Mi hija tiene móvil. Se lo compré a los 12 años, de forma totalmente libre y sin ningún tipo de presión para (no) hacerlo. Como docente, soy partidario de la prohibición absoluta de los móviles en los centros educativos. Y sí, ambas posturas cuadran perfectamente porque, aunque a algunos de mis compañeros les guste  dar instrucciones en el ámbito privado de las familias, yo tengo muy claro que no debemos meternos en casa de los demás. Y mucho menos en decirles qué deben o no hacer con sus hijos. Otro tema, y ya lo aclaro, es que sí que tenemos la obligación, como profesionales de la educación, de informar a las familias y buscar su colaboración para que sus hijos aprendan.

Por tanto, a esta pregunta que varias personas me habéis hecho, acerca de qué pienso que haya familias que se agrupen para no comprar el móvil a sus hijos a los 16 (enlace)… me parece perfecto. Es su decisión y, tanto a nivel individual como colectivo, me parece perfecto que tomen una decisión sobre el tema. No entra dentro de mis competencias laborales el decirles que se lo compren o no antes. Dentro de mis competencias entra, por ser profesor de Tecnología, dar clase acerca de ciertas cuestiones digitales. Algo que algunos parece que se olvidan porque, todavía no sé la razón, se empeñan en ser superhéroes sin capa que opinan qué pueden hacer y qué no las familias con sus hijos.

Ya veis que me he mojado. Lo hago siempre. Aprovecho, claro está, para decir de nuevo que los centros educativos NO son lugares de sustitución de las familias. No son lugares para adoctrinar al alumnado según nuestras ideas. Son lugares para que el alumnado aprenda, que aprenda mucho y que, gracias a ese aprendizaje, pueda tener expectativas de futuro, mayor autonomía y discernimiento. Este es nuestro trabajo, mal les pese a cuatro que van de salvadores de la infancia.

Tengo mi opinión acerca del uso de los móviles en el aula. Lo que también tengo claro es que mi opinión vale igual que la de cualquier familia. Tanto para la que decide comprarle un móvil a los 12 como para aquella que, de forma individual o colectiva, decide hacerlo a partir de los 16.

Finalmente y antes de que se me olvide una cuestión. Cada uno decide si le presiona o no que sus hijos no tengan móvil si la mayoría de sus compañeros lo tienen. A mí, sinceramente, me presionaría entre poco y nada. Quizás sea porque, al final, la educación que he recibido o la que está recibiendo mi hija, no depende de lo que diga nadie externo a mi familia. Salvo en el caso que fuera un padre cuya hija llegara al centro educativo sucia, agredida o sin dormir. Ahí sí que tendrían que intervenir los profesionales de la educación porque eso, al final, es algo que lleva implícito cualquier profesión que trabaje con personas vulnerables. Y los menores lo son.

Es tarde, pero llevaba un par de días con este artículo haciéndome runrún en la cabeza. Además, a diferencia de otros, a mí me importa bien poco que sea una hora adecuada para publicar o no.

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