Tenemos un sistema educativo en coma. No estoy hablando de los datos, que maquillados totalmente, estamos enviando a Europa. Estoy hablando de la realidad de nuestras aulas. De un sistema educativo que hace aguas por doquier. Y que, aunque no os lo creáis, en lugar de que los políticos que lo gestionan, sean del color que sean, se dediquen a tapar grietas, lo que hacen es ampliar las que ya existen mientras, con la ayuda de determinados personajes y articulados legislativos, hacen de nuevas.
No se puede modernizar un sistema educativo sin contar con los profesionales que trabajan en el mismo. No se puede mejorar la educación sin evaluar qué está pasando y tomar determinadas medidas. No se puede plantear medidas para complicar hasta el infinito los procedimientos de enseñanza-aprendizaje. Es que es de cajón. Bueno, o debería serlo porque, sinceramente, llevando los años que llevo dando clase, lo único que estoy viendo es que la situación, en lugar de mejorar, con los cientos de millones invertidos, está empeorando. Ya no son solo las evaluaciones internacionales. Es ver qué está pasando en los centros educativos. Ver cómo está llegando el alumnado a la ESO. Ver que lo mismo que hacía cuando empecé a trabajar sería imposible hacerlo ahora. Ya, seguro es porque aprenden otras cosas o de otra manera, me dirán algunos. Pues vale. Si es así, por qué seguir insistiendo en que el alumnado tenga herramientas y conocimientos para poder mejorar la sociedad.
Hacer más papeles no mejora la calidad educativa. Meter tropocientos docentes en una misma aula, para justificar una mejor atención al alumnado, no funciona salvo en casos muy concretos. Esa segregación que algunos critican que se proponga y, en cambio defienden los grupos de diversificación de tercero y cuarto de ESO, es algo totalmente contradictorio con la mejora educativa. Porque, a ver si nos aclaramos, no se trata de que alguien aprenda más o menos. Se trata de que todos aprendan, como mínimo, lo mismo (si es mucho, mejor). Al menos en las etapas obligatorias del aprendizaje.
No hay ni una medida en las últimas décadas que se haya demostrado efectiva para enganchar a aquel alumnado que ya viene desahuciado desde sus casas. El alumnado absentista sigue siendo absentista. El alumnado que no quiere aprender, sigue sin querer aprender. El problema es que ahora, en lugar de luchar contra eso, lo que estamos haciendo es intentar «estar cómodos» en el aula y en los centros educativos. Y para esa comodidad no hay nada mejor que no querer tomar ningún tipo de medida. Acompañamiento emocional en lugar de explicar nuestra materia. Cambiar el nombre de asignatura por materia. Perfiles de salida que nadie sabe para qué se usan. Proyectos en lugar de aprendizajes serios, coherentes y básicos. Es que, vamos a ser sinceros, es mucho más cómodo no insistir para que el alumnado aprenda. Otra cuestión es que ese «no aprendizaje», en ocasiones, obliga a trabajar horas infinitas para cambiar de proyectos con el fin de que no se aburran. No es que la escuela sea un parque de atracciones. Es que es un parque de atracciones en el que se debe de montar atracciones nuevas porque, por lo visto, algunos han pagado la entrada y deben disfrutar de la experiencia.
El sistema, repito, hace aguas por doquier. Podemos justificarlo como queramos. Podemos inventarnos realidades. Podemos, incluso, creer en que somos fantásticos y en nuestras aulas se está trabajando muy bien. ¿De verdad no creéis que nuestro alumnado aprende menos? Es que incluso lo ven mis compañeros que estudiaron la ESO. También ven que el sistema ha degenerado a peor. Con la connivencia de todos los actores del sistema. Sí, también la mía. Me gusta reconocer mi culpa en ciertas cosas. Y soy culpable, dentro de mi faceta profesional, de lo que estoy haciendo en los últimos tiempos.
Tenemos dos opciones: tomar medidas o dejar que, ese estado de coma permanente, sea lo que deseamos para la educación. Y, repito, tomar medidas no es cuestión de más burocracia, más cachivaches tecnológicos, más materias (obligatorias u optativas), más diversificación en los aprendizajes de etapas obligatorias, más experimentos o, simplemente, más querer justificar ciertas cosas bajo el mantra de ese alumnado del siglo XXI que necesita aprendizajes diferentes de los que necesitaba el del siglo XX y que, por culpa de docentes australopithecus, se ve condenado en su futuro. Es algo mucho más serio que cuatro medidas absurdas o eslóganes falsos.
A mí me preocupa el futuro educativo de todo el alumnado. Si solo me importara el de mi hija, haría lo que hacen muchos: miraría a otro lado. Pero no me sale. Lo único que me sale es una impotencia brutal y el reconocer que, por culpa de esa corriente «interesada» y palpable en el ambiente de los centros educativos para que todo se vaya a la mierda, como le comenté ayer a una compañera, lo esté haciendo este curso francamente mal.
Necesito que alguien arregle los boquetes de la presa que impide que el sistema educativo, en coma, acabe falleciendo. Necesito que alguien se dedique a construir una nueva presa, cogiendo los mejores materiales y que esté diseñada por los mejores ingenieros de obras públicas siendo asesorados por expertos que llevan años haciendo presas. Y evaluando, una vez construida, de forma continua su funcionamiento. Necesito, en definitiva, encontrar un sistema educativo que mejore el que tuve como alumno y el que tengo como docente. Lo grave no es que no lo tenga yo. Lo grave es que no lo tenga mi alumnado. Alumnado que, como he dicho siempre, no es ni mejor ni peor que el de antes. Aprovechemos su potencialidad. Démosles lo que necesitan. Se lo merecen.
Como estoy haciendo en los últimos artículos, os recomiendo mi nuevo libro sobre educación para mayores de dieciocho, “Educación 6.9: fábrica de gurús”. Lo podéis adquirir aquí (en versión digital o papel). Y sí, me haría mucha ilusión que fuera uno de los diez libros más vendidos sobre educación este curso. Además, adquiriéndolo ayudáis a mantener este blog.
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Ya sabemos todos los que nos hemos interesado por lo que pasa en el mundo, que los gobernantes solo quieren ovejas, iba a escribirlo con b por burros, que sirvan como mano de obra esclava y con el cerebro lavadito y blanqueado con la lejia de lo progre. Hombres deconstruidos y mujeres empoderadas, aunque ni ellos sepan que puñetas es eso, pero queda muy «cool».
Para inventar, ya si eso, ChatGPT y demás zarandajas.
Por eso que en todo occidente las enseñanzas están siendo apisonadas y un chaval que hoy salga de la ESO no le hace sombra a uno de 5º de EGB, eso si, serán mas resilientes y todas esas gilipolleces que les meten en la cabeza desde las consejerias.
Cuándo te refieres a tomar medidas, ¿te refieres para empezar al domingo 28 de mayo? 😉
Jajaja.