En el ámbito educativo, al igual que en el resto de los ámbitos en los que nos movemos, no es lo mismo cambiar de opinión que cambiar de chaqueta. No es lo mismo tener una opinión en un momento sobre ciertos temas y, por evolución profesional, acabar creyendo otra cosa. El problema es cuando dicho cambio de opinión se debe a la necesidad de vender ciertas cosas o seguir estando en el candelero.

He sido muy entusiasta con las TIC. Incluso en mi centro educativo intento dinamizar su uso. Otra cuestión es que, como medio de aprendizaje, tenga muy claras sus limitaciones. Incluso sé el perjuicio que supone para el alumnado el estar pegados tanto a las pantallas. Si hasta a mí, con el bagaje que tengo, supone un problema de distracción y concentración la dependencia de dispositivos tecnológicos. Así que, imaginaos qué supone para alumnado todavía en período de formación. Un auténtico desastre a nivel de aprendizajes.

Pero no estaba hablando de mí. Bueno, quizás sí. Estaba hablando de mí y de los que, por pisar la realidad, estamos viendo los problemas que suponen el uso de las TIC. Y el mal uso que, en ocasiones, todos acabamos haciendo de unas herramientas que están siendo más brutales para la destrucción de aprendizajes que para la mejora o el asentamiento de los mismos. Es la realidad. No se trata de ficción educativa, ni mi posicionamiento tiene que ver con dar más charlas, conceder más entrevistas o vender más libros.

Lo que sucede es que hay personas que cambian el discurso educativo en función de parámetros muy poco educativos. Estoy leyendo a personas, cuya relación con un aula fue, o bien en la época de los dinosaurios o nunca ha sido, que están cambiando argumentos que defendían hace nada. Y, curiosamente, dicho giro argumental coincide con la publicación de determinados libros. Quizás sea casualidad. O quizás sea, como me han contado en casa, un cambio de la típica camisa azul por un clavel en la solapa. Hay cambios de opinión pedagógica y puro chaqueterismo. Repito que no solo en el ámbito educativo.

Estoy convencido de que una evolución profesional lleva aparejada un cambio de planteamientos profesionales. No tengo ninguna duda de ello. El problema es cuando sumarse a determinadas corrientes de opinión es debido a lo que puede sacarse de ello. No es malo hacer negocio con la educación. Lo perverso es cambiar de opinión por el simple hecho de hacer negocio.

Las chaquetas son fácilmente intercambiables según la climatología. El problema es cambiarlas en función de otra cosa diferente del clima que esté haciendo fuera de la casa de uno. Pero bueno, lo importante es saber los porqués de determinados discursos educativos. Y saber que, a la hora de comprar ciertas cosas, es bueno saber a qué obedece el cambio de rumbo de algunos. Un cambio de rumbo que, por desgracia en ocasiones, tiende a tener otros intereses más allá de la evolución profesional de uno.

Miércoles. Se está haciendo larga la semana. Muy larga.

Como estoy haciendo en los últimos artículos, os recomiendo mi nuevo libro sobre educación para mayores de dieciocho, “Educación 6.9: fábrica de gurús”. Lo podéis adquirir aquí (en versión digital o papel) o en ese pop-up tan molesto que os sale. Y sí, me haría mucha ilusión que fuera uno de los diez libros más vendidos sobre educación este curso. 😉


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