Uno se harta de ver como los posicionamientos educativos se realizan desde la tarima ideológica. No es solo la necesidad de justificar algo basándose en ideología. Es la necesidad de criticar cualquier medida, por el simple hecho de ser realizada desde una supuesta óptica política. Ya no es sólo que uno deba descalificarse por ser rojo, azul, morado, naranja, verde o magenta. Ya es taxonomizar, por las ideas que uno puede tener, como perteneciente a un determinado club formado por pensamientos monolíticos. Da la sensación de que si uno juega al rojo, no pueda criticar a los que llevan una chapa de ese color. Lo mismo con los azules y otros colores del mercado.  Y sí, de mercado cuando hablamos acerca de temas educativos, hay mucho.

Puede haber decisiones políticas que se apliquen desde diferentes colores que pueden ser positivas para el aula. Puede haber decisiones políticas que sean aplicadas por los tuyos -si alguno tiene tuyos en esto de la política- que sean totalmente nefastas. Tan malo es no considerar las primeras como buenas, como sí hacerlo con las segundas. No es cuestión de quién o qué color las aplique, es cuestión de tener un poco de sentido común y espíritu crítico y aceptar que, no por ser alguien afín ideológicamente contigo, puede proponer o hacer cosas interesantes. Descalificar a alguien por pertenecer a un determinado color es lo mismo que calificarlo para aceptar, sin chitar, todo lo que dice. Los rojos pueden ser muy rojos y proponer cosas interesantes. Y no, no son sólo los rojos, ni rojillos, ni esos que actualmente ya no sabes ni del color que son. Que la batalla educativa tiene mucho de ideológico y de descalificaciones previas por estar sometidas más a ideología que a necesidades. No es malo tener ideología. Lo malo y perverso es no aceptar que la ideología no lo cubre todo.

Decir, por ejemplo, que la LOMLOE es un truño, es un posicionamiento azul. Bueno, más bien entre azul y verde. Decir que es maravillosa, uno tirando a rojo, mezclado con un magenta (dudo siempre entre magenta y lila). Pues eso es lo que el personal entiende. El personal sigue sin entender que lo que debe hacerse es analizarse el tema, alejándonos de cuestiones políticas y ver si realmente es una buena o mala ley. Algo que debe hacerse al margen de la ideología. No es cuestión de que uno sea de un color u otro. Eso es algo que debe cerrarse porque, más allá de los intereses políticos de defender a los tuyos, hay intereses globales. Intereses que van mucho más allá de que hayas puesto determinados votos en una urna, porque has comprado un determinado discurso. No, no entro en la disyuntiva de hacer discursos A y rubricar hechos B.

Pero no me preocupa que uno se posiciones a favor o en contra de determinadas cosas en educación. Me preocupa que alguien se posicione a favor o en contra de ciertas cosas porque el criterio político prima más que las necesidades educativas. Y quiero que se entienda que el tema de la LOMLOE, lo he sacado sólo como un ejemplo de lo que sucede cuando uno prima cuestiones subjetivas, muy marcadas por una necesidad de comulgar con los suyos. Más que con ver otro tipo de posibilidades.

Uno llega a un debate educativo y lo primero que oye es la descalificación de comunista trasnochado, fascista, chavista, liberal o cualquier otro adjetivo para taxonomizar al personal. Ya no valen de nada las ideas que uno pueda aportar porque cuando, por ejemplo, a uno le dicen “rojo, que eres un rojo”, ya se acaba cualquier tipo de debate productivo. Y no solo en educación.

Como estoy haciendo en los últimos artículos, os recomiendo mi nuevo libro sobre educación para mayores de dieciocho, “Educación 6.9: fábrica de gurús”. Lo podéis adquirir aquí (en versión digital o papel) o en ese pop-up tan molesto que os sale. Y sí, me haría mucha ilusión que fuera uno de los diez libros más vendidos sobre educación este curso. 😉


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