Hace un tiempo os conté en este blog cómo fue mi primer día como docente (enlace). Y, en estos más de veinticinco años de profesión he visto una reducción brutal de mis condiciones laborales y de los resultados de mi alumnado. Se ha aumentado la carga burocrática hasta el infinito y, por desgracia, se han ido sumando nuevas exigencias profesionales que nada tienen que ver con mi función profesional. Porque, aunque a algunos les chirríe oírlo, la función de un docente es que su alumnado aprenda. Si nos cargamos esta premisa, llamemos a lo que estamos haciendo otra cosa. Y no pasa nada.

Quizás también me está pillando la situación bastante mayor. Bueno, no llego todavía a los cincuenta pero, al haber empezado joven y haber pasado por varios sitios, he podido ver la degradación (no solo) de mi asignatura. Me acuerdo cuando dotaron, al principio de la misma, de talleres de Tecnología en todos los centros educativos. ¿Sabéis ahora cuánto material de Tecnología se suministra a los centros educativos o se envía para que renueven el mismo? Ninguno. Salvo cuatro excepciones no hay ni un solo centro educativo que conozca al que hayan enviado material para renovarlo. Salvo, claro está, cuatro kits comprados a determinadas empresas que nadie sabe para qué sirven. Ya no es solo que no sepamos para qué sirven. Es que cuando nos ponemos a trastear con ellos, lo que vemos es que no sirven para nada de lo que prometen que sirven.

Hablo de mi asignatura (ahora materia, porque lo de cambiar nombres sí que está a la orden del día), pero podría extrapolarlo a otras de ámbito más práctico. Decidme cuántos laboratorios de ciencias de los centros educativos han sido renovados en los últimos veinte años. Cuánto material de Educación Física se ha suministrado. Salvo, repito, que haya centros que hayan comprado con su dinero ciertas cosas porque, al final, cada vez se depende más de tener un buen equipo directivo que de otra cosa.

Los Claustros han perdido su funcionalidad. No sirven para nada más que para que se expongan cuatro cosas y se voten acríticamente. Mis compañeros cada vez están más cansados de lo que están haciendo en su aula. El ambiente dentro del aula ha empeorado. Solo hace falta querer reconocerlo. Y, por mucho que algunos intenten hacer «experimentos motivadores», los mismos solo sirven para que el alumnado no se aburra. Esa es la máxima de la educación actual: que el alumnado no se aburra y no se frustre. En detrimento, claro está, de otras cuestiones. Navegar contracorriente, por si alguien tiene alguna crítica a esto que digo, deja un desgaste inasumible.

Y reitero el tema de la burocracia. Programaciones, criterios de evaluación hasta el infinito, evaluaciones iniciales, reuniones que no sabes muy bien para qué sirven y programas informáticos que, a los equipos directivos, les llevan locos por la gran cantidad de cosas que les piden. Nos han convertido en burócratas. En lo mismo en lo que primero convirtieron a los inspectores. Y ahora han ido a por los docentes. Inspectores a los que han machacado a papeleo que ahora se dedican a machacar a los docentes a papeleo. No es su culpa. La política educativa, gestionada por intereses muy poco educativos, ha provocado lo anterior. Es la legislación educativa la que nos obliga a ser burócratas. Legislación en la que no ha participado (casi) ningún docente en activo, ni personal de inspección. Han participado cuatro que tienen unas ideas muy locas y que hace siglos que no saben que está pasando en las aulas. Salvo alguno que, curiosamente, tampoco da muchas horas de docencia directa.

Antes los docentes huían del aula hacia otros lugares (asesores varios) porque no les gustaba dar clase. Ahora, cada vez son más, los que huyen para no acabarse de quemar. Nos están quemando, apuñalando y matando. Sí, conviene recordar el tema del compañero muerto hace años por disparos de ballesta. Aquí mucho insistir en las condiciones en las que el alumnado da clase y olvidarse completamente de los docentes. Además, un colectivo siempre puesto en la picota. Con ayuda, claro está, siempre de cuatro colaboracionistas que siempre dicen «que no debemos ser corporativistas». Buscando siempre peros o sacando casos individuales para dejar caer su pulla contra sus compañeros. Ellos siempre impolutos. Por eso en sus aulas las cosas sí que funcionan. Bueno, va a ser que no, pero no os lo van a decir. No permite que vendan sus libros o se les desmonte su ensoñación pedagógica.

Ha salido el informe de la Fundación SM hace poco (aquí). Dice cosas que vemos todos: desafección profunda con nuestra profesión, cada vez más a disgusto en el aula, cada vez un sentimiento de menor valor social de nuestra profesión, cada vez un menor tiempo para dedicarlo a preparar clases porque se nos va en cosas que nos han ido mandando, etc. Es que solo hace falta querer abrir los ojos. Y no estoy hablando solo que lo abramos los docentes. Estoy hablando de que la sociedad, si no ve lo que está pasando en la educación, tiene un problema.

Si saliera ahora de la Facultad, posiblemente, no me dedicaría de nuevo a la docencia. No pagaría el impuesto revolucionario en el que consiste el Máster, ni me apetecería estar en aulas, cada vez más duras, con mayor exigencia a todos los niveles y con unas condiciones laborales que, al menos en mi caso, han reducido mi nivel adquisitivo en más de un 30%. Lo sé, pasa en la mayoría de trabajos. Pero, por favor, que cada uno cuestione lo que está pasando en el suyo y no, porque cobre un sueldo de mierda, quiera que los demás lo cobren. Se ha de ser, como he dicho en múltiples ocasiones, ser muy estúpido para defender que otro tenga peores condiciones laborales en lugar de pedir mejores condiciones laborales para uno mismo.

Por cierto, en algunas Comunidades están proponiendo, ante la falta de docentes de determinadas especialidades, que puedan aumentar su horario lectivo en 6 horas semanales por 400 euros. Sí, habéis leído bien, unos 15 euros la hora. Y, sinceramente, me parece una vergüenza pero, como cada vez la situación económica está peor, seguro que hay compañeros que lo aceptarán si se pone en marcha esto. Eso sí, con el perjuicio en la calidad de las clases que se da porque, al menos a mí, con la experiencia que llevo (que es mucha y doy clase en la ESO y no en Formación Profesional), cada hora de clase me supone media de preparación. Lo que implica que, para ese profesorado, normalmente de FP que no encuentran, esos 15 euros la hora son ficticios y serían unos 6. ¿Qué calidad educativa pretendemos dar con docentes que cobren 6 euros a la hora? Algo que intuyo que veremos en nada de forma habitual.

Si la función del docente ha dejado de que su alumnado aprenda digámoslo de una vez. Eso sí, por favor, no engañéis a nadie diciendo que en la docencia van a conseguir cambiar la sociedad a mejor porque, al menos los que mandan desde arriba, lo único que quieren es mantener ciertas cosas y cambiarla a peor. Por ello toca, desde hace un tiempo, señalar a los docentes como culpables de todos los males. Lo mismo que, como sabéis, han hecho también con los médicos, con la policía, con los jueces e hicieron con los controladores aéreos. Además a esto se añade la campaña de enfrentamiento entre familias y docentes porque, al final, que nadie se piense que esto no está motivado por terceros. Lo está. Solo hace falta quererlo ver.

A partir del lunes (bueno, el martes en mi caso por festividad en mi Comunidad) seguiré haciendo, por mi alumnado y por ser profesional, lo mejor que pueda y sepa en mi aula. Ya estoy muy mayor para hacer lo que pretenden vender como maravilloso bajo el concepto de mierda de «reinventarse». Espero que mi hija no se dedique a la docencia. La quiero mucho y no me gustaría. Eso sí, la apoyaré decida lo que decida.

Lo más importante del blog es que os paséis por aquí, pero si queréis colaborar en su mantenimiento…


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