Estamos dando demasiada importancia a cuatro mindundis cuando hablan de educación

Esta vez me he retenido. He contado hasta cinco y me he dado cuenta, que un tuit de alguien que solo busca, cada cierto tiempo, que le hagan casito, no se merecía más allá que unos caracteres en otro tuit. No me importa que un mindundi diga que se cargaría a la mitad del profesorado y que, gracias a eso, conseguiría reducir las ratios. No vale la pena que me ría de él. Es que, ¿es relevante para el aula? ¿Es relevante que debamos estar hablando de un pederasta confeso, un tipo cuya máxima relación con el aula fue usarla para largarse de ella o, simplemente, unos tipos y tipas que no sabes muy bien qué pintan?

Lo sé. Las redes sociales dan voz a cuatro pirados, a seis anónimos mal follados o, simplemente, algunos que quieren opinar acerca de temas educativos porque, simplemente, les gusta opinar de todo. Y no pasa nada. Lo importante es saber que son cuatro mierders que, al final, tienen una relevancia para Juan de cuarto de Primaria, Izan de segundo de ESO o Aya de primero de Bachillerato, entre cero y ninguna. Ya no digamos para los profesionales de la docencia.

Es que como dice muy bien Javier en su tuit, empieza a ser hora de hablar con gente que sabe (léase compañeros de profesión, alumnado, etc.) y dejar de perder el tiempo hablando de las gilipolleces que dicen algunos.

Fuente: https://twitter.com/javierfpanadero/status/1642245379386138625

Los problemas de disciplina en el aula no lo solucionan los Sánchez-Dragó, los Ferran Adrià, los Bertines, los Bona, las Romera o los Calle, entre otros, de los que pululan hablando, largo y tendido sobre temas educativos. Los solucionan las políticas educativas y el trabajo, a diario, de muchos profesionales que se dejan la piel en el aula. Tampoco solucionan el tema del aprendizaje del alumnado. ¿Os dejaríais operar por alguien que publica vídeos en YouTube, con ese juego de operaciones, en el que indica cómo extraerle el bazo mientras, al mismo tiempo, se va desabrochando botones de la camisa, para que se le vea el rasurado de pecho que se ha cascado? Pues eso.

Hablar de educación puede hacerlo todo el mundo. Al igual que yo puedo hablar de las estrategias del bobsleigh, uno es libre de hacerlo acerca de cómo mejoraría la educación. No es malo hacerlo pero, al igual que la inteligencia artificial, alguien debe ser capaz de suministrar datos reales para que los resultados se den.

Dejemos de hacer caso de cuatro mindundis y dediquémonos a lo que toca. Eso sí, quién soy yo para negarme, cada cierto tiempo, el poder cachondearme de los especímenes que, con un dispositivo móvil en la mano, se permiten viralizar determinadas sandeces. Soy humano, oigan. Y ser humano implica que, al igual que mis congéneres, me resulta, al igual que una farola para un perro, el poder reírme de determinados mindundis. Mindundis que pueden saber mucho de otras cosas pero que, de educación (de esa que se da en las aulas de forma reglada con alumnos y mochilas reales), saben menos que yo de pilotar un avión. Y eso que de joven jugué, en alguna ocasión, con uno de esos simuladores de vuelo.

Pero, como he dicho siempre, ¿qué sentido tendrían las redes sociales sin esos mindundis? Nos aburriríamos. Y después de un curro muy exigente, nada mejor que echarse una carcajada, ¿o no?

Disfrutad del domingo. Yo, como ya sabéis, voy a hacer la rutina, en la red del pajarito, de publicar la foto de la paella dominical. Es lo que tienen las buenas tradiciones.

Como estoy haciendo en los últimos artículos, os recomiendo mi nuevo libro sobre educación para mayores de dieciocho, “Educación 6.9: fábrica de gurús”. Lo podéis adquirir aquí (en versión digital o papel). Y sí, me haría mucha ilusión que fuera uno de los diez libros más vendidos sobre educación este curso. Además, adquiriéndolo ayudáis a mantener este blog.

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