No he sido nunca un defensor de la irrupción de las empresas tecnológicas en las aulas, pero tampoco soy alguien que no sepa que, en ocasiones, hay herramientas que, por motivos de infraestructura, costes o equipos de desarrollo, no pueden ser suministradas por la administración. La administración no tiene fondos ilimitados para servidores, programadores o, simplemente, sistemas de atención al usuario. Lo sé. Es una pena, pero es así.
Entonces, ¿qué hacen las administraciones? Pues a falta de la posibilidad de crear determinadas herramientas y servicios de forma autónoma, lo que firman son convenios con determinadas tecnológicas. Tan solo hace falta ver los convenios que tienen todas las Comunidades, algunos más chapuceros que otros, con Google o Microsoft. No es por ganas de firmar con Google o Microsoft. No es porque Google o Microsoft den pasta a nadie de los que gestionan la educación. Es porque, por desgracia, no se puede asumir el coste, con dinero público, de crear esos ecosistemas. Sé lo que valen los servidores. Estuve trabajando en mi Conselleria cuando la pandemia en la DGTIC (Dirección General de Tecnologías de Informática y la Comunicación). Y no, no se podía ofrecer servicio con recursos propios a todos los usuarios. Es que, sinceramente, hasta haber firmado un convenio con Microsoft, no se pudo tener un servicio de correo en condiciones ni un espacio de almacenamiento suficiente en la nube para los docentes. Esto es así. Repito, me puede gustar más o menos, pero es que no hay opción.
Además los costes de montar ciertas cosas desde la administración son mucho más altos que el coste que te ofrece contratar determinadas cosas a las empresas tecnológicas. Solo hace falta verlo a nivel de usuario. Mirad cuánto os cuesta mantener un servidor, tanto para comprar el disco duro, con otro para hacer copias de seguridad del primero, sin olvidarnos del coste de la luz y mirad cuánto vale contratar una barbaridad de espacio online a Amazon, Google o Microsoft. Pues mucho menos. Algo que es la clave de muchas cosas.
El problema de venderse a las tecnológicas es uno. Ellas deciden cómo cambian las reglas del juego en cada momento. Ellas deciden retirar o aumentar el coste de determinados servicios y herramientas. Ellas deciden si se va a poder acceder a las mismas o no desde cuentas profesionales. Ellas deciden cuando van a borrar vuestros trabajos realizados en Canva o Genially. Si mañana Genially se va a pique o decide cerrar, todo vuestro material se va a perder. Incluso que lo podáis recuperar, porque os den un tiempo para hacerlo, el mismo va a ser imposible de usar de forma interactiva. Es que es de cajón. Las tecnológicas quieren dinero y solo van a seguir funcionando mientras les sea rentable. Tan solo hace falta que reviséis los últimos cambios en Facebook e Instagram que obligan, o bien a que paséis por caja, u os van a mostrar anuncios. Si hasta Netflix, que también es un modelo tecnológico, cambió las reglas del juego para impedir el uso de cuentas compartidas. Y ya no entro en Twitter (o X). Cambios de nombre, cambios de funcionalidades, etc.
Por mucho que exijáis como docentes a las tecnológicas que hagan A o dejen de hacer B, son empresas privadas que tienen todo el derecho del mundo a hacer lo que les dé la gana. No pagáis nada y, por tanto, no tenéis derecho a exigir nada. Incluso teniendo planes de pago con las mismas, tampoco tenéis demasiado poder. ¿Creéis que con un pago de 100 euros al año, que es el precio de algunos servicios que ofrecen determinadas multinacionales, tenéis algún poder en esas empresas? Pues va a ser que no.
Siempre he dicho que debemos confiar en las herramientas de la administración o en los convenios que firma con las multinacionales o determinadas empresas tecnológicas más pequeñas porque, al final, su margen de negociación es bastante mayor que el de los simples docentes. Otro tema es que esa confianza no puede ser jamás absoluta porque, tan solo voy a daros un ejemplo, en Cataluña van a borrar todo el contenido de todas las webs estáticas que tenían sus docentes. Trabajo de muchos años a la papelera porque, por mucho que se descargue una copia de seguridad, ¿sabéis cuánto cuesta volver a poner ese material de forma accesible en la red? Una barbaridad.
No podemos ir en contra de las tecnológicas (salvo que las mismas trafiquen con datos de nuestro alumnado). Lo que sí que podemos hacer, como profesionales de la educación, es no centrarnos en la herramienta y sí en el proceso de enseñanza-aprendizaje. Entonces, por mucho que un día decidan chapar X o limiten los servicios que ofrecen de forma gratuita, no tendremos ningún problema porque no lo habremos fiado todo a la herramienta o el servicio.
Permitidme la reflexión porque, al final, el discurso acerca de la irrupción de las tecnológicas se convierte en un tema ideológico o de pataleo porque me han quitado ciertas herramientas o servicios que usaba con mi alumnado. Es mucho más complicado que eso porque, tal y como he dicho, tanto por aquí como en determinadas reuniones que he tenido en la administración (cuando estaba ahí e, incluso después de estar) o, con responsables de determinadas empresas tecnológicas, el tema es mucho más gris de lo que pretenden algunos cuando hablan de la irrupción o uso de determinadas herramientas de empresas privadas.
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