Estos últimos días, empezado ya el curso en algunas Comunidades y en otras, como la mía, empezando mañana, estoy viendo de nuevo y como siempre sucede en estas fechas, un gran escaparatismo en las redes sociales, y en los medios de comunicación más tradicionales, de muchas modas educativas. De modas educativas que no entiendo. De modas educativas que solo son unos pantalones de pitillo de toda la vida. De modas, vendidas como innovación, que se plantean, por enésima ocasión, como solución a todos los problemas educativos. Incluso algunas se escriben negro sobre blanco y algún (…) les da el rango de ley.
Lo importante sería plantearse la necesidad de volver al tocino y dejar la velocidad para otros. De volver a los clásicos. De dejar de innovar a golpe de mercado o destellos brillantes que se le ocurre a alguien. Quizás lo más innovador en pleno siglo XXI sea no innovar. Lo sé, es contradictorio, pero al igual que la innovación es contradictoria per se, también lo es la no innovación. Toda reforma tiene su contrarreforma. Y tan válida es una cosa como la otra si los motivos que impelen cualquiera de las dos opciones tiene que ver con la mejora. No hablo sólo de mejora educativa porque, quizás, todo va más allá de lo anterior.
¿Y si para mejorar las habilidades de lectoescritura debemos volver a las lecturas diarias en el aula, a la medición de velocidades lectoras y a un aumento de las pruebas de comprensión lectora? ¿Por qué en lugar de buscar una app que nos solucione el problema no volvemos a lo que les funcionaba a muchos maestros? No es moderno decir lo anterior pero… a pintar uno disfruta y aprende más pringándose con témperas que haciendo diseños con el iPad. Bueno, eso hasta que les introducimos de forma subrepticiamente la necesidad de estar pegados a una pantalla. ¿Es malo usar pantallas para el aprendizaje? Claro que no. El problema es dotarlas de una falsa necesidad y ver si realmente no estamos perdiendo el tiempo haciendo ciertas cosas que, al final, pueden hacerse a mano de manera mucho más sencilla. La innovación de los pequeños detalles. La innovación como respuesta a un mal concepto de innovación que nos llevan vendiendo demasiado tiempo.
Dar clase ya es innovador. Tener a determinados alumnos delante obliga a innovar. Es igual la herramienta, lo importante es que aprendan, disfruten y, al final, consigan asimilar alguna de esas cosas con las que les bombardeamos a lo largo de los años. A pesar de que algunos hablen de educación bulímica, la verdad es que algo se les queda. A mí, por ejemplo, con un Conector conseguí aprenderme las capitales mundiales. Echando un Trivial con amigos, uno se sociabiliza y aprende muchas cosas de cultura general. Claro que es bueno saber de cultura general. No todos los aprendizajes deben tener su utilidad productiva. Con lo bonito que es poder saber cosas. O, simplemente, saber encontrarlas por si en algún momento las necesitamos. Y para eso no nos sirve Google. Para eso nos sirve la búsqueda que podemos hacer en el medio que, en cada momento, consideremos más oportuno. No hace falta acudir al móvil o al ordenador. Podemos acudir a nuestros compañeros de aula, de trabajo, de fatigas o, simplemente a aquellos familiares a los que deberíamos escuchar más cuando nos cuentan sus “batallitas”. Cuánto echo de menos lo que me contaban mis abuelos. Cuánto aprendí de cosas que me contaban.
A lo mejor no se trata de blogs, vídeos, robótica, gamificación basada en videojuegos o escape room. Quizás sea todo mucho más sencillo que lo anterior. Innovar lo hacemos a diario. Y, en ocasiones, la mejor innovación es aquella que permite, sin ningún tipo de problema, aislarla de elementos externos. Estoy convencido de que un iPad puede ser tan innovador como una tiza o una simple exposición oral. Quizás es que me estoy plagando de contradicciones. A lo mejor es que la innovación educativa no existe y conviene dejar de hablar del concepto para empezar a hablar de otra cosa. Por suerte, hay vida más allá del discurso.
El 90% de la información que llega sobre educación, a estas alturas de curso, va sobre «metodologías innovadoras que lo van a petar». Son más del 99% de cursos de formación que ofrece, o bien vuestra administración educativa o algunos que han querido montarse su chiringuito «innovador». El problema es que esto no deja de ser humo. Humo que, al menos mañana en mis clases, con alumnado que desconozco, no tiene ningún valor. Salvo, claro está, para aquellos que se lucran vendiendo lo anterior. Vender unos tejanos por el doble de precio, simplemente añadiendo un corte (o varios) en los mismos y sabiendo que, seguramente van a romperse antes y se obliga a comprar otros es el timo de la «innovación educativa» en formato textil. Suerte mañana a los que volvéis, después de unos días de «preoperatorio», como yo. Y segunda semana para algunos. Ya queda menos, para un docente vacacional como siempre he dicho que soy, para vacaciones. Eso sí, hasta entonces el alumnado aprenderá porque la mayoría de docentes, en lugar de hacer experimentos que no sirven, validarán lo que les funciona en cada grupo y conseguirán un cierto éxito con una cantidad determinada, muy influenciada por los recursos que se tengan y las situaciones sociofamiliares de los mismos, de alumnado.
Acabad de disfrutar el domingo. Mañana empieza lo serio para algunos. Y la necesidad de ser un buen profesional. Dejad los cantos de sirena en las redes sociales. Bueno, haced lo que os dé la gana. Ya somos todos mayorcitos. Y, como he dicho siempre, hay gente a la que le gusta más decir que hacer. No solo en educación. Seguimos…
Como estoy haciendo en los últimos artículos, os recomiendo mi nuevo libro sobre educación para mayores de dieciocho, “Educación 6.9: fábrica de gurús”. Lo podéis adquirir aquí (en versión digital o papel) o en ese pop-up tan molesto que os sale. Y sí, me haría mucha ilusión que fuera uno de los diez libros más vendidos sobre educación este curso. 😉
Descubre más desde XarxaTIC
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.
Lo que pasa es que la educación ha tenido que cambiar porque el mundo cambió, ya la gente no retiene tanta información como antes, necesita otras herramientas para hacer la comprensión de información más completa y certera. Pero eso no quita que la educación de antes no siga funcionando.
Nunca he dicho ni he defendido que «si hay cosas que no funcionan o puedan ser mejoradas», cambien o se mejoren.
A mí esto de que «el mundo cambió» o «la gente no retiene tanta información» me suena a escusa.
Esta semana les di a mis chicos de 3º de ESO una clase magistral, a la antigua usanza… los tuve callados todo el rato y al terminar me dijeron: -Seño, cuántas cosas sabes. El próximo día ¿nos cuentas más historias?
Les pregunté a cuántos de ellos sus padres, o abuelos, o tíos, o vecinos, les habían leído y contado cuentos de pequeños… La respuesta fue desoladora…
Yo sí abomino de las pantallas y nuevas tecnologías… si a mis alumnos de 3º de ESO lo que les sorprende son los «cuentos» quizá la educación moderna tenga más de moderna que de educación (como diría Mafalda).
Ser «moderno» o bajo el paraguas de «moderno» no implica que lo sea. Ni en educación, ni en ningún ámbito. Un saludo y gracias por contar tu experiencia.
Gracias por explicar. Me parece de traca, alguien ha pensado en los alumnos? Que mensaje se les esta dando? Mi hijo llego a casa con un papel que si lo firmabamos en casa, podia abandonar el centro en esa hora ya que la han puesto al final de un dia lectivo. Que triste, vergonzoso vamos!!!
En la escolarización obligatoria no hay ningún papel que exima la asistencia a clase (si se da, es ilegal). Otra cuestión es que los padres, libremente, decidan que su hijo no acuda a determinadas horas al centro educativo y lo justifiquen.
Dicho de otra manera, «cualquier día haremos de todo menos instruir.» A veces bromeo con algunos compañeros y digo: llegará el día que nos darán una nariz de payaso a principio de curso. Dedicamos mucho tiempo a innovar y poco formar.
¿Seguro que ya no está sucediendo lo anterior en muchas aulas? Es que solo se trata de ver lo que «venden» algunos en las redes sociales y ponerse a temblar. La (mala) innovación es un recurso de los que no tienen otro.
Antes de cambiar las reglas, conviene aprenderlas.
Hola. Creo que a veces es necesario volver a lo que consideramos «viejo» o «antiguo». Muchos quieren innovar sin saber que es lo que van a innovar.
Ni todo lo de antes era malo, ni lo es todo lo de ahora. El problema es que la educación se basa en destrucciones de todo para empezar de nuevo. Y ahí está el problema.
Totalmente de acuerdo. Lo felicito por su texto. Efectivamente, desde hace años sostengo que lo más innovador es no innovar.
debemos recordar que la innovación es un medio , no un fin en si mismo. se innova para mejorar, si al hacerlo no se mejora, mejor no innovar.
El problema es que, por desgracia, en el ámbito educativo el «innovar» se ha convertido en un objetivo per se, obviando, como bien dices, su condición de «medio». Saludos y gracias por comentar.