Hay cosas imposibles en la vida. Entre ellas está el doblar un folio más de siete veces, comer solo una cucharada de paella… y ganar un debate sobre educación contra alguien que solo habla en clave ideológica. Para que no pierdas tiempo, aquí te dejo una guía práctica con los pasos que seguirás, quieras o no, hasta estrellarte contra el muro.
1. Empiezas con datos.
Citas un informe serio, un metaanálisis, un estudio con muestras representativas. Error. El ideólogo no lee evidencias, las interpreta como ataques personales. La respuesta siempre es la misma… “Eso está manipulado por el sistema”. Pierdes el primer asalto.
2. Añades bibliografía.
Nombras a John Hattie, a Roediger, a Dunlosky o a cualquier autor de referencia. Da igual. Dirán que “esas investigaciones son neoliberales” o que “no reflejan la realidad de las aulas”. La traducción es que nunca las han leído, pero ya saben que están mal.
3. Hablas de técnicas concretas.
Propones estrategias de aprendizaje con respaldo… práctica de recuperación, repaso espaciado, lectura intensiva. Craso error. El ideólogo no discute técnicas; discute banderas. Si propones disciplina positiva, es “opresión”. Si defiendes silencio para concentrarse, es “fascismo educativo”. Game over.
4. Intentas bajar al terreno.
Cuentas tu experiencia en un aula real, con treinta chavales, ruido, cansancio y burocracia. Al ideólogo no le importa. Te dirá que si no encaja en su marco teórico, lo tuyo es anecdótico. El único terreno válido es su discurso, no la práctica.
5. Preguntas por sus propuestas.
Aquí llega lo mejor. Pides una alternativa concreta y aplicable. Su respuesta es el silencio o una retahíla de eslóganes sobre equidad, justicia social y transformar el mundo. Lo de cómo enseñar matemáticas a 2.º de la ESO ya tal.
6. Te atreves a cuestionar.
Si insistes en pedir concreción, prepárate. Vendrá el ataque personal. No discutes ideas, eres “retrógrado”, “enemigo del progreso” o “facha pedagógico”. No importa que hayas citado veinte estudios; lo importante es que ya tienes etiqueta.
7. Descubres la clave.
El debate no era debate, era un mitin. Y en los mítines no gana la razón ni la evidencia, gana el que grita más fuerte. Fin de la partida.
Si intentas ganar un debate educativo contra alguien que solo maneja consignas, prepárate para perder desde el minuto uno. No porque no tengas razón, no porque tus datos no sean sólidos, sino porque el juego está amañado. La ideología no necesita argumentos. Necesita etiquetas. Y contra una etiqueta no hay evidencia que valga.
La próxima vez que te encuentres en uno de esos “debates”, ahórrate el esfuerzo. No intentes ganar. Disfruta de la tragicomedia, toma notas para reírte luego y recuerda que la educación no mejora con consignas, mejora con evidencias, sentido común y trabajo real en las aulas. Todo lo demás es teatro.
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