Sumidos en un hype educativo

Creo que en los últimos tiempos, por motivos más relacionados con intereses de terceros que los de los alumnos que pueblan nuestras aulas, estamos pasando de una burbuja educativa a un continuo hype educativo. Una aproximación a hype sería exagerado. Exagerado por enfatizar la idea de la necesidad del cambio educativo, la difusión de estrategias y, cómo no, centrar todo el discurso de mercadotecnia alrededor del concepto de innovación. No son las conferencias en las que Apple presentan sus novedades pero se le parece. Mucho chauvinismo ilustrado acerca de qué podemos esperar en el futuro, análisis en todas las claves posibles de las últimas herramientas o estudios más o menos científicos y, muchas luces de neón que nos marcan el supuesto camino a seguir.

Quizás sea exagerado comparar algo como la educación con estrategias de distribución de tecnología pero, ¿alguien no observa la desproporción entre las expectativas que se generan en educación y la realidad de nuestras aulas? ¿Realmente no os da la sensación de estar en una continua ansia de demostrar cada vez más lo que se hace en detrimento del hacer? ¿No creéis que, más allá de la imposición del mercado, no seamos los propios docentes (bueno, una parte) los que nos encargamos de hacer ese hype y enfatizar lo nuevo? Bueno, lo nuevo o remanufacturado. Que ya sabemos que, al igual que sucede en cualquier ámbito, no hay innovación y sí rediseño o readaptación. No hay casi ninguna novela que aporte puntos de vista nuevos acerca de ningún tema. Hay, eso sí, mucha adaptación y modulación de los redactados para poner en el mercado algo que a la gente le guste leer. O que le haga, simplemente, pensar.

Estamos pendientes de cuál va a ser la nueva revolución educativa que va a echar por tierra todo lo que conocemos sobre educación. Las “nuevas” metodologías nos generan un gran nerviosismo al ser vendidas como soluciones y, además, dejan la puerta abierta a unas metodologías aún más nuevas que ya intuimos que nos va a traer el futuro. Eso es como aquellos centros educativos que apostaron por el iPad y lo que generó dicha expectativa a docentes, alumnos y padres. Lamentablemente, como ya sabemos, el hype se convierte en suflé cuando se ve cara a cara con la realidad. Eso sí, seguramente habrá un nuevo producto tangible o intangible que genere unas nuevas expectativas en breve. Y el círculo sigue girando mientras unos y otros nos empeñamos en decir y hacer lo posible para nuestros alumnos. Al menos, los que estamos en el aula.

Todos estamos participando en el hype educativo de una u otra forma. Tanto sea acudiendo a determinados eventos, difundiendo determinadas cuestiones (de forma crítica o aceptándolas sin ningún tipo de cuestionamiento) o, simplemente, fabulando acerca de la necesidad de cambios que seguro que van a ir en un sentido o en otro. Un sinvivir que, al final, lo único que hace es que se generen necesidades más cercanas a mantener ese estado de nerviosismo y aceleración que a mejorar la educación. Eso sí, ¿no os gusta que cada vez se hable más de educación? Bueno, a mí que se hable de ciertas cosas y se acabe yendo a velocidad de crucero interestelar, me preocupa ligeramente. Digo ligeramente porque, si de verdad me preocupara, no escribiría sobre ciertas cosas. Escribir sobre ciertas cosas es, lamentablemente, estar imbuido por ese hype educativo que todo contamina.

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