La verdad es que siempre he tenido dudas acerca de la capacidad -o más bien, de la incapacidad de algunos- en discernir que lo que les están vendiendo es, digámoslo simple y llanamente, algo que no se sostiene por ninguna parte. Ya no son sólo las modas o metodologías educativas. Es, simplemente, la compra indiscriminada de determinados materiales o herramientas, planteando dicha compra bajo la premisa de mejora educativa. Comprar un lápiz de una determinada marca, para algunos, ya es sinónimo de la quintaesencia educativa. El problema es que dicho lápiz vale diez veces más que otros, se rompe lo mismo al pasar por el sacapuntas y, por desgracia, saca los mismos dibujos lamentables de las manos de aquellos que, como yo, tenemos la desgracia de tener nuestras habilidades artísticas en algún lugar recóndito de nuestro organismo que todavía no hemos sabido encontrar.

Puedo entender que la administración educativa, por determinados motivos (sea necesidad de marketing u obtención de determinados beneficios más o menos declarables) pueda jugar la carta de comprar humo. También veo lógico que algunos centros, para captar más alumnado, jueguen la baza de las inteligencias múltiples, el educar en emociones, la robótica o, simplemente, el hecho de decir que ahí van a poder guardar a los hijos de los padres elijan su centro desde las ocho de la mañana hasta las nueve de la noche. Además, los van a tener entretenidos, van a aprobar y les van a dar la mitad de las asignaturas en inglés. Los padres lo compran todo. ¿Qué familia no compraría eso a un módico precio? ¿Por qué va a dedicarse la familia a indagar acerca de metodologías y analizar las críticas a las mismas que se están realizando últimamente? Que lo de elegir centro entra por los ojos. Al igual que muchas de las cosas que se compran en Amazon o Shein.

El problema es cuando dicha compra se realiza de forma acrítica por parte de docentes. Docentes a los que se les supone, por el simple hecho de serlo, el tener un poco de sentido común porque algo saben del tema. Ya no pido mucho. No pido que sean capaces de haberse leído investigaciones sobre lo que están comprando. Ya pediría que solo se lo cuestionen porque, a veces, cuando ves a un gran número de docentes, llenando auditorios para que alguien les cuente memeces y las justifican como maná educativo, da para llorar. Lo mismo que sucedería si algunos galenos creyeran que con un pepino se cura el cáncer o, como alguien está vendiendo con mucho éxito, que ingerir lejía lo cura todo. Y, seamos sinceros, es igual de peligroso creerse determinadas modas educativas o discursos que, comprar, por haber agotado todas las esperanzas en la medicina tradicional o no dar la misma resultados (que, por desgracia, no siempre los da), agua edulcorada, hierbas curalotodo o rezos a entes superiores.

No tengo muy claro por qué se sigue comprando humo educativo salvo que algunos vivan de ello, otros quieran vivir en un futuro de nuevos vapores, o se haya realizado muy bien la campaña de mercadotecnia para su difusión. Bueno, siempre quedan la minoría de idealistas que piensan, erróneamente, que una metodología o manera de hacer las cosas en un aula puede ser fácilmente extrapolable. Lástima que los alumnos no sean tornillos ni los docentes máquinas perfectas. Lástima que haya cosas que solo funcionen, y siempre con muchos problemas que, aunque no se vendan, existen, en las aulas de uno. Bueno, a veces hay cosas que ni tan sólo funcionan pero se tienen que vender como si realmente lo hicieran porque, ¿os imagináis lo mal que quedaría alguien por reconocer que su solución, milagrosa y muy vaporosa, no funciona? ¿Quién le llamaría para que pontificara sobre la misma? ¿Qué pasaría con todos esos techados que se han construido al margen de consolidar sus fundamentos?

Ya sé que hay mucho dinero moviéndose en el ámbito educativo. Existen muchas empresas que están saneando sus cuentas con ese dinero, vendedores de libros de autoayuda que necesitan seguir vendiendo y, por desgracia, administración que colabora en esa difusión y venta de humo. También hay familias que compran lo que les venden porque quieren lo mejor para sus hijos. Es que no es su trabajo -ni tienen tiempo- el investigar todo lo que les dicen desde los centros educativos o la prensa que es el no va más para sus retoños. Eso es algo que tendrían que hacer los profesionales que trabajan en esos centros educativos. Docentes que, sin entender el motivo, están comprando lo anterior. No sé si por falta de criterio o, simplemente, por haberles colado alguno el ilusionismo que subyace tras la mayoría de “inventos” que hace tiempo que asomaron la patita en su vertiente más comercial.

Quizás me podáis ayudar pero, ¿por qué creéis que se compra tanto humo educativo? Yo es que, sinceramente, no lo entiendo. Menos viendo los resultados de ese humo y su, con suerte, nulo efecto en el aprendizaje del alumnado.

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