Uno de los grandes problemas para la mejora profesional de los docentes (no solo) de nuestro país es el modelo de formación del profesorado. Un modelo basado, por desgracia, en abundante pseudociencia y prácticas educativas que, más por visibilidad de las mismas que por eficacia, están siendo difundidas como si fueran el Santo Grial de la educación. Sin olvidarnos, claro está, de la gran cantidad de cantamañanas con visibilidad, especialmente conseguida en las redes sociales, que se están lucrando ofreciendo nada cuyas ponencias, por desgracia, se acaban llenando de docentes más interesados en hacer de fans que en aprender.

Si ningún docente acudiera a cursos de inteligencias múltiples, estilos de aprendizaje o a oír discursos, por parte de alguien que ni sabe de lo que sucede en el aula ni, por desgracia, sabe de investigaciones científicas o evidencias, no existiría este modelo de formación nefasto que tenemos actualmente. Y sí, entiendo que uno deba pasar por el aro de un “curso de bonsáis” o de “constelaciones familiares” para conseguir puntos para procedimientos selectivos, sexenios o cumplir con las directrices que mandan en sus centros educativos pero, por favor, como mínimo cuestionemos un poco qué se ofrece en lugar de ponernos a aplaudir o a bailar, meneando las llaves, como si fuéramos animales sin cerebro.

¿Se puede revertir el modelo de formación del profesorado? ¿Se puede luchar contra los intereses y los chiringuitos que se han montado algunos? ¿Se puede intentar contraponer formación de calidad a formación basada en el espectáculo? ¿Se puede contraponer evidencias científicas encima de una tarima a alguien que suelta un discurso vacío como los que soltaba Ken Robinson o sueltan nombres, muy conocidos y difundidos, que están en todas partes? Ojo. No me preocuparía que alguien que fuera serio y explicara cosas de utilidad, basadas en experiencias o fundamentos científicos, repitiera ponencias o cursos. El problema es que lo hacen, si miramos los nombres y lo que ofrecen, personajes con un nulo bagaje en saberes más allá de saber, con suerte, moverse delante de un auditorio o, simplemente, haber conseguido visibilidad vendiéndose, especialmente, en las redes sociales. Lo reconozco. Algunos han sabido hacerlo muy bien.

Si de cada cuatro cursos de formación del profesorado hubiera uno de aprovechable ya me daría con un canto en los dientes. Lo que pasa es que, con suerte, es uno de cada veinte. Y ahí tenemos un problema. Un problema al que se añade que, ese uno de cada veinte que vale la pena, por desgracia es el que acaba o no llenándose o, simplemente, desapareciendo de la oferta formativa por no reunir el número mínimo de participantes al mismo. Es mucho más cómodo ir a ver un película como Cazafantasmas que ir a ver alguna película, de esas más lentas, con papeles no tan fáciles de comprender. Es mucho más sencillo leerse una novela de esas para pasar el rato que leerse algo con enjundia. Y no pasa nada por hacerlo. Yo lo hago. El problema es trasladar lo anterior a una formación que debería servir para mejorar la praxis docente.

¿Se puede revertir la formación del profesorado? La respuesta es NO. No hay interés en hacerlo. Hay mucho negocio tras la oferta formativa actual. Y, vamos a ser sinceros, al final lo que se ofrece, tanto por la administración como por las diferentes empresas que ofrecen formación, es lo que demanda el público (léase, en este caso, los docentes). Al igual que sucede en la televisión. Se ofrece casquería porque los que ven la tele quieren casquería.

¿Abandonas la posibilidad de que haya un cambio de modelo de formación? Pues, aunque haya dicho que no se puede revertir la formación del profesorado, SÍ que creo que empieza a haber una ligera reversión y aparición de una formación, basada en evidencias e investigaciones, que intenta aportar cosas a la realidad de las aulas. Eso sí, con toda la oposición de aquellos que, curiosamente, son los que trincan con el modelo de formación actual. Una oposición que realizan por tierra, mar y aire. Bueno, por las redes sociales y los medios que continuamente les están entrevistando.

Nunca pierdo la esperanza de que cambien las cosas. Mientras no cambien, seguiré intentando aportar mi granito de arena para que lo hagan. Un granito de arena que no sirve de mucho pero que, como mínimo, a más de uno le molesta que sea aportado. Especialmente a los que se sienten aludidos por determinadas críticas que hago.

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