Hace unas semanas, una compañera de otro centro educativo, me preguntó si se podía poner en contacto conmigo para preguntarme una cuestión referida a algo que le obligaban a hacer en su centro. Se trataba de asumir dos horas lectivas más para cubrir unas necesidades de atención a alumnado que acababa de incorporarse al sistema educativo de nuestro país. Y, como la veían joven y (pre)dispuesta, se lo habían planteado a ella. Bueno, después de decir que no quería hacerlo, le dijeron que lo haría sí o sí. Que era su obligación.
Pues nada, otra situación más de intento de abuso del trabajador. Intentando hacer colar como legal algo que no lo es (el horario del profesorado no puede modificarse una vez enviado a la administración educativa). Pero más allá de lo anterior, lo importante es lo que se debe hacer en caso de que a uno le pidan o, especialmente exijan, ciertas cosas. Pedir que esas instrucciones/obligaciones de hacer algo se den en papel. Papel que identifique claramente la persona que lo pide, lo que pide y, lo que es más importante, que esté sellado oficialmente. O en un documento que proceda de una cuenta de correo institucional de la que disponen los centros educativos (lo sé, serviría también la de la persona que ostenta la dirección del centro).
Ella me hizo caso y pidió a su director POR ESCRITO lo que le estaba pidiendo. Me dijo que la reunión fue muy tensa y que, en ningún momento, le dio por escrito lo que le estaba ordenando hacer. Que ella debía hacerlo y ya. Que no le iba a dar ningún documento que dijera que le iba a ampliar el horario lectivo. Y que había hablado con inspección y el inspector le había dicho por teléfono que sí que podían obligarla a incrementar su horario lectivo al margen del horario que había firmado a principios de curso.
Pues yo le dije que volviera a hablar con su director y le dijera que le diera POR ESCRITO las palabras del inspector. No que le dijera al inspector que quería sus palabras en papel. Quería las palabras del director diciendo que le obligaba a hacer ese incremento horario porque el inspector le había dicho que lo hiciera.
No sé nada en un par de días y se pone de nuevo en contacto conmigo para decirme que, después de esa reunión, después de la cual no le facilitaron ni le hicieron llegar ni las (supuestas) palabras del inspector, ni el director quería darle por escrito lo que le ordenaba hacer, ya hay un compañero suyo que va a hacer esas dos horas. Curioso, ¿no?
Pues bien, esto que sirva para recordaros que antes de aceptar hacer nada que creáis que va contra la normativa, pedid siempre que se os dé POR ESCRITO. ¿Por qué? Pues por tres motivos: a lo mejor la normativa dice otra cosa de la que pensáis y pueden obligaros, se incumple la normativa y ese documento o correo electrónico es la prueba para denunciar o bien, como ha sucedido en el caso que comento, sabiendo que el director incumple la normativa ha retirado la petición. Así pues, en cualquiera de los tres casos salís ganando.
Una situación que cuento, a pesar de haber anonimizado todos los datos, porque tengo la autorización de la persona que me pidió consejo. Y que me debe, por cierto, una comida en su tierra.
Como estoy haciendo en los últimos artículos, os recomiendo mi nuevo libro sobre educación para mayores de dieciocho, “Educación 6.9: fábrica de gurús”. Lo podéis adquirir aquí (en versión digital o papel). Y sí, me haría mucha ilusión que fuera uno de los diez libros más vendidos sobre educación este curso. Además, adquiriéndolo ayudáis a mantener este blog.
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Ahora tendrá represalias por el resto de sus días.
A lo mejor, al haberse plantado en esto y pedirlo por escrito, sabrán que no es alguien a quien se pueda amedrentar. 😉