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Reflexiones acerca de la formación online para docentes

Estos días están inundándonos con la oferta formativa “a distancia” de muchas administraciones autonómicas y empresas privadas. Debe ser que la pandemia ha expandido el nicho de negocio y, hasta hay docentes que se han montado su propio chiringuito para dar cursos, en ocasiones certificados por Universidades que certifican, por un módico precio, todo lo que se les pide. Lamentablemente, aquellos que ya hemos pasado por los mismos y, tenemos un poco claro en qué consiste (o debería consistir) una formación docente de calidad hemos optado, una vez superados las horas de formación que nos imponen para sexenios o similares, por hacer oídos sordos a la mayoría de la formación que se nos está ofreciendo.

Los cursos de formación online que se ofrecen para docentes no acaban de funcionar. No funcionan porque, por mucho que nos empeñemos en evaluar las cosas positivas (que algunas, seguro que hay aunque cueste de verlas) hay una gran brecha entre lo que el docente necesita en su día a día y lo que se le está ofreciendo. Sí, no tiene sentido ofrecer formación alejada del aula y de metodologías. Y ya no digamos ofrecer la misma formación empaquetada para cien o mil profesionales del aula.

Hay algunos motivos básicos por los que no funcionan esos cursos. Unos motivos que intentaré, dentro de mis posibilidades y la subjetividad que siempre supone la opinión de uno, desgranar en diferentes puntos.

  1. Un curso de formación online no funciona cuando la mayoría de tutores de los mismos no han participado en la creación del curso. Y, en el caso de los cursos ofrecidos en formato online, la mayoría de tutores no han tenido conocimiento del curso antes de que se les haya ofrecido su tutorización. El símil en formato presencial sería del docente que usa el libro de texto diseñado por terceros en el aula como único material sin haberse preparado previamente nada. No entro en aquellos formadores, con conocimientos marginales del tema a formar, que saben menos que el alumnado que van a tener. Y, por desgracia, no son casos aislados.
  2. La formación online es mucho más exigente que la formación presencial. Pretender dedicar las mismas horas de preparación a un curso online (por parte de creadores o diseñadores) que a las de un curso presencial es un craso error. Por cada hora de docencia online debería haber, como mínimo, cinco horas previas de trabajo. Por tanto, un curso de 30 horas (los ofrecidos habitualmente) debería llevar un trabajo asociado previo de más de 150 horas. Y no es lo habitual.
  3. Tutorizar en red requiere de estrategias específicas que la mayoría de docentes que tutorizan en ese formato no tienen.
  4. La práctica totalidad de los docentes que realizan los cursos de formación en red no aplican en el aula lo aprendido. Es un sinsentido formar para algo que después no se va a utilizar, salvo contadas excepciones, con los alumnos.
  5. La mayoría de herramientas de comunicación que se usan a lo largo de un curso de formación online (Twitter con sus hashtags, foros de Moodle, etc.) se abandonan al finalizar el curso. La formación puntual en formato aislado de una concepción formativa más global sirve de poco y la mentalidad de esa duración determinada, también.
  6. Lo primero que pasa por la cabeza a muchos docentes a la hora de matricularse de un curso online es la posibilidad de “copiar trabajos” que se hayan hecho otros años. Sí, es la triste realidad pero el comentario más habitual entre los compañeros que se matriculan en dichos cursos.
  7. La formación online no satisface las necesidades reales del aula porque se basa en una oferta masiva y poco personalizada. Y eso que hay entornos virtuales de aprendizaje que ofrecen esa personalización pero, como es complicado implementarla, se prefiere distribuir el curso de forma inespecífica para todos.
  8. En la formación online que se oferta prioriza la reducción de costes frente a la calidad de la misma.
  9. No hay ningún tipo de control posterior a la realización de un curso (tanto vale para presenciales como online). Algo especialmente grave cuando son cursos que ofrece la administración educativa con el dinero de todos.

Seguro que me dejo muchísimos más motivos por los que este tipo de cursos no funcionan. Es por ello que, como todas las entradas del blog, queda abierta esta entrada para que podáis comentar todo lo que queráis.

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4 comentarios

  1. Voy a compartir algo que a mi me echa para atrás: la supuesta modernidad de una video largo explicativo en el que el “presentador – actor” no hace sino leer un texto (enlaza con el punto 1). Prefiero leerlo a mi ritmo. No estoy en contra de lo videos, estoy en contra de los videos que no aportan nada al medio escrito. Gracias por tu reflexión.

    1. Yo también estoy en contra de los vídeos que no aportan nada a lo escrito. Más que nada porque siempre va a ser más cómodo tenerlo en negro sobre blanco, donde vas a poder complementar (no hace falta que sea en papel, puede ser en documentos digitales) que alguien que te recite lo que ya tienes por escrito. Leer PowerPoints es una práctica muy extendida pero, sinceramente, sin ningún valor.

      Gracias a ti por el comentario.

  2. Creo que la formación online aún está en pañales. Y creo que falta, sobre todo en los cursos propuestos por la administración, más especialización. Se suelen hacer de introducción, por el hecho de llegar a más gente, pero al final la información que se proporciona es tan básica que cualquiera con unas mínimas competencias podría adquirir ese conocimiento una tarde en Youtube.

    Si se va a realizar un curso, pongamos, sobre GeoGebra, no puede ser general, sino específico a un curso o, al menos, a un ciclo. “GeoGebra para 3º y 4º de ESO”. Aquí podrían enlazarse recursos públicos para aquel que no sepa nada de GeoGebra pueda controlar lo básico. Y, a partir de ahí, el curso debería enfocarse en aspectos y herramientas específicas de GeoGebra que sean útiles para los contenidos de esos cursos. Proporcionando una unidad didáctica de ejemplo para ambos, durante el curso los alumnos harían como proyecto una nueva unidad didáctica que pudiesen aplicar en el aula, con el compañamiento y feedback oportuno, así como evaluación formativa entre pares. Una vez finalizado un curso, debería quedarse un espacio (al menos un foro) de forma permanente, en el que se pudiera compartir los proyectos, inquietudes y se dinamizara anualmente como mínimo para lograr que se aplicaran los conocimientos adquiridos en el aula.

    Algo así, quizás sería más interesante que una introducción básica y unas cuantas tareas repetitivas de reflexión. Solo quizás.

    Gracias por el post.
    Un saludo.

    1. Lo explicas mejor de lo que lo he explicado yo. Y el ejemplo que usas de GeoGebra es fantástico porque, como bien dices, tan importante es la formación, como el contexto al cual se va a formar y la necesidad, tanto de un banco de recursos asociado a la misma como un espacio que perdure, tipo foro o similar, en el que se puedan compartir inquietudes y problemas que puedan ir surgiendo con esa herramienta en su uso.

      Gracias a ti por el comentario. Muchísimo mejor que mi post y además con una propuesta más que realista.

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