La educación, como todos los que trabajamos en ella sabemos, es un campo complejo y diverso, que requiere de una constante adaptación a las necesidades, intereses y características de cada alumno y cada contexto. No existe una única forma de enseñar y aprender, sino que hay múltiples opciones y posibilidades que pueden ser más o menos adecuadas según el caso. Por eso, como docentes, debemos tener la libertad y la responsabilidad de elegir la metodología que consideremos más conveniente para su alumnado, sin que nadie nos imponga una receta única o una solución mágica.
Sin embargo, esta libertad metodológica no siempre se respeta ni se valora. A menudo, y especialmente en los últimos tiempos, los docentes se ven sometidos a la presión de seguir determinadas modas, tendencias o corrientes pedagógicas que se presentan como las únicas válidas, eficaces o innovadoras. Estas imposiciones pueden provenir de diferentes ámbitos, como la administración educativa (mediante articulados legislativos), los medios de comunicación, las editoriales, los “expertos” o los propios compañeros de aula. Estos agentes, con mayor o menor intención, pueden influir en las decisiones de los docentes, limitando su autonomía y su capacidad crítica.
Pero, ¿qué argumentos tenemos los que defendemos la libertad metodológica de nuestros compañeros? A continuación, intentaré exponer algunos de ellos:
- Los docentes son quienes mejor conocen al alumnado. Nadie mejor que el docente que está en contacto directo con el alumnado para saber qué necesitan, qué les motiva, qué les dificulta, qué les ayuda y qué les hace crecer. Los docentes tienen la experiencia, la formación y la sensibilidad para diseñar, implementar y evaluar las actividades, los recursos y las estrategias que más se ajusten a su realidad educativa. Por tanto, los docentes deben tener la voz y el voto a la hora de elegir la metodología que más le convenga a su alumnado, sin que nadie le diga lo que tienen que hacer o cómo tiene que hacerlo.
- Los docentes necesitan contar con el mejor asesoramiento. Elegir una metodología no es una tarea fácil ni arbitraria. Requiere de un conocimiento profundo de las diferentes opciones disponibles, de sus ventajas e inconvenientes, de sus fundamentos teóricos y de sus evidencias empíricas. Por eso, los docentes necesitan contar con el apoyo y la orientación de profesionales cualificados que le ofrezcan información rigurosa, actualizada y contrastada sobre las distintas metodologías. Estos profesionales pueden ser otros docentes, asesores, formadores, investigadores o especialistas en diferentes áreas o materias. El papel de estos asesores no es el de imponer o prescribir una metodología, sino el de facilitar y acompañar al profesorado en su proceso de reflexión, decisión y mejora.
- Los docentes deben basar su práctica en evidencias e investigaciones. Elegir una metodología no es una cuestión de gustos, de modas o de ideologías. Es una cuestión de eficacia, de calidad y de equidad. Por eso, los docentes de aula deben fundamentar su práctica en evidencias e investigaciones que demuestren la efectividad de las metodologías que emplea. Estas evidencias e investigaciones deben ser rigurosas, relevantes y replicables, y deben tener en cuenta las variables y los contextos que influyen en los resultados. Se debe estar al día de las aportaciones de la ciencia y de la investigación educativa. Investigaciones y aportación que los docentes deben ser capaces de aplicarlas, adaptarlas y evaluarlas en su propia realidad.
- Los docentes deben ser críticos con las críticas. No se trata de una frase baladí. Elegir una metodología no es una tarea exenta de controversia, de debate o de conflicto. A menudo, los docentes se enfrentan a críticas, cuestionamientos o descalificaciones por parte de personas que no comparten su visión, su enfoque o su forma de trabajar. Estas personas pueden ser docentes de otras etapas o de otras especialidades, que se creen en posesión de la verdad o que desconocen la realidad de otras etapas o especialidades. También pueden ser docentes de determinadas facultades de magisterio, de pedagogía o de otras ramas de ciencias de la educación, que se basan en teorías obsoletas, dogmáticas o ideologizadas, o que jamás han dado clase en las etapas que critican. Los docentes deben ser críticos con estas críticas, y deben defender su libertad metodológica con argumentos, con datos y con resultados.
Ya veis que, al final, estamos en lo de siempre. El que mejor sabe qué y cómo hacerlo es el que conoce al alumnado. Y, además, si conseguimos, aparte de confiar en los docentes y en su profesionalidad, que cuenten con el mejor asesoramiento, basen su práctica en evidencias e investigaciones y sean críticos con las críticas que reciben, podemos aspirar a ofrecer una educación de calidad, adaptada a las necesidades, intereses y características de cada alumno y cada contexto.
Si lo anterior está tan claro como lo veo yo, ¿por qué hay algunos que se empeñan en que no sea así? ¿Por qué hay algunos que quieren imponer su visión dogmática de la educación? ¿Por qué se descalifican las evidencias e investigaciones educativas cuando no cuadran con el planteamiento de uno? ¿Por qué hay tantos hablando de educación e intentando imponer su manera de entenderla sin saber nada de lo que pasa en las aulas? ¿Por qué hay algunos docentes que se consideran con la varita mágica para hablar de contextos que desconocen? Es todo mucho más simple que eso. Se trata de confiar en los profesionales de la educación. Y sí, los profesionales de la educación pueden/podemos equivocarnos en nuestro abordaje metodológico. Para ello deberían existir unas figuras que nos ayudaran a saber dónde hemos fallado y ofrecernos asesoramiento. Figuras que deben saber mucho de educación, tener experiencia de aula para la que van a asesorar y conocer todo lo que se está estudiando en el ámbito educativo.
No se trata de imponer. Se trata de echar una mano a los profesionales que lo necesitan. La ayuda siempre va a ser bien recibida. Otra cuestión es que esa ayuda se convierta en una imposición sin sentido, tal y como están planteando algunos. Imposiciones que, curiosamente, acaban perjudicando al alumnado porque desconocen, tanto el contexto como las necesidades reales de los docentes.
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En el campo de la Educación superior, esto que planteas empieza a perder fuerza, ya que el “docente” tiene principalmente experiencia en su campo profesional y una base muy pobre en didáctica; por otro lado, la enseñanza actual “masiva”, la podemos afrontar con dividir a los estudiantes en grupos pequeños de una misma asignatura, en cuyo contexto la libertad de aplicar metodologías diferentes por docente, llevará a una queja de los estudiantes, debido a las diferentes oportunidades de desempeño que estarían condicionadas (en gran parte) por el docente que se les asignó. Finalmente, en programas complejos en Ciencias de la Salud, dejar en manos de un “docente” (sin una adecuada preparación en educación) el cómo lograr a los resultados esperados en los estudiantes, podría llegar a ser irresponsable.
En programas de Ciencias de la Salud creo que es donde más claro se ve lo que propongo en el artículo. Que sea el docente, con experiencia en su campo (en muchos casos profesional de la sanidad), el que comunique qué sabe y se adapte al alumnado que tiene delante. Otra cuestión es la masificación de las aulas. Pero eso es algo que no tiene nada que ver con lo planteado en el artículo.
Me agrada mucho sus idean expuestas, liberar el pensamiento crítico y creativo de los docentes.
Incluso aplicando una misma metodología los alumnos se acogen al agravio comparativo, ya que hay docentes más estrictos y otros más laxos a la hora de evaluar y lo que a los alumnos les importa, no nos engañemos, son las notas, aprender está en un segundo por no decir tercer plano. Lo que debe hacerse es aplicar criterios de evaluación y exámenes comunes con el mismo rigor y por supuesto intentar hacer el mínimo caso posible a los dictados de los últimos gobiernos al respecto. Ni competencias ni gaitas. Verás como en breve comienza a haber quejas sobre este sistema de evaluación por lo absurdo, inútil e ininteligible para padres y alumnos. Y si tenemos que usarlo porque nos obligan, hacerlo de la forma más próxima a una evaluación exigente.
Buenos dias
En búsqueda de soluciones para que mis proveedores (agricultores) desarrollen la capacidad de aprender y ya,poder usar nuevas tecnologías en Producción,Cosecha,Poscosecha,Mercadeo y ventas,Administración electrónica.Encontré la metodología que resuelve creo todos los problemas de la educación.
1-Las víctimas de las metodologías que existen son los profesores y los alumnos .
Con la metodología que encontré ningún estudiante pierde el año y adicional aprenden más que en cualquier otro colegio y en menos tiempo 8 meses terminan el grado escolar)
2-Desarrollan la capacidad de ser autodidactas para poder aprender a la velocidad que exigen los países hoy para poder tener personas competentes.
Hay mucho más.
Llevo 13 años probando que esta metodología funciona.
Con aprecio
NLR
Pues no. No has encontrado ninguna metodología ni nos la has explicado en tu comentario. Un saludo.
Jordi, en que pais vives?… Si eres de y vives en Colombia? Aqui hay una ley , decreto 1290 de 2009, el cual esta para dar las pautas que tu indicas, pues entre otros indica “el tener en cuenta los ritmos y estilos de aprendizaje”….la pregunta es, ¿por qué no usan o como lo estan usando los profesores, el decreto 1290?”
Los estilos de aprendizaje son un mito sin fundamento. https://xarxatic.com/los-estilos-de-aprendizaje-un-mito-sin-fundamento/
La docencia es mucho mas que solo metodologia, el docente debe reciclarse constantemente (no vale hoy lo que sirvio ayer), demasiados docentes pensando que por tener libertad de catedra no tienen que formarse, estamos poniendo el foco en resultados a toda costa sin mirar al alumnado. Un sistema educativo que da bandazos, con docentes que cambian de colegio cada año, y amigo, asi no se conoce al alumnado, flaco favor les hacemos por cierto.
Dejar trabajar al profesional siempre, pero hagamos buenos profesionales de la educacion y no personas de perfil bastante bajo en muchas ocasiones (salvando excepciones claro), en fin, bajo la lupa las personas encargadas de formar a futuras personas.
En mi humilde opinión claro.
Gracias por dejarme participar.
Saludos
¿No vale hoy lo que sirvió ayer? ¿En qué sentido? ¿Dos más dos ha dejado de ser cuatro? ¿El Ebro ha dejado de pasar por Zaragoza? ¿La comprensión lectora ha dejado de ser la clave para futuros aprendizajes? ¿El gótico ha dejado de ser gótico? Lo de que ahora no aprenden igual o no deberían aprender lo mismo es algo que, por desgracia, solo queda bien en un determinado discurso educativo del que algunos se están lucrando y que, por desgracia, perjudica al alumnado. Especialmente al alumnado más vulnerable.
Lo que sirvió antaño debería servir por los siglos de los siglos amén. Si algo sirve y funciona, para qué cambiarlo? Es como las metodologías para aprender idiomas, ¿tú sabes cuántas metodologías se han inventado a lo largo del pasado y presente siglos? Da hasta vértigo contabilizarlas. ¿Y sabes cuál funciona? La del sentido común, aprender vocabulario, reglas para unir ese vocabulario, pulir y practicar, es decir, memoria y práctica, no hay más, por más que nos vengan gurús a vender su nuevo método mágico. Por cierto y ya por curiosidad ¿ Tú eres docente? ¿ Y qué materia impartes, si es así?
Buen año para todos. Creo q seguir una tendencia pedagógica implica auna postura sobre los fines de la educación y por tanto, si el docente quiere ser coherente con si mismo, la metodología debe ser acorde a su pedagogia.Otra tema diferente es la técnica didáctica que pueda emplear, que queda bajo el amparo de la libertad de cátedra. Pero para quien esta “dentro de un sistema”, “debería” llevar a su practica una metodologia compatible con la pedagogia q el “sistema” propone explicitamente.
El problema es confundir conceptos. Hay un currículo (que es “lo legal” que debe enseñarse). Su abordaje va a depender, tanto de la praxis como de las herramientas que se tengan disponibles. Algo para lo que es experto el docente. Y la evaluación posterior es la que permitiría saber si se han hecho las cosas bien. El sistema no debería proponer estrategias pedagógicas; debería ayudar a la formación de los docentes en estrategias que, según evidencias, pueden funcionar en sus aulas. Un saludo.
Hola. Creo que has olvidado señalar la evidencia que proviene de la experiencia de que una metodología, unos materiales, etc… funcionan. Cuando digo “funcionan” pienso en que se aplican sin dificultad en el aula: los estudiantes entienden qué están aprendiendo, dónde tienen que llegar y cómo. También pienso en que la evaluación es positiva, es decir, los alumnos han aprendido lo que se pretendía. Por último, cuando ellos evalúan lo propuesto por el profesor, lo consideran adecuado, bien planteado y bien llevado a cabo. Contra esta evidencia pocos de los supuestos expertos pueden objetar nada, nada que no sea ideológico, claro, como que es mejor otra metodología porque es “innovadora” o por cualquier otra de las razones que se esgrimen y que no suelen ser capaces de demostrar que la adquisición de conocimientos se ha producido, ya que se añaden sistemas de evaluación vagos y difusos. Por tanto, el profesor debe elegir la metodología porque el experto en la didáctica de su especialidad es él. No hay un recetario universal de métodos que sirvan igual para la física que para la lengua o la filosofía. Algo que ignoran la mayoría se los dichosos psicopedagoga. Un saludo cordial
Creo que subyace en el artículo la necesidad de huir de pseudociencias y aprovecharnos de las evidencias de que disponemos en la actualidad. Y toda la razón en la premisa: “es el docente el experto en didáctica”. Otra cuestión es que, como docentes, debamos estar abiertos a formaciones en nuestra parte didáctica DE CALIDAD. Uno de vuelta.