|

Vaivenes pedagógicos

Mi visión sobre la educación cambia a día que pasa. Reconozco que quizás os he exagerado un poco el lapso temporal. No será a dirario, pero debo reconoceros que, conforme pasa el tiempo, cada vez voy dando más volantazos en la mayoría de mis ideas. No lo hago como algunos para sacar tajada de ello. Lo hago porque, sinceramente, hay cosas que me han ido chirrinado conforme pasa el tiempo y hay otras que, curiosamente, se han ido adecuando a mis planteamientos. Lo reconozco: soy muy poco estable. Y no hablo solo de temas relacionados con mi profesión.

No creo que sea malo cambiar de opinión. Tampoco creo que sea malo cuestionarse uno mismo lo que piensa. A veces toca volver hacia atrás para volver a coger una senda diferente y otras esperar a que, de una maldita vez, se acabe la jungla en la que te has metido. Es todo muy complicado. Especialmente si eres alguien que te cuestionas todo lo que haces y hasta la presión de la huella que dejas sobre el camino. Huellas que siempre van a estar ahí pero que, al final, te han servido para saber cómo salir de ciertas cosas. Mucho más eficaces las huellas que las miguitas de pan. Especialmente con tanta urraca y buitre compartiendo camino contigo.

Se puede pasar de profesaurio a superinnovador en un par de semanas. Incluso una misma clase puede variar entre La Matanza de Texas, Ghost y Los Osos Amorosos en poco menos de una hora. Es que lo de mantener las ideas, especialmente en algo tan líquido como la educación, o es de artistas o es de aquellos que todavía creen en el amor para toda la vida. Las utopías son fantásticas. El problema es que la realidad y el ver el día a día hace que, salvo que no queramos realizar el esfuerzo de cambiar de dirección o sentido, nos veamos abocados a disfrutar de una lluvia de meteoritos in situ. No sé si me estoy explicando pero, siendo lunes y escribiendo yo, tampoco aspiro a mucha coherencia.

No hay nada peor que ir de la mano de ciertas cosas. No hay nada peor que no saber elegir la ropa interior. No hay nada más triste que planchar esos gallumbos porque tu abuela los planchaba. A veces conviene evolucionar. La vida te impele a hacerlo. A cambiar. A deshacerte de ciertas cosas. A volver a comprarlas en la tienda de segunda mano de la esquina. A empeñar y desempeñar, continuamente, esa cadena de oro representante del landismo educativo. No queda otra. La vida es muy corta para que te lleve ella y no intentes llevarla tú. Aún así, siempre te va a acabar llevando en la dirección que ella quiera.

Hay vaivenes pedagógicos interesados y otros necesarios. Hay quienes cambian de ideas porque pueden sacar más defendiendo lo contrario de lo que defendían ayer. Otros cambian o cambiamos porque vemos que hay cosas que, en el momento actual, no nos satisfacen. Quién sabe si mañana sí. Quién sabe si pasado, después de volver a ciertas ideas, nos encontramos más piedras con las que no queremos tropezar de nuevo. Es todo demasiado complejo para poder analizarse mediante algoritmos. Demasiadas variables a tener en cuenta. Muchas de las cuales ni controlamos, ni vamos a poder controlar.

Hace un tiempo pensaba que los libros de texto desprofesionalizaban al profesorado. Que las TIC iban a revolucionar el aprendizaje. Que las redes sociales eran lugares para compartir de forma altruista. Que las horas dedicadas a mi profesión no importaban porque, en algún momento, me creí imprescindible haciendo ciertas cosas. Que, en definitiva, me podía sumar a determinados clanes para sentirme realizado conmigo mismo. Qué momentos. Qué recuerdos.

A día de hoy, dos de mayo de dos mil veintidós, ni tan solo sé cómo van a ir mis clases de hoy para hacer predicciones acerca de cómo va a ir la educación en un futuro. Y quién diga que lo sabe, simplemente miente. Eso sí, las mentiras pueden ser a sabiendas o por creencia. Mentiras al fin y al cabo.

Me he levantado mezcla de profesaurio crítico con determinadas innovaciones, montessoriano frustrado, espíritu de hacedor de memes pedagógicos y con unas gotas de indigencia intelectual. Una mezcla que espero se solucione con el segundo café del día. Si no es así, tampoco pasa nada. Seguro que alguien me explicará cómo y qué debo hacer para ser un docente fetén. Después haré lo que me dé la gana que, para eso sirve el ser un incrédulo de todo.

Que el día os sea leve y las vacaciones lleguen pronto. Recordad que vuestra vida empieza después de la necesaria cuota de tiempo que debemos pagar los pobres.

Permitidme haceros publicidad, como estoy haciendo en los últimos posts, de la newsletter que hago llegar a los suscriptores cada lunes con los artículos de la semana a los que añado una breve reflexión. Os podéis suscribir desde aquí. Suscribirse es gratis. 😉

Publicaciones Similares

Deja un comentario