La técnica del avestruz o, simplemente, el negar que hay cosas que no funcionan en la educación actual, es impedir poder encontrar solución a esos problemas. Intentar negar los problemas de lectoescritura y comprensión lectora que tienen un porcentaje alto de alumnos no es hacer un favor a esos alumnos. Es, simplemente, intentar esconder algo mediante diferentes argumentos más o menos peregrinos. Y tengo claro que haber permitido que la escolarización sea obligatoria hasta los dieciséis es una de las pocas medidas positivas de la LOGSE. Bueno, y la reducción de ratios que trajo.
El problema de querer ironizar con la realidad y el descuelgue, en aprendizajes básicos, que presenta un porcentaje cada vez más alto de nuestro alumnado no da solución a nuestros problemas educativos. Simplemente, lo que hace es hacer un movimiento de portería interesado que, por desgracia, impide seguir jugando. O, en este caso, proceder a establecer alguna mejora educativa de calado para intentar paliar lo que está sucediendo.
Sé que el problema no es solo educativo. Hay un problema social que, por contagio, se está trasladando a los centros educativos. No se trata de si se ha mejorado o no el aprendizaje del alumnado o hablar de niveles o esfuerzos. Se trata de afrontar la realidad. Y la realidad, por incómoda que les sea a algunos para su discurso, es que hay cada vez más alumnado con dificultades a los que se ha promocionado por decreto. E insisto, con esto no estoy diciendo que antes fuera todo maravilloso o que no hubiera un porcentaje de alumnado así. Lo único que estoy diciendo es que, aprovechando que ahora tenemos a todo el alumnado escolarizado hasta los dieciséis, podemos aprovechar para arreglar lo que está pasando ahora. A mí el pasado, salvo para aprovechar lo bueno que tenía y no volver a aplicar lo malo que había, me sirve de poco. Me interesa el presente. Me interesa saber qué podemos hacer en 2024 para poder solucionar este problema de lectoescritura y comprensión lectora que presenta ese porcentaje, cada vez más amplio, de nuestro alumnado.
Es que con la EGB se aprendía más. No me interesa el argumento porque, aparte de que es falso, no tiene evidencias. Es que con la ESO se ha conseguido un alumno más competente. No me interesa porque, aparte de ser mentira, no hay ninguna investigación que lo sustente. Es que el DUA (o cualquier otra cosa adapte del pleistoceno o que se invente el personal) va a solucionar todos los problemas. Tampoco me sirve porque es mentira. No hay soluciones mágicas para mejorar el nivel básico de aprendizaje de nuestro alumnado. Menos aún las que están basadas en pseudociencias. Y hay algún momento en que debemos analizar qué pasa, de dónde viene ese problema y establecer soluciones.
Ha llegado un momento en el que me da igual que la solución consista en crear un quinto o sexto de ESO. Me da igual que la solución pase por eliminar todas las materias de Primaria y que salgan de ahí sabiendo leer, escribir, comprender y hacer operaciones matemáticas básicas. Ni tampoco me importaría que cogiéramos la ESO, pasáramos del currículo e hiciéramos un currículo específico para aquellos que, en una prueba elemental de aprendizajes, no supiera redactar ni comprender un texto en condiciones. Es que, repito, me importa entre poco y nada parar el sistema educativo para ese alumnado porque, vamos a ser sinceros, en algún momento estamos fallando. Y estamos fallando todos. Desde abajo del sistema hasta arriba. Sí, también los docentes porque, al final, ese alumnado va promocionando sin esos aprendizajes porque lo estamos permitiendo. Me da igual que haya más o menos presión desde arriba. Todos tenemos nuestra parte de culpa. Todos.
Hay algunos que se empeñan en negar la realidad. Otros se empecinan en manipular lo que está pasando para llevárselo a su discurso. Y, al final, la casa sin barrer. Un contexto social cada vez más complicado y unas aulas en las que estamos emitiendo títulos que, en lugar de demostrar que el alumnado que los obtiene tiene unos conocimientos, simplemente son papeles que indican que ha llegado hasta ahí. Sí, también sucede en la Universidad. Por eso la solución debe darse de forma global pero, para que se dé, hemos de reconocer de una vez que el sistema educativo está fallando y que, quizás sea el momento de empezar a abordar lo importante aunque lo urgente, como bien sabemos, acabe siendo siempre lo prioritario.
No sé si me he explicado. Quizás no. Pero bueno, algunos seguimos en Fallas. Y los buñuelos y la paella de ayer todavía están ejerciendo, aunque fueran comidos con moderación, su efecto en mí, agravando ciertas limitaciones que ya tengo de fábrica y que se han acrecentado con la edad.
Por cierto, he quitado la publicidad del blog porque, sinceramente, no me gustaba pedir el consentimiento de nadie para que vendiera su alma a una multinacional y le salieran productos que había buscado previamente. Algo especialmente crítico en determinados contextos, ya que a más de un compañero le ha salido, cuando leía este blog, un anuncio acerca de “cómo rendir más en la cama” en un ordenador de la sala de profesores. Y no es plan.
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La realidad educativa es terrible: la caída de la comprensión lectora y de conocimientos generales y destrezas matemáticas de los estudiantes es devastadora para alumnos, profesorado y familias. Tras unos pocos años de felicidad y notazas debidas a la bajada de la exigencia, de la calidad y de la seriedad en su aprendizaje, el alumno -especialmente el más vulnerable- cae en la cuenta de que sus expectativas vitales están heridas. Muy heridas.
La viñeta es interesante, ya que muestra cómo se concreta la forma de negación de esta realidad: echarle la culpa a otro, normalmente un profesor.
Es de destacar que el dibujo evita señalar esta vez a los políticos responsables de cambios legislativos tan dramáticos como la LOMLOE (veneno envuelto en celofán de colores) y a los sinvergüenzas que esperan pescar en río revuelto, y no dudan en mover sus hilos y aprovecharse del problema recién creado, vender sus soluciones, organizar algún tinglado bien engrasado y colgarse una medalla. Pero al margen de que el dibujante tenga o no ganas de molestar a muchos de sus lectores -forofos y a veces mercenarios de ciertas siglas- o tenga ganas de ofender donde más les duele -sus propios intereses- a ciertas empresas, asociaciones y particulares, con gran poder de intimidación, tanto por la vía económica como la de imagen, tiene que haber otro elemento al que apuntar. Tiene que haber otro “culpable” al que mirar de frente, pero esta vez debería hacerse en la dirección de encontrar una solución y no en la dirección de escurrir el bulto o tentar a la suerte.
Por eso yo propondría al dibujante que en vez de señalar “al de al lado”, todos señalaran al frente y dijeran el mismo mensaje: “Vienen [los alumnos] sin leer libros. Vienen sin saber disfrutar de un libro. Vienen sin que un libro les haya podido abrir los ojos.”
Si todos los alumnos vinieran a clase con la mirada cambiada por un libro, entonces sí que tendríamos la oportunidad de un punto de inflexión en la actual realidad educativa.
Y quien dice libros, dice otras innovaciones educativas con los mismos posibles efectos positivos que se pueden alcanzar al leer un libro: hacer que los alumnos (todos lo somos/hemos sido) sean capaces de seguir un argumento, de ponerse en los zapatos de algunos personajes, de entender cosas absolutamente personales leyendo un libro (no hay un libro, hay un libro para cada uno de los lectores, y todos son buenos para cada uno. De hecho, el mismo libro puede ser varios libros dependiendo de cómo cada cual va madurando o va haciéndose viejo…). Lo dicho ¿algún pedagogo dispuesto a mirar un poquito fuera del aula, para cambiar la experiencia en el aula (dejando al profe trabajar un poquito en paz)?
Obviar la realidad o esconderla debajo de una alfombra, justificando su nula existencia, es algo que impide avanzar y mejorar (no solo) en educación.
Buenos días.
Aprovecho para comentarte una anécdota que recuerdo con cariño, de cuando estudiaba la EGB:
Le pregunté a mi profesor qué podía hacer durante el verano para prepararme mejor para el curso siguiente. Yo esperaba que me recomendaría algún cuadernillo de verano… sin embargo, simplemente me sugirió que leyera algún libro -de literatura- a mi elección. En cierto modo, este profe mío pensaba que la mejor forma de reforzar y aprender las materias durante el próximo curso era en la escuela, durante sus clases el próximo curso, y que lo mejor que yo podía hacer por mi cuenta (y que de forma ideal debía hacer yo por mi cuenta) era leer un libro.
Es decir, el libro me abriría los ojos, la concentración, el pensamiento, el interés y muchas otras cosas, de forma que tanto yo como mi profesor aprovecharíamos mejor la escuela. Tiene todo el sentido.
Igual el problema no está en el aula, sino muy especialmente en cosas que se pueden/deben hacer fuera del aula. Leer un libro funciona independientemente de qué curso estás estudiando. Aquí es donde me gustaría ver a los pedagogos trabajar. Aquí es donde querría ver innovación. De paso, sacaría al profesor y al aula de la diana de experimentos y ocurrencias.