¿Qué significa realmente la autonomía curricular de centro?

Estos días hemos conocido el nuevo currículo educativo que se va a aplicar, de forma paulatina, los próximos cursos en Cataluña. Más allá de los mínimos estatales, cada Comunidad puede optar por incorporar un porcentaje determinado de “saberes” (conviene empezar a usar la neolengua) según el interés, tanto ideológico como técnico que se tenga en hacerlo. Y, en el caso de Cataluña, adecuando el currículo a las necesidades de la Fundación Bofill (ya toca empezar a hablar con propiedad y decir las cosas por su nombre) para continuar con su interés en hacer escuelas de primera y de segunda, además de favorecer a determinadas empresas que realizan actividades extraescolares más o menos educativas, queda lo siguiente:

Fuente: Twitter

Ha habido una bajada horaria en todas las asignaturas, salvo en la aparición de “horas de gestión autónoma”. El sueño húmedo de los que apuestan por la segregación escolar y por algunos que, con mano de hierro, gestionan los centros educativos públicos. Sí, hay directores a los que esas horas de gestión autónoma, en las que podrán dar, desde macramé hasta aumentar las horas para proyectos o determinadas asignaturas, les va a permitir mantener a determinados docentes “de su cuerda” en el centro. Si hay por ejemplo un centro en el que la directora se cepilla a todo el Departamento de Tecnología, lo lógico es que aumente las horas de Tecnología para que ese profesorado (que además permite ser seleccionado en gran parte por esa directora con el Decreto de Plantillas) se quede en el centro.

Pero imaginémonos que las horas de gestión autónoma se gestionaran dando horas en función de lo que se quiere para el centro educativo. Pues nos podríamos encontrar con centros educativos de determinados municipios o barrios que tuvieran mayores aprendizajes que otros. Sí, es así de maravilloso el conceder autonomía pedagógica a los centros educativos. Centros avanzados o retrasados con más de 500 horas curriculares de diferencia. Y no, esto no es equidad ni inclusión. Esto es otra cosa. Lo lógico hubiera sido dotar de recursos humanos y materiales según la complejidad real de los centros educativos. La solución no creo que pase por decirle a un padre que, como su hijo ha nacido en un determinado barrio o municipio, va a aprender menos que los de otro barrio o municipio. Ni tampoco se les puede decir, como el ejemplo que he puesto antes, que como la directora del centro en el que tiene escolarizado a su hijo se monta orgías con los de Tecnología, se potencia Tecnología frente a otras asignaturas. Esto no debería ser así.

La autonomía de centro, más aún en un país como el nuestro, me da mucho miedo. Quizás empieza a ser hora de que los inspectores y la administración hagan su trabajo. Que empiecen a revisar qué sucede en los centros educativos que gestionan o inspeccionan. Que empiecen a tomar datos más allá de pedir papeles. Que empiece, en definitiva, esa revolución educativa tan necesaria en la que creemos algunos. Una revolución que pasa, en lugar de por segregar por aprendizajes, por dar a todo el alumnado las mismas posibilidades. Y para eso toca invertir recursos. No toca decirles que esas posibilidades solo van a existir en función de donde vivan, el dinero que tengan sus padres o si pueden pagarse un determinado tipo de centro educativo.

Lo anterior es lo que significa realmente la autonomía curricular de centro. Y sus defensores que lo justifican como quieran pero, por desgracia, la realidad se empecina en ser la que es. Una realidad que implica que con esta falsa autonomía lo único que va a conseguirse es que la brecha educativa aumente. Quizás es lo que se quiere desde la administración educativa. Quizás es lo que desea la Fundación Bofill u otras organizaciones para vender sus “complementos educativos”. Quizás es lo que interesa para futuras elecciones. Eso sí, esto lo vamos a pagar muy caro. El problema es que siempre van a pagarlos los mismos y sus hijos. Ni los que legislan sobre estas cosas, ni los que las defienden. Bueno, siempre hay quien defiende cosas que le perjudican personalmente, pero contra eso ya no hay solución.

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