Hace tiempo una compañera me recriminó en las redes sociales haber usado el tuit de alguien para criticar, de forma muy ácida, determinadas formas lingüísticas ininteligibles a la hora de vender “chorradas” pedagógicas (sí, lo digo porque lo creo y no debe respetárseme por ello). Una crítica fundamentada en la necesidad de respetar a la profesión y a mis compañeros. El típico discurso de aquel que considera que, lo importante, es no pisar callos, decir qué buenas son todas las ideas y asociar, por desgracia, lo que uno dice o determinadas prácticas de aula, a su profesionalidad. Un discurso que ha calado hondo en nuestra sociedad. Un discurso que, lamentablemente, lo único que hace es pervertir muchas cuestiones, obligar a no cuestionarse nada bajo el pretexto de ser políticamente correcto siempre y que, a la postre, lo único que hace -al menos en el ámbito educativo en el que profesionalmente me muevo- es permitir que algunos campen por el espacio y el tiempo vendiendo metodologías sin fundamento, diciendo determinadas “chorradas” o, incluso, aconsejando al personal acerca de lo que es bueno o no para conseguir algo en ellas cuando ni huelen el tema ni saben de qué va.

Lo anterior ya me crea hartazgo. No respeto todas las ideas. Nadie con sentido común debería respetar todas las ideas. No respeto la crítica a la clase magistral desde una ponencia magistral y unidireccional. No respeto las palabras o frases sin sentido que se formulan alegremente desde un púlpito. No respeto que, justificándolo bajo la libertad de elección, debamos pagar con nuestros impuestos servicios educativos que gestione una empresa privada. No respeto las ideas que obligan a usar un servicio o herramienta de una empresa con ánimo de lucro, por desidia de la administración en suministrar lo anterior. No respeto las ideas de aquellos que sólo ven mal lo que hacen otros y jamás se cuestionan lo que están haciendo ellos (va tanto por docentes, como por partidos políticos a la hora de hablar de temas educativos). No respeto la idea de que para prestigiar una asignatura se debe dar barra libre al suspenso. No respeto las ideas de aquellos que hablan de las bondades del aula y se largan de ellas para evangelizar. No respeto aquello del ánimo de lucro, vendiendo basura, en el ámbito educativo. No, tampoco respeto el modelo del que deja de dar clase para irse a dar una charla en horario lectivo. No tengo tampoco que respetar, por poner algunos ejemplos, el mindfulness, el Flipped Classroom, el DUA o, la moda de la necesidad imperiosa de que el alumno sea feliz a cualquier precio. Ni respeto esas viñetas absurdas que algunos usan para criticar un modelo educativo que hace eones que no existe. Tampoco tengo que respetar la LOMLOE, al igual que no respetaba la LOMCE ni la LOGSE. Hay muchas cuestiones educativas que no respeto y, es por ello, que no puedo abstenerme de decirlo. Otro tema es que, en el caso de las leyes esté obligado como servidor público a cumplirlas. Pero ese es otro tema.

Reconozco que es muy cómodo respetar las ideas de todo el mundo pero, ¿realmente cree alguien que todas las ideas deben respetarse a cualquier precio? Pues va a ser que no porque, sinceramente, creo que en esta sociedad en la que vivimos, las personas son lo primero y las ideas algo que debe -o puede- rebatirse en caso de que las mismas choquen con nuestra manera, siempre subjetiva de ver las cosas. Además, seamos sinceros, ¿debemos respetar a aquellos que están haciendo negocio en educación vendiendo remedios milagrosos, a aquellos que llevan la ideología a su máxima expresión en sus centros o, simplemente, a aquellos que dicen/venden/compran “chorradas” a sabiendas o, por el simple hecho, de respetar sus ideas? No lo veo.

Seguro que hay alguien que se siente ofendido porque, a veces no respeto sus ideas educativas. El problema no es mío, es suyo por confundir la persona con la idea. Eso sólo demuestra que, a veces, hay algunos que aún no tienen claro qué es una idea, la convierten en algo personal y de ahí a algunas de sus reacciones. El respeto jamás debe ser usado como excusa para no criticar nada. El respeto debe ser usado para respetarse uno mismo, sus ideas y denunciar aquellas ideas que uno considere malas. Eso sí, de forma muy respetuosa.

Jamás he pretendido que se respeten mis ideas, las cuales pueden -y deben- ser criticadas. Entonces, no pretendáis que respete ideas que considero nocivas para el alumnado, mis compañeros o, sociedad en su conjunto.

Como estoy haciendo en los últimos artículos, os recomiendo mi nuevo libro sobre educación para mayores de dieciocho, “Educación 6.9: fábrica de gurús”. Lo podéis adquirir aquí (en versión digital o papel) o en ese pop-up tan molesto que os sale. Y sí, me haría mucha ilusión que fuera uno de los diez libros más vendidos sobre educación este curso. 😉


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