más de una ocasión me he hecho mayor. Y esa edad se nota en determinadas apreciaciones. También en la cantidad de conocimientos que llevo en la maleta. No me escondo de ello. No me escondo de cuestionar ciertas cosas que algunos hacen. Claro que hago cosas contradictorias y me equivoco en no pocas ocasiones.

Incluso me fui puntualmente del aula cuando había dicho por activa y por pasiva que nunca me iría. Dejo abierta la crítica porque me la merezco. Eso sí, recordemos que lo principal no es irse o no irse… es qué haces cuando te has ido y tomado un tiempo. Ya veis que estoy matizando y esto tampoco es. Así pues, a degüello. Yo lo hago. Bueno, quizás no, pero por lo visto los matices no importan porque, lamentablemente, algunos cambian el tema profesional por el personal a la primera de cambio. No, no lo he hecho nunca salvo para cuestionar/criticar determinados discursos o cuestiones profesionales. Son casi cien mil tuits más algunos miles de posts. Podéis revisarlo.

Claro que he llamado prostíbulo a un evento educativo donde lo que se intenta es vender determinados cachivaches, encubriéndolo bajo el paraguas de “lugar de encuentro de docentes”. Soy muy crítico con el tema de las certificaciones en determinadas aplicaciones que algunos muestran orgullosos en sus perfiles de las redes sociales. Me preocupan determinadas metodologías pero, lo curioso es que nadie puede acusarme de llevar el debate a la faceta personal. Incluso he cuestionado, en los últimos tiempos, a determinadas asociaciones y a un pedagogismo mal entendido que, de forma muy transparente, nos lleva a la nada educativa. Y eso es algo que debería permitirse porque, a mi entender, mejora el debate educativo.

Repito. Nunca lo he llevado a lo personal salvo que, en algún momento ya cansado de ciertas cosas, haya respondido a esa situación. Y eso es algo a los que a algunos les preocupa. Es lo que tiene el odio enfermizo. Y claro que he llamado, erróneamente, demagogos o sectarios a determinados grupos pero, es  que solo hace falta ver sus alegatos y cómo actúan ante cualquier tipo de crítica. Por cierto, ni tengo palmeros ni los quiero. Los palmeros es algo que debería replantearse en todo el debate educativo porque, al final, las palmas lo único que hacen es introducir un valor añadido para algunos. Míos, tuyos, suyos,… ¡qué cansancio!

Me he metido en muchos marrones a lo largo de mi vida profesional. Me ahorro deciros que, al igual que todo el mundo, también he tenido mis marrones personales. Ahora estoy metido en un par de proyectos muy interesantes. Y seguro que algunos no van a entender que los proyectos no tiene nada que ver conmigo (las personas, que pueden tener su importancia, jamás son relevantes en un proyecto común). Lo de aparentar es algo que, al menos los que me leéis, creo que se tiene bastante claro que nada tiene que ver con mi persona. Ya sé que a algunos les gusta mangonear y estar siempre en el candelero. No es mi caso. Lo saben bien quienes me conocen. Los que me critican no me conocen. Tampoco van a hacerlo porque, por suerte, mezclar lo personal con lo profesional lo hago con mucha gente pero solo con quienes no juegan a ciertas cosas. No solo con quienes piensan como yo. Ni mucho menos.

Soy totalmente transparente. Para lo bueno y para lo malo. Eso sí, jamás intentaría hacer lo que algunos están haciendo porque, al final, lo curioso es que da la sensación que preferirían que alguien se muriera de hambre por no ser su organización la que le suministra la comida antes que permitir que otros se la dieran. Nada tiene que ver con divergencias o cuestionamientos acerca de cómo debería hacerse ese reparto. Creo que se entiende bien la diferencia entre ambas cuestiones.

A diferencia de algunos yo sí que puedo desvincularme de todo porque, para mí, lo importante nunca ha sido el ego. Por tanto, como siempre he hecho, cuando hago ciertas cosas, no tengo ningún problema de echarme al lado cuando se estabilizan. Las fotos son algo demasiado efímero y la colaboración algo que, salvo diferencias insalvables a la hora de plantear ciertas praxis, implica que nadie censura las opiniones de nadie. Para recoger la fruta uno debe ir a buscarla. O comprarla si no hay posibilidad de obtenerla de otra forma.

Claro que se me puede criticar por ciertas cosas que digo (a veces, con razón… otras, no) o hago. Estoy convencido de que hay margen para echarme a los leones por muchas cosa. Cuando las cosas no hieden toca buscar donde se puede. El problema es que, a veces, no se puede. Y no sabéis cuánto lo siento por ellos. Aquí, al final, nos conocemos todos en nuestra faceta profesional y planteamientos sobre el tema. Otra cosa es el extrapolar lo anterior a lo personal. Bueno, tampoco pasa nada. Es lo que tiene el dospuntocerismo ilustrado. Y el que todo el mundo, por suerte, tenga conexión a internet.

Prefiero el que todo el mundo tenga libertad absoluta para expresarse siempre, claro está, que esa libertad de expresión no atente contra los derechos más básicos o defienda conductas penalmente reprendibles. Pero eso deja un margen muy amplio para decir lo que uno piensa.

Tenía que haberme puesto a darle las últimas pinceladas a un Canva para explicar el Plan Digital de Centro en un pseudoclaustro que vamos a hacer hoy, pero me ha podido el ponerme a escribir cuatro líneas, como casi siempre, irrelevantes.

Como estoy haciendo en los últimos artículos, os recomiendo mi nuevo libro sobre educación para mayores de dieciocho, “Educación 6.9: fábrica de gurús”. Lo podéis adquirir aquí (en versión digital o papel). Y sí, me haría mucha ilusión que fuera uno de los diez libros más vendidos sobre educación este curso. Además, adquiriéndolo ayudáis a mantener este blog.


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